Eso de vivir sin ti

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Hacía frío. No podía sentir la temperatura, pero sabía que hacía frío. Algo lo entumía, no lo dejaba moverse, no lo dejaba estirar el brazo aún más para alcanzar la mano que Bucky estiraba hacia él, ni siquiera estuvo cerca, sus dedos no se rozaron como una última esperanza. Hacía frío.

Steve estaba congelado.

Abrió los ojos de golpe sacándose todas las cobijas de encima y mirando alterado a su alrededor. Se tardó unos segundos en terminar de ubicar en dónde estaba, qué es lo que había alrededor, por qué estaba ahí. Suspiró. Steve Rogers se levantó de la cama y con unos cuantos pasos ya había llegado a la cocina de su pequeño departamento. Se sirvió un vaso de agua y lo llevó hasta sus labios, pero en cuanto saboreó el líquido lo volvió a alejar, no le apetecía ni siquiera algo sin sabor. No sabía qué hora era, pero suponía que ya no podría volver a dormir.

Sin saber qué más hacer fue por su escudo que estaba colocado en la habitación del fondo, se cambió de ropa y se dirigió a las instalaciones de S.H.I.E.L.D, lugar donde le habían dicho que podía llegar a la hora que le placiera. Fue hasta el lugar trotando. A esa hora no había transporte público aún y él no tenía ningún otro medio de transporte. Consideró la idea de conseguirse uno. Algo sencillo, antiguo, definitivamente. Tal vez una motocicleta como las que había utilizado tantas veces antes.

Lo dejaron entrar y fue a los gimnasios. No había nadie allí. Ni siquiera por tratarse de un punto de reunión para espías era un lugar muy utilizado. Utilizó todas las máquinas en su máxima capacidad de peso, pero eso no era lo que necesitaba. Lamentablemente, ya había terminado con los sacos de boxeo del lugar. Y se sentía avergonzado por ello, pero al mismo tiempo frustrado porque ya no tenía cómo descargar todo lo que llevaba dentro.

Cuando el cielo comenzó a aclararse anunciando la salida del sol volvió a salir a correr. Aún no había establecido una ruta que siguiera diario. Se metía entre calles y espacios por los que las personas usualmente no pasaban para hacer ejercicio. Solo quería ver, entender cómo era ese nuevo mundo al que había llegado y que de alguna manera era el mismo del que se había ido.

Cuando volvió al triskelion las personas ya estaban rondando el lugar. Fue a tomarse una ducha y pasó al comedor que tenían al fondo. No tenía hambre, por lo general nunca la tenía. Agarró una manzana mientras tenía la mirada atenta a las personas que pasaban del otro lado del gran vitral que tenía enfrente. Escuchó unos pasos ligeros que se acercaron a él. Y no sabía si su oído era muy bueno o ella le había permitido darse cuenta de su presencia. No volteó a ver a la espía en ningún momento mientras se servía algo de agua.

–Necesitas distraerte – le dijo Natasha mientras acercaba el vaso a su boca sin mirarlo, después de beber continuó –. Para liberar el estrés puedes acompañarnos a una misión, eres un soldado, sabes que lo necesitas.

­–Sí, lo necesito – concordó Steve casi como si suspirara –. Creí que podría tener una vida normal, pero yo no soy eso. Lo tengo muy claro.

–Siempre podrías empezar a salir con alguna chica – continuó Romanoff, Steve la observó con una ceja levantada por el cambio de tema, pero ella no le prestó atención –, hay una chica en el piso de archivos que le gusta la historia, específicamente la segunda guerra mundial. Seguro podrían mantener una conversación amena.

–No es una cita lo que necesito.

–Una cita es justo lo que te hace falta. Distraerte. Olvidar. – mencionó eso último con un tono que daba a entender que eso era justo lo que le interesaba. Steve ya no la miró, pero en el fondo se preguntaba si ella sabría sobre su alma gemela perdida. Probablemente sí. Definitivamente sí.

Después de tu alma gemelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora