ADELA
Sábado 6, Febrero 2016.
Unas voces se escuchan en el living, demasiado altas y ruidosas para las 8 de la mañana. Me levanto de la cama y veo mi reflejo en ese viejo espejo de cuerpo completo que tengo desde los 10 años en mi antiguo cuarto. Mi pijama consiste en unos viejos shorts y una musculosa que ya es casi transparente por el continuo uso y desgaste. Me cambio por unos jeans y un buzo grande.
Reconozco vagamente las voces que proviene de la sala así que me desvió hacia la cocina para ingerir café y saber que está pasando. Derek me observa y me sirve una taza, su ceja se levanta.
—Podrías haber avisado que nos iban a visitar, a papá y a mamá aunque sea —dice con la picardía brillando en sus ojos.
—Yo... ni siquiera sé dónde estoy yo espacialmente. Es demasiado temprano. —Refriego mis manos contra mis ojos y bostezo. Lo señalo con el dedo—. Yo no los invite, no sé de qué me estás hablando, Derek.
—Sí no fuiste vos, ¿quién fue?
—No fue ella, fui yo. No pensé que vendrían igual —interrumpe Elena, tomando una taza y preparándose un té. Creo que siente dos pares de ojos siguiéndola cuando suspira—. No voy a contar todo ahora, son las 8:30, apenas sé mi nombre como para relatar una historia que paso hace mucho tiempo. El resumen es que conozco a Scott, el tecladista de Leo, y dijo que él te quería ver y después de idas y vueltas, termine diciéndole donde estábamos.
—Y acá estamos. —Quien reconozco como Noah, el guitarrista de Leo, hace su aparición en la cocina. Nos saluda con un asentimiento y pone sus manos en sus pantalones ajustados—. Tus padres dicen que escucharon a tu hermano y a ti esconderse acá, que vayan y saluden.
—Dile que ahora Adela ira, yo necesito unos minutos más —contesta Derek, toma de un solo sorbo lo que le queda de café aunque se sirve más y mira a mi tía—. Yo tengo todo el tiempo del mundo para que tomes conciencia completa y me digas toda la jugosa historia.
Elena observa a Noah, analizándolo, percibo que el chico está incomodo así que decido sacarlo de su miseria y lo acompaño a la sala. Mi tía parece volver a hablar, me volteo pero Derek me cierra la puerta de la cocina en la cara, no sin darme otra taza de café. Bastardo hermano mayor.
—Ya pensábamos que habías desaparecido o perdido en la casa. —Zack Silver, el baterista, me saluda con un beso en la mejilla y agarra a Noah del brazo—. ¿Qué se te cruzo en el camino?
—No encontraba la cocina. —La corta respuesta de Noah contenta a casi todos, salvo a Scott que lo mira fijamente.
—Tanto tiempo, Adela.
Matthew, al que por descarte reconozco como el bajista, me saluda con un abrazo que me sorprende. Puedo decir que vergonzosamente estuve a punto de perder el equilibrio y derramar todo el café en su camisa.
—Adela, saluda a los invitados. —Mi padre me reprende como si tuviera 15 años y fuera una tímida adolescente—. No sabía que tendríamos compañía.
—Sí, Adela, ¿por qué no nos dijiste? —Mamá cruza sus brazos recostándose sobre papá en el sofá—. Hubiéramos preparado un desayuno más abundante.
—Yo no quejo de estas tostadas con mermelada de higo y queso, —dice Scott levantando su tostada en el aire—. Es un buen descanso de los excesivos desayunos de hotel.
—Elena los llamo, no yo. No mires así, ve y mírala a ella. —Esa es toda mi respuesta antes de sentarme al lado de Scott y lo miro—. Deberías probar la mermelada de calabaza, es más dulce y rica.
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Latidos en una Canción (Saga Radio Calavera #1)
RomantizmUna melodía en su cabeza Un ritmo en su pie Un trazo de tinta en el papel Leonardo marca el ritmo de sus canciones, pero no el de su corazón. Leonardo Prince ama su carrera, ama su familia y se cree completo. Pero con una relación fallida no recuerd...