La marca de un nombre

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–Podría hacer esto todo el día – le dijo Steve con seguridad. Un puñetazo lo lanzó de cara al basurero que estaba detrás de él. Se levantó con aun más esfuerzo que las veces anteriores.

–Oye – escuchó a sus espaldas y reconoció de inmediato la voz de Bucky. Casi podía asegurar que también sentía su presencia y se preguntaba si eso era cosa de almas gemelas – Métete con alguien de tu tamaño.

Steve se puso de pie sin levantar la mirada, nunca le había gustado ser un debilucho que tuviera que ser rescatado, aunque Bucky protegiéndolo era una cosa que le daba en el estómago una sensación rara y agradable, él preferiría ser capaz de levantarse y valerse por sí mismo. Estar junto a Bucky y no detrás de él.

–A veces creo que te gusta que te golpeen.

–Lo tenía contra las cuerdas.

–¿Cuántos intentos van? – Preguntó al ver su solicitud en el suelo. Bucky lo regañó por su intento de enlistarse. No quería verlo en la guerra o en prisión, dado el caso. Exactamente igual que él. Pero Bucky sí estaba yendo a luchar en una zona sangrienta y peligrosa y él se quedaba en casa. Cuando levantó la mirada y vio a su mejor amigo con el uniforme fue otra confirmación de lo inevitable.

– ¿Ya te asignaron?

–A la 107. Sargento James Barnes. Salgo mañana a Londres.

Steve bajó la mirada. Nunca podría aceptar la idea de una guerra que se llevaba a las personas. Ya había pasado algo más de un año desde que los ciudadanos estadounidenses estaban yendo a Europa y la noticia del incremento de la desesperación y depresión por parte de las almas gemelas que se quedaron era bastante alarmante. Ni siquiera quería pensar en cómo sería para los habitantes de aquel continente.

Bucky pasó un brazo por sus hombros, ese único tipo de contacto que se daban cuando estaban en la calle, un acercamiento fugaz que debía terminar tan pronto como iniciaba porque no era correcto de ninguna otra manera. A veces Steve deseaba decirle que no lo dejara, que lo abrazara, y no esos abrazos en los que casi eran solo sus hombros los que se tocaban, uno como la primera vez que lo salvó. Pero también estaba mal. Aparentemente desde el mero hecho de ser almas gemelas había sido una especie de error.

No se sorprendió mucho cuando llegaron a la expo Stark. A Steve no le interesaba nada de esas cosas nuevas o del futuro, como había dicho su amigo. Esa iba a ser su última noche así que Steve había aceptado ir a donde quería, aun así, seguía deseando ir a casa y estar sentados uno junto al otro hasta el último segundo. Quizás tomarlo de la mano. Un contacto que pudiera rememorar ahora que de verdad no lo vería en absoluto y sería consciente de que cada día que pasara podía llegar a ser el último.

Todo el camino había sido con Bucky diciéndole las ventajas de quedarse a salvo en su país. Steve las refutaba todas teniendo en mente una sola y verdadera razón: No podría estar con él.

Le dolió cuando llegó al obvio punto de que así podría encontrar a una chica. Él no quería una chica. Tampoco era como si pudiera decir que quería a Bucky porque eso no era normal. Aunque debería serlo.

Su 'cita doble' fue igual que todas las demás. Bucky con su pareja, la amiga pegada a ellos para no estar con él y Steve cerca como un extraño que no tiene nada mejor que hacer. Constantemente veía la mano de su alma gemela entrelazada con la de esa extraña y el malestar se asentaba en su estómago. Bucky siempre lo miraba cuando algo interesante pasaba para ver su reacción, Steve le regresaba la mirada porque cualquier contacto con sus ojos era agradable. Pero Steve no podía seguir allí. No podía seguir fingiendo sabiendo que su mejor amigo se iría a la guerra al día siguiente.

Después de tu alma gemelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora