La mente de Steve estaba completamente nublada. En ese momento solo existía una cosa para él y eso eran los labios de Bucky contra su propia boca.
Moviéndose, saboreándolo, humedeciéndolo. Había pasado solo un mes desde que habían comenzado a hacerlo, y había un sentimiento de frustración por no haberse atrevido a hacerlo desde antes. Bucky se alejó y él trató de seguirlo para no interrumpir el contacto, pero una mano en su pecho lo detuvo, sin muchas ganas abrió los ojos y vio a Bucky que lo miraba con una sonrisa. Inevitablemente él sonrió también.
–Es peligroso que sigamos haciendo esto – le dijo en voz baja. Steve asintió, era verdad, todo podía salir mal. Desde el hecho de que estaban distraídos en medio del bosque donde los enemigos podrían salir de cualquier lado o dispararles sin que siquiera lo notaran, hasta que los comandos estaban por allí cerca y si los atrapaban haciendo tales actos podrían reportarlos y los encerrarían, o peor, se desharían de Bucky para que el Capitán América, el ícono del país, no tuviera la bajeza de haberse involucrado con otro hombre. Le dio un último beso rápido, porque era necesario, era su alma gemela, todo el mundo sabía que el contacto entre personas que compartían marca era una adicción y ellos que durante tanto tiempo se habían abstenido, ahora que se atrevían a cruzar cierta línea se urgían por ir más allá cada vez.
Caminaron en diferentes direcciones para seguir haciendo guardia. Los tres o cuatro días después de la destrucción de una base siempre eran peligrosos cuando no había equipo de extracción. Cubrieron un perímetro bastante grande sin ver rastros de personas ni alcanzando a discernir algún campamento enemigo a la distancia. Todos regresaron al punto de encuentro casi al mismo tiempo, allí se había quedado únicamente Dum Dum. Comenzaron a preparar las cosas para comer mientras Bucky y Jones vigilaban. Steve le daba esporádicas miradas, tratando de ser lo más casual posible y observando a Jones también para que se entendiera que solo se aseguraba de que todo iba bien. Varias veces sus ojos se encontraron con los de Bucky que hacía lo mismo con él y le costaba monumentales esfuerzos no reaccionar.
Con las armas a la mano se sentaron a comer en silencio. Todos estaban agotados. Pero ya casi. Estaban a nada de terminar con las bases de Hydra. En ese momento que regresaban, probablemente tendrían unos tres días de licencia, una habitación para cada uno, ya que, a estas alturas siempre se esforzaban por proporcionarles un lugar de descanso apropiado, lo mejor que podían darles de las ciudades medio derruidas que estaban recuperando. Dio un suspiro después de pasar su alimento. Siempre que estaba fuera pensaba en un lugar calientito y cómodo para descansar, pero al tenerlo solo pensaba en el campo de batalla, el frío suelo y el peligro de ser atacados. Volvió a mirar a Bucky y Bucky lo volvió a mirar a él.
Se alegraba mucho de que él fuera su alma gemela, a pesar de lo que implicaba, a pesar de todas las limitantes que se interponían entre ellos, a pesar de todo ese tiempo en el que estuvieron juntos y a la vez estaban separados. A pesar de todas esas veces en que tuvo que ver a Bucky con otras personas. Porque ahora estaban juntos. No de la misma manera en la que el resto de las personas podían estarlo, pero si a su manera, estaban juntos, se tenían el uno al otro y podían explorar lo que su vinculo implicaba.
De repente Steve cayó en la cuenta de que no estaba intentando fingir nada y todo lo que sentía por él debía estar en su cara, observó a sus compañeros que lo veían a él y a Bucky alternadamente mientras masticaban inexpresivos, casi nunca había ningún sentimiento en los rostros de nadie cuando llevaban tanto tiempo afuera, peleando, matando. Steve los observó y sintió el pánico apoderándose de él. Lo sabían, podía percibir que lo sabían, como si hubieran visto a través de él, como si su marca pudiera verse a través de la ropa. Escuchó los pasos de Bucky acercarse y detenerse detrás de él. Probablemente estaba igual que él.
–Relájense – dijo Jones –, no sé si están a punto de dispararnos o echarse a llorar, pero tienen que calmarse.
Steve dejó ir el aire que no sabía que estaba reteniendo. Y trató de deshacerse de su posición tensa, pero no podía, esa oración acababa de eliminar la posibilidad de fingir que no pasaba nada. Quería mirar a Bucky, pero tenía la sensación de que hacerlo sería un error. Todos seguían mirándolos fijamente, incluso habían dejado de comer.
–¿Qué...? – comenzó a preguntar Steve, pero fue interrumpido.
–No va a pasar nada – dijo Dugan reacomodando su posición y llevando alimento a su boca –. No es como si los fuéramos a reportar o algo.
–¿Por qué no? – escuchó a Bucky preguntar.
–Porque no importa que resulta que son unos invertidos – dijo Monty usando el apelativo menos insultante que conocía – se han ganado nuestro respeto y agradecimiento.
–No les voy a mentir, ver a dos hombres de esa manera me da algo de repelús – confesó Morita –, pero sé la clase de personas que son ambos y el que prefieran las bolas no hará que eso cambie. – Les sonrió y Steve se sintió muy agradecido por esa aceptación. El tipo de aceptación que jamás se imaginó tener, y menos aún en el ejército. Pasó la mirada por el resto de sus compañeros y observó la empatía en sus ojos. Todos diciéndole en silencio que pensaban de la misma manera.
Miró a Bucky que estaba de pie detrás de él, sonriendo con alivio, quizá de la misma forma que él mismo lo hacía. Solo por ese momento, en medio de personas que estaban dispuestos a olvidar que su relación era un crimen, Steve se preguntó si acaso existía la posibilidad de estar con su alma gemela.
Al regresar a Londres, aunque les dieron tres días de descanso, como se imaginó, solo tomaron uno porque filtraron información referente a que Hydra iba a transportar armamento a través de las montañas en un tren que estaba medianamente escondido, y tenían que salir al amanecer.
Como siempre, Steve y Bucky fueron quienes se quedaron recibiendo el informe y las especificaciones de la misión. Al parecer el único punto y posibilidad de abordar el tren era deslizarse a través de un cableado que allí se encontraba. Así no se escuchaba tan complicado. Se estaban retirando cuando una voz femenina lo llamó.
–Steve – ambos se detuvieron para ver de quién se trataba. Peggy solo miraba a Steve, ella parecía siempre mirarlo solo a él. Bucky captó el mensaje y se fue dándoles la privacidad que ellos, por ser hombre y mujer, siempre podrían tener.
–Agente Carter – respondió el soldado en posición firme, ella levantó una ceja mirándolo a los ojos y Steve sintió su cuerpo vibrar, siempre con ella sentía algo raro y agradable en su estómago – Peggy – se corrigió, desde hace no mucho que ella le había dicho que la llamara por su nombre. Un gran salto en su relación. A cambio ella lo llamaría por su nombre también. Steve nunca olvidaría lo bien que se había sentido en su interior la primera vez que ella lo pronunció.
–Los documentales del Capitán América están siendo un éxito aún mayor que las películas – mencionó ella en un tono bajo. A veces hablaban de esa manera, cuando estaban solos, cuando la conversación se iba por el lado personal, bajaban el tono de voz, manteniendo una conversación que solo los incluía a ellos y se olvidaban del resto del mundo.
–Yo solo hago mi trabajo. Ellos de repente aparecen con cámaras sin que me dé cuenta.
–Sí, es algo que se puede ver cuando miras a la cámara con sorpresa y escondes la brújula que tienes.
Steve sintió que su cara le ardía de repente. El pánico lo había invadido aquella vez cuando estaban planeando la ruta que seguirían y de pronto notó que lo estaba filmando mientras tenía su brújula con una fotografía de Peggy en ella.
Sabía que el mundo lo vería, pero más importante, sabía que ella lo vería y no sabía que pensar al respecto. A él le gustaría llevar una fotografía de todas las personas importantes para él todo el tiempo, pero no había ningún registro de sus padres, nunca habían tenido el dinero para tomarse una. Y ahora, no podía llevar a Bucky ni el doctor Eskirne porque eran hombres, eso dejaba únicamente a Peggy, y sabía que tenerla solo a ella era demasiado personal. Pero no quería no llevarla, después de todo, es la mujer que lo apoyó y creyó en él desde el principio. La única mujer que entabló una conversación decente y mostró interés en él antes del suero. Ella era importante, pero no estaba preparado para que ella lo supiera.
Peggy mostró comprensión y dio un paso atrás acabando con la atmosfera íntima que pronto se había creado alrededor de ellos. Firme, le deseó éxito en su misión del día siguiente y se retiró dejándolo sin habla. Él sonrió luego de que se hubiera ido, ella tenía algo que a él le gustaba bastante presenciar.
Caminó hacia su habitación, al entrar en ella se permitió perder un poco la pose erguida que su cuerpo ya tenía absolutamente memorizada. Se cambió a una ropa más cómoda, la última que tendría por una larga temporada. Irían a unas montañas nevadas, nunca había sido fan del frío porque lo hacía sentir mal y le dolía respirar, aunque ahora ya no le afectaba así que probablemente estaba bien. Aún era temprano, pero la mayoría estaba durmiendo para poder levantarse y alistarse correctamente. Aparte de cortejar mozas y beber, dormir era lo que más hacían cuando estaban en la seguridad de Londres.
Allí estaba Steve, recostado mirando el techo sin una pizca de cansancio. Gracias al suero sus necesidades habían disminuido bastante. Lo cual era engañoso, principalmente al momento de alimentarse. No le daba hambre, cuando les escaseaba la comida él en realidad no comía, no que su equipo se diera cuenta claro, y eso era debido a que no lo afectaba, no disminuía su energía, pero era capaz de devorar cantidades enormes cuando tenía la oportunidad así que su cuerpo sí necesitaba ingerir algo. Suponía que con el sueño era igual, él no estaba cansado y podía pasar días enteros con sus noches activo, pero seguro era necesario cerrar los ojos de vez en cuando y era un poco molesto cuando no era capaz.
Se levantó dispuesto a dar una vuelta, aclarar su mente. Al salir, la puerta frente a la suya se abrió también y se encontró con Bucky. Tan despierto como él. Al verse los dos sonrieron, porque Steve siempre quería sonreír de solo pensar que ahora la relación con su alma gemela por fin estaba tomando el curso correcto. Bucky miró ambos lados del pasillo y asegurándose que estaba despejado, cerró su puerta y empujó a Steve para que ambos entraran en la habitación.
El pánico que Steve pudo sentir por el atrevimiento de Bucky al hacer algo así en medio de una base militar, se perdió en el instante en que unos brazos rodearon su cintura y un rostro se acomodó en su pecho. Él lo abrazó de vuelta y se acomodó para acercarse lo más que pudiera. Al estar los brazos de ambos descubiertos, su piel se tocaba y las sensaciones de felicidad, paz, tranquilidad y amor los recorría sin detenerse. Bucky se movió jalándolo en dirección a la cama, la mente de Steve quiso negarse, decirle que debía regresar a su habitación pues si acaso alguien decidía entrar estarían en serios problemas, pero su cuerpo simplemente fue y lo siguió y se acostaron juntos y abrazados.
Bucky se acomodó para verlo a los ojos sin separarse. Era una sensación increíble solo estar de esa manera. Se acercaron al mismo tiempo para besarse. Y volvieron a posicionarse únicamente abrazados. Solo pasaron unos segundos hasta que ambos se quedaron dormidos.
De pie en la cima de la montaña, el frío, el viento y la nieve los golpeaba sin compasión, calándoles hasta los huesos. Al menos eso notaba Steve en sus compañeros que, aunque sin quejarse, no dejaban de temblar. Bucky era el que más parecía resistir al clima junto con él, aunque definitivamente no a su nivel. Observaban las vías desde el punto exacto de donde se deslizarían. Steve agradecía nunca haber desarrollado miedo a las alturas. Y Bucky sacó a tema sus viajes a Coney Island. No era lo que planeaba, pero eso solo provocó en Steve una sonrisa, pues cada vez que iban con algunas señoritas, como no querían estar con él, se sentaban aparte dejándolos a ellos juntos. Si Steve lo pensaba bien, esas citas dobles siempre habían parecido meras excusas para que ellos dos pudieran ir a ciertos lugares sin que los señalaran.
–Esto no es una venganza ¿o sí? – Dijo Bucky sin despegar la vista del lugar a donde, literalmente, debían lanzarse.
–¿Por qué piensas eso?
–En serio, Steve, después de esto te obligaré a que me prepares chocolate caliente y me lleves el desayuno a la cama por el resto de tu vida. – dijo Bucky moviendo la nieve con sus botas. Steve se giró a verlo.
– ¿Esperas que esté junto a ti toda mi vida? – le preguntó. Bucky lo miró con seriedad a los ojos antes de contestar.
–Vamos a estar juntos para siempre, Steve, ni siquiera lo dudes. – Steve le sostuvo la mirada. Había algo allí entre ellos que debía ser mencionado, algo referente a lo que sería su relación una vez terminada la guerra. Se alegraba de poder expresarse más abiertamente con su quipo presente, pero había algunas cosas que necesitaban privacidad, y ese algo que se dio en ese momento era uno de ellos. Sin mencionar que el tren ya venía en camino. Era momento de llevar a cabo la misión. Después necesitarían una seria charla sobre su futuro.
Steve seguía pensándolo mientras ingresaban al tren. Incluso cuando los separaron y estaba cada uno luchando su propia batalla. Su futuro, su futuro con Bucky. Cuando dejaran esta guerra atrás, cuando regresaran a casa juntos y fueran capaces de compartir el resto de su vida como las almas gemelas que eran.
Entonces el hombre que parecía robot regresó y disparó haciendo un enorme hueco a un costado del tren y los lanzó hacia atrás. Steve se levantó lo justo para ver como Bucky tenía su escudo y de pronto había salido por el espacio destruido del tren. En modo automático se levantó y lanzó su escudo al enemigo para que no molestara y se quitó el casco para ver sin problemas, Bucky estaba allí sosteniéndose con esfuerzos de un tubo y Steve sintió que su estómago se apretaba. Fue a ayudarlo.
Cuando Steve estiró el brazo hacia Bucky, sentía un hormigueo por su cuerpo entero y como si sus músculos se tensaran, no podía respirar bien. Se mejor amigo no pudo sostenerse por más tiempo y Steve lo vio caer, alejarse con ambos brazos estirados hacia él, tratando de alcanzarlo, un último contacto. Steve lo vio en cámara lenta. No gritó, no se arrojó detrás de él. Es que simplemente no creía lo que estaba pasando.
Bucky no podía simplemente haber caído, no así, no de ahí.
Eso no era verdad, eso no podía ser verdad.
Estaba alucinando, seguro.
Agachó la cabeza como si doliera, pero no era así, no sentía nada. El frío, el viento, el dolor por los golpes, el miedo, el dolor, la desesperación, la concentración, el valor, la misión. Nada. Todo lo que era capaz de discernir era un vacío blanco y a Bucky que ya no estaba donde debería estar.
Volvió a subir al tren. Terminó la misión. Y cuando se reunió con los comandos buscó a Bucky entre ellos. Porque Bucky no podía haberse ido, eso no podía haber pasado de verdad.
Las miradas del resto lo espabilaron. La tristeza, la compasión.
Y entonces Steve se desmayó.
Como un grito desesperado, lo primero que acudió a su mente en cuanto tuvo la suficiente consciencia, fue el nombre de Bucky, escalando lastimosamente por su garganta sin emitir ningún sonido. Abrió los ojos de golpe, agitado. Estaba solo, en algún lugar que tenía cables y tubos y máquinas. Era más como un laboratorio montado en una bodega que como un hospital. Se incorporó y trató de ubicarse mejor. Una silla ligeramente separada de donde él estaba acostado, una libreta con notas, un bolígrafo y un muy ligero olor a tabaco le indicaron que quien fuera la persona que lo estaba cuidando acababa de salir. Tenía puestas unas ropas holgadas. Encontró su uniforme en el mueble que estaba al otro lado de la habitación. Se cambió y salió de allí. Caminó a través del edificio, algunas personas que rondaban por ahí lo miraron, pero ninguno se acercó a él. Y él seguía, inútilmente buscando a quien sabía que no estaría en ningún lado.
No podía seguir negándolo.
Comenzó a sentirse vacío. Necesitaba a Bucky, sentir su contacto, escuchar su voz, verlo a los ojos y decirle que lo amaba. Dolía, en su pecho, en su cuerpo entero y las lágrimas que muy probablemente debía derramar no llegaban a sus ojos. Tratando de alejarse de todos, fue a meterse entre algunos restos. Y en un desesperado intento de acabar con lo que sentía comenzó a beber. Lamentablemente sabía de antemano que no importaba cuánto alcohol metiera en su sistema, no reaccionaría. Fue molesto no poder hacer lo único que necesitaba, nublar su consciencia y ya no percibir nada más.
Peggy fue quien lo encontró, y siendo ella, logró salvarlo de deshacerse en sí mismo de tristeza.
–¿Su marca se ha ido? – preguntó ella con delicadeza. Ella tenía nombre en su hombro izquierdo que era lo que le impedía tratar de comprender la crudeza de perder a un alma gemela. Aún más después de conocerla y estar tanto tiempo juntos como ellos lo habían estado. Solo sabía por rumores que cuando la relación era muy fuerte, la marca permanecía un poco más, al contrario de, por ejemplo, las personas que recién habían descubierto a su alma gemela, donde la marca se iba inmediatamente. O las personas que nunca lo habían hecho y quedaba en suposiciones que pasaba igual.
–No lo sé – dijo Steve moviendo la botella entre sus manos –, no he querido ver. No quiero... confirmar que él se ha ido. Si yo levanto mi camisa y descubro que ya no hay rastro de su nombre, no sabría qué hacer conmigo mismo. – dio otro inútil trago a la bebida que tenía. Él tenía un vacío en el pecho, doloroso y estrujante, sentía que se desharía en cualquier momento, que se colapsaría hacia adentro y dejaría de ser una persona viviente. Tenía miedo incluso de tocarse y con los puros dedos darse cuenta de que ya no había nada en su piel.
Peggy lo tomó de la mano y lo apretó ligeramente para mostrarle su apoyo. Steve lo agradeció. Porque justo en ese momento donde el mundo parecía haber perdido su significado, ella estaba a su lado, guiándolo e incitándolo a levantarse y seguir adelante. Aunque en el fondo, Steve se preguntaba si eso era lo que él quería. Probablemente no. Y no podía darse el lujo de tener esa clase de depresiones en medio de una guerra que aún no ganaban. La miró a los ojos, esos hermosos ojos que transmitían tanta fuerza. Steve se aferró al sentimiento que lo invadió en ese momento.
Luego, lo primero que hizo fue ofrecerse para una misión suicida entrando solo a atacar la base avisando y llamando la atención sobre él. Él era el Capitán América, lo lograría y el resto vio su punto. Excepto Peggy, quien no dejó de mirarlo con el ceño tan ligeramente fruncido que si no la conociera quizá no lo hubiera notado.
–Hey, Steve, escuché que estas tratando de morir – le dijo Howard cuando estaba preparándose para salir –, me preguntaba si se debía a que perdiste a tu alma gemela. – preguntó tan naturalmente que Steve no pudo pasar de una expresión de incredulidad. – Ya que sufriste bastante el desvanecimiento de tu marca por el suero, creí que la pérdida del vínculo no te afectaría tanto como para que tomaras esta clase de decisiones.
–Howard – llamó Peggy apareciendo detrás de él.
–Lo siento. Curiosidad en nombre de la ciencia. – miró a Steve y apretó su hombro – Cuando regreses hablémoslo con tacto.
Steve suspiró. Howard era un buen hombre, pero desde hace tiempo sabía que no le tenía ningún respeto a lo referente a las almas gemelas. Esperaba que cuando conociera a la suya, y sintiera el nacimiento de su vínculo entendiera todo lo que se perdió. Trató de agradecerle la desmesurada confianza que le estaba teniendo en ese momento e incluso el esfuerzo que trataba de hacer en empatizar con él. Pero su mente estaba entregada a otra cosa. Y notaba que Peggy lo sabía.
Caminaron juntos en silencio. Al momento de separarse solo se miraron un instante a los ojos. Steve se concentraba en eso. En ellos. En las personas por quienes aún podía pelear, el mundo que aún necesitaba salvar. Así subió a su motocicleta y se fue.
La volvió a ver cuando llegó tan valiente e imponente como solo ella podía. Venciendo personas y abriéndose camino. Cuando estuvieron frente a frente, se distrajo en ella ¿Quién no lo haría? Era demasiado increíble. Pero tampoco era tiempo, lo que él sentía, nada. Y así siguió con su camino. Tratar de perseguir un avión a pie nunca entraría en su lista de las mejores ideas que ha tenido, pero allí estaba Peggy una vez más.
Estaba decidido a detener a Cráneo Rojo y no darle ni una oportunidad de dañar ninguna vida más. Se levantó para tomar el impulso necesario para alcanzar el avión que a alta velocidad se alejaba de ellos.
Girarse a besarla en el último momento se había sentido tan natural, como si eso fuera lo indicado, lo que debió hacer desde el principio. Miró a Peggy a los ojos y entendió que ella era una persona a quien podría regresar. Miró al coronel para confirmarlo y este le dijo tan fácilmente que no lo besaría, sin darle gran importancia a lo que su broma sugería que Steve se preguntó si habría aceptado lo que Bucky y él eran. Lo averiguaría después, en ese momento se giró y lanzó a las llantas del avión. Tras asegurarse de que habían logrado frenar a tiempo se enfocó en su misión.
Solo que, ya en el avión, una vez que el hombre detrás de todo ya no estaba y solo quedaba deshacerse de las armas para que no afectaran a nadie, en lugar de buscar alternativas, porque seguramente había, decidió irse junto con ese avión.
No dudaba que si intentara regresar Peggy lo aceptaría, y que podría estar con ella y ser feliz a su lado. Peggy era una mujer que le había dejado tal impresión y que había llegado tan profundo en él que se atrevería a decir que se había enamorado de ella. Y para ella era igual, no trataba de adjudicarse el sentimiento por demasiada confianza, se trataba de algo que uno era capaz de percibir. Peggy trató de hacerlo cambiar de opinión, pero entendió el verdadero motivo por el que lo hacía.
Sí, podía enamorarse de alguien con quien no compartía marca.
Pero no se veía capaz de seguir sin su alma gemela.
–Todavía no sé bailar – le dijo. Quería escuchar su voz, hasta el último momento. Tenía una foto suya justo allí, para acompañarlo. Le hubiera gustado tener otras fotos, pero la de ella era lo suficientemente reconfortante.
–No llegues tarde – siguió comentando ella mientras seguía la conversación que tenían.
Steve siguió hablando mientras el hielo se acercaba más y más y más hasta que sintió una salvaje sacudida. No sabía a qué parte del avión había sido lanzado, estaba bajo el agua y todo era frio. No veía nada y no lo sentía. Pero no importaba.
Ahora se reuniría con su alma gemela.
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Cuando despertó creyó estar alucinando. Las montañas cambiaban de forma.
No, no era eso, se estaban moviendo. Claro, era él quien se estaba moviendo. Pero no lo sentía, no sentía su cuerpo ni la sensación de estar sobre algo más. Trató de recordar cómo había llegado a esa situación.
Estaban en una misión, sí, había entrado junto con Steve al tren.
Bucky trató de mover la cabeza, pero solo pudo bajar la mirada un poco. Había sangre que llegaba hasta él. No, también se equivocaba en eso, él era quien estaba dejando un rastro de sangre. No iba sobre nada, estaba siendo arrastrado sobre la nieve.
Eso no lo impactó tanto, no cuando recordó estarse sosteniendo con esfuerzos del trozo semi destruido del tren y a Steve tratando de alcanzarlo. Y el miedo que Steve reflejó cuando él cayó. Cayó al vacío, a su muerte, y lo único que pudo pensar fue que no estaría allí para consolar a su alma gemela.
Estaba congelándose. Pero su marca se sentía tibia. Lo único de él que vivía, lo único que significaba algo.
Por fin un hombre caminó a una altura donde él alcanzaba a verlo. Vestido todo de negro. Quería preguntarle por Steve. Pero vio la insignia roja sobre su hombro.
Era Hydra.
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Después de tu alma gemela
FanfictionTodas las personas buscan a su alma gemela. Saben que es algo especial y desean estar junto a la única persona que está garantizado siempre los amará. Todo el mundo cree que una vez que el nombre de su piel se completa vivirán un eterno felices para...