Después

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Steve llegó agotado a su apartamento, observó la puerta vecina y apretó los puños como reflejo.

Descubrió su puerta abierta y el interior hecho un desastre. Para esos que se llamaban espías profesionales, ni siquiera habían intentado fingir que no pasaron por ahí buscando cualquier cosa que Fury pudiera haberle dejado. Suponía que no habría caso ya que al final él se hubiera dado cuenta o simplemente lo hubiera deducido. Pasó por encima de la pequeña mesa del recibidor que ahora estaba en el suelo y con las patas quebradas. También se notaba que quien había entrado ahí había hecho las cosas con saña pues la mitad del desastre no era necesario siquiera.

Su habitación era lo peor de todo. Su cama había sido completamente destruida con el colchón deshecho y la base desarmada o rota, no tuvo la energía de acercarse a cerciorarse de nada. Abrió su armario y su ropa ni siquiera estaba allí, probablemente desperdigada por debajo del desastre que había. Y, considerando el estado del resto de sus cosas, no era ilógico creer que ya también era inservible.

Se removió aún atrapado en su traje que seguía ligeramente húmedo, el cansancio del cuerpo seguía presente y la herida de la bala era lo más incómodo y doloroso. No había opción, debería quedarse así. Volver a molestar a Sam que debía estar recuperándose de las heridas no era opción. Natasha y María Hill se estaban asegurando de que todos los pertenecientes a SHIELD fueran evaluados sin falta alguna. Y tampoco podía comprarse ropa nueva, no necesitaba ir hasta un banco para saber que su cuenta que SHIELD le había creado ya había sido vaciada.

Como un parpadeo llegó a él el recuerdo de una cuenta bancaria extra.

Cuando había conocido a Tony Stark en persona por primera vez, ya sabiendo que era él quien le estaba pagando todo, le había pedido que dejara de hacerlo, que quería ganarse su propio dinero. Él se había reído y con sarcasmo había comentado que ni siquiera sabía que le estaba pagando nada. –No lo uses si no lo quieres, pero yo no tengo nada mejor que hacer con el dinero así que ahí se queda. – Había sido su último argumento antes de pasar de él.

Así que, pensando si realmente estaba en alguna clase de necesidad, bajó al piso anterior y le pidió a un vecino algo de ropa prestada para no tener que volver a salir con su uniforme.

Solo lo mínimo indispensable. No quería tener que usar el dinero de alguien más de esa manera.

Eligió un cambio de ropa completo y ya, vería si acaso podría rescatar algo de sus cosas cosiéndolo él mismo. Cuando pasó a la caja de la tienda en el centro comercial en el que estaba, llevaba la cabeza baja, algo abochornado por la ropa que llevaba puesta y obviaba que no le quedaba, por vergüenza anticipada a que la tarjeta no pasara y también como un intento vago de no ser reconocido después del desastre que acaban de vivir.

La señorita que lo atendía muy amablemente le sonreía sin dar indicios de descubrir nada de lo que lo inquietaba. Hizo las preguntas de rutina y fue sumando el precio de las prendas en la caja registradora. Cuando Steve le pasó la tarjeta de crédito, una que había dejado con otro par de pequeñas pertenencias, como su brújula con la fotografía de Peggy, en un casillero del que no le había dicho a nadie, la señorita lo tomó y pasó por la máquina, en ese mismo momento perdió toda sonrisa y lo volteó a ver intercaladamente con lo que fuera que mostraba en pantalla.

Sus nervios se incrementaron y ahora temía haber cometido algún error.

–S-Señor Stark – le dijo ella tratando de sonreír otra vez sin lograrlo en absoluto. Steve sacudió la cabeza.

–Steve Rogers – la corrigió –. Sí, la tarjeta es de Stark.

–Steve Rogers-Stark – dijo ella señalando la pantalla – Sí, es el nombre bajo el que está la tarjeta. Y-yo creí que si el señor Stark se casaba sería con la señorita Potts que es su alma gemela... No me esperaba... ¡Lo siento! Sé que no debo ser entrometida – bajó el rostro totalmente avergonzada y terminó de cobrar. Le devolvió la tarjeta y la guardó, Steve recibió las bolsas en automático y no tiene idea de si ella le pasó a decir algo más. Salió y caminó dejándose llevar, entonces cayó en cuenta de que debió decirle a la señorita que no era así, pero al darse la vuelta no reconocía el lugar en donde estaba.

Después de tu alma gemelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora