Prólogo

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ADELA

Viernes 1, Enero 2016.

Creo que nunca en mi vida olvide que tenía trabajo. ¿Llegar tarde? Seguro, ¿quién nunca lo hizo, no?

Mis tardes o mañanas antes del trabajo suelen ser bastante normales, dependiendo del turno que me toque en la radio, tomo café, leo noticias y me visto para ir a hacer lo que amo. Menos los días que no trabajo y puede dormir todo el día. Como hoy.

O eso pensaba.

— ¡Por Dios, mujer! —Atiendo mi celular luego que suene por tercera vez—. Espero que me digas algo realmente importante o te mataré; es año nuevo, no quiero empezarlo en la cárcel.

— ¡Adela! No me digas que estás en tu casa aún, debes estar jodiéndome —dice Celine, mi mejor amiga y compañera de trabajo, totalmente frustrada—. ¿Hola? Hoy trabajamos maldita, por si no lo te acuerdas.

— ¿Hoy? ¿No teníamos el día libre? Estoy bastante segura que Jordan dijo eso.

—Jordan quiso dárnoslo, pero los oyentes quieren que estemos. Además la junta directiva de la radio no lo deja y él no quiere ser despedido así que debemos trabajar, ¡Yei! Ya los comienzo a odiar.

—Creo que Miles debería odiarlos más que todos ahora, con eso de que quieren que él consiga novia, van a lograr todo lo contrario—contesto pasándome la mano por la cara. Ellos son unos idiotas, trabajamos en navidad y eso no me molesta mientras me den una de las fiestas como día libre; resumiendo, quiero matarlos.

—No somos marionetas que ellos pueden mover a su antojo, él tiene un punto. —Oigo la puerta de su auto cerrarse de fondo—. No me digas nada, Adela, sé que está mal manejar con el teléfono; no lo haría si atendieras tu teléfono. Tienes 10 minutos para cambiarte y venir a la radio. —Luego de eso, simplemente cortó. Dejándome con la palabra en la boca, aunque no me sorprendía, así era Celine Daniela Durand.

Miro el reloj a la derecha de mi cama, son las 5 pm y realmente no quiero levantarme de la cama. Tardo unos 2 minutos en estar mentalmente preparada para levantarme y bañarme, cuando me encuentro sobre mis pies, camino a la cocina para prepararme café.

Después me meto al baño, salgo y me maquillo levemente. Me pongo una pollera corta de color rosa viejo con una remera suelta blanca y mis cómodos tenis. Pongo unos lindos tacos blancos en una bolsa aparte por sí las dudas.

Mientras tomo café, reviso el grupo de trabajo y prendo el noticiero; rápidamente termino el café al ver que dicen que hay un poco de tránsito. Me apuro para salir de mi departamento, apago las luces y cierro la puerta.

La zona en la que vivo es relativamente segura, vivo en un edificio de New York pero no en una parte céntrica. Por lo que recibo algo de tranquilidad y anonimato, ya que mi vecindario se reduce a viejas chusmas y un almacén al frente de mi casa. No conozco a mis vecinos, manejo horarios diferentes a los de la mayoría y eso hace que apenas me reconozca el encargado del edificio.

Si bien mi trabajo no es como el de las celebridades, me relaciono mucho con ellos cuando hacen entrevistas y a veces algún paparazzi quiere una glamurosa foto mía. Por suerte eso no sucede a menudo. Y por glamurosa me refiero a yo yendo de compras al supermercado a la vuelta de mi casa, por supuesto.

Al llegar al estudio en donde trabajo, una estación de radio, veo como un pequeño pero significativo grupo de reporteros en la entrada. Me niego a darles la cara, así que me desvió para entrar por el estacionamiento privado.

Como dije, muy pocas veces los locutores de radios recibimos atención de la prensa, salvo que estemos saliendo con alguien de los medios o tengamos a una súper estrella en el edificio. Aunque eso sucede usualmente en épocas de conciertos de verano, debuts de álbumes y demás.

Latidos en una Canción (Saga Radio Calavera #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora