Déjame entrar

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Lo primero que notó al emerger del agua, una vez que se limpió los ojos y se echó el pelo hacia atrás, fue la figura del super soldado que vive en su torre viéndolo con una mueca.

–¿Qué? – preguntó Tony desde la piscina luego de que Steve no mencionara ninguna palabra y se mantuviera de brazos cruzados en la orilla más cercana a él.

–Otra vez estuve esperando – le dice este medio gruñendo.

–Oh, vamos ¿Será una cosa de diario? Me duele mucho el cuerpo. Además, nadar también es un ejercicio ¿No? – dijo a modo de berrinche y aguantó la respiración para después hundirse en el agua y así poder ignorarlo. Era bueno nadando, pero nada excepcional así que emergió no demasiado adelante a tomar aire otra vez. Steve había, sencillamente, caminado para no alejarse de él tanto.

–Esa clase de nado no lo es.

Tony rodó los ojos y nadó en dirección a la orilla contraria. Así, si quería seguirlo, se tardaría más rodeando la piscina.

Steve sonrió al entender sus intenciones y se tomó la molestia de hacer justo lo que el otro esperaba. Honestamente no lo necesitaba, lo convencería de salir de ahí y si no, recurriría al plan B y se metería a la piscina a sacarlo. O solo amenazarlo con hacerlo. Tony odiaba que lo tocara lo suficiente como para salir por sí mismo si esa era la alternativa. En el fondo quería saber la razón de por qué el cambio, estaba seguro de que antes era Tony mismo quien siempre estaba poniendo una mano sobre su hombro, recargándose en él o haciendo cualquier tipo de contacto, ahora, en cambio, rehuía de eso.

Desde que Tony había regresado de su viaje, alegaba estar todo el tiempo cansado. Al principio le había dado un margen de tiempo para creerle, por la forma en la que se separaron en su cumpleaños.

Aquella vez, casi inmediatamente después de que Tony le entregara el casco a Steve, Pepper ingresó hecha una furia. Se disculpó con Steve por invadir su piso de esa manera y procedió a regañar a Tony por haberse escapado del trabajo en el que estaba asignado.

–¿Apoyo? – le había pedido Tony

–Te lo mereces – fue toda respuesta su respuesta. Y no con mala intención, se lo había dicho sin ser capaz de disminuir la sonrisa que tenía en la cara.

–No puedo creerlo, que poco corazón tienes, Capitán, yo que hice este viaje para darte un regalo en tu cumpleaños personalmente y todo.

–¿Lo hiciste por mí? – Steve sonrió más. Porque era justo ese detalle el que más lo había llenado.

Tony se sonrojó con una expresión que usaría si hubiera sido atacado personalmente y se fue. Steve se quedó admirando esa expresión aun después de que le diera la espalda. Su plan iba a ser decirle a Pepper que por esa ocasión lo perdonara y lo dejara quedarse para que cenaran juntos, pero antes de siquiera poder hablarle a la mujer, recibió dos mensajes y los abrió porque siendo los espías de su equipo los remitentes sincronizados, podía no tratarse de nada con la misma posibilidad que podía tratarse de un atentado terrorista.

Un mensaje de Barton era una selfie en la que este le guiñaba un ojo y sostenía una tarjeta como la que se consigue en cualquier tienda de veinticuatro horas y que decía: 'Felices 10' con un cero agregado a mano para que dijera 100. Alcanzaba a diferenciar detrás de él una pared de roca, tal vez una ladera, y por la luz del día o estaba en otro huso horario o había tomado la foto antes y hasta ese momento la mandaba. No podía saberlo.

El mensaje de Nat también era una imagen, pero esa impactaba mucho más. Una imagen no muy nítida, probablemente tomada de lejos y luego acercada con zoom. En una cafetería escasamente iluminada, Bucky estaba sentado con una taza de café frente a él. No tenía que dudar o considerar otras posibilidades. Lo era, lo sabía, estaba seguro, podría reconocerlo hasta el fin del mundo. Era él.

Después de tu alma gemelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora