Una marca en el cuerpo

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A su corta edad de solo 3 años, Tony llevaba como una semana teniendo la misma pesadilla, y sabía que eso no era bueno para él. Pero un poco más allá de lo que significara, tenía miedo.

Se encontraba en medio de una oscuridad absoluta, todo era negro, solo se veía a él mismo, no había diferencia entre el suelo, el techo o las paredes. Como si estuviera en la nada. Estaba solo. Y no era únicamente porque no pudiera ver a nadie más. Lo sentía. Sentía que no había nadie y que nunca lo hubo y nunca lo habría. Caminó, avanzó y luego corrió. Corrió y corrió lo más rápido y no se movía de lugar en realidad, y creyó que allí estaría por el resto de su vida. Que terminaría desolado y sin que nadie, nunca, se percatara de su ausencia.

Despertó. Respiraba agitadamente y tenía miedo. Aunque ahora estaba en su habitación seguía solo. Quería a sus padres, pero sabía que estaban en uno de esos viajes a los que siempre iban. Supuso que si llamaba a Jarvis iría y lo quería, pero ni siquiera él lo ayudaría a superar esa sensación de soledad.

Abrazó su osito de capitán américa, el único juguete infantil que su padre le permitía tener. Continuó observando la pared sin poder volver a dormir esa noche por temor a perderse en la oscuridad solo y nunca volver a salir.


Tony ya era muy consciente de la extraña obsesión que su familia tenía con el capitán américa. Su padre le hablaba sobre el proceso que hizo para la creación de las máquinas en las que se llevó a cabo el cambio y los problemas que se presentaron por la falta de apoyo y que él pudo resolver hábilmente logrando así al increíble super soldado. El único momento en que su padre hablaba con una sonrisa en el rostro. Por eso le gustaba escuchar.
Su tía Peggy le compraba juguetes y también le contaba historias, le llevó comics y le mostró los dibujos animados, también algunos documentales. Las personas siempre encontraban algo nuevo de qué hablar si se trataba del capitán américa.

No importaba que hace varios años que ya había muerto, todos estaban muy sonrientes si se mencionaba algo, cualquier cosa relacionada con él. Y si Tony quedaba en primer lugar de la escuela, la escuela entera, incluyendo a los grados superiores, a nadie parecía importarle tanto como el hecho de que el Capitán América una vez llevaba una calceta diferente a la otra. Empezaba a ser desesperante. Pero la tía Peggy siempre tenía ese brillo especial y su padre sonreía haciendo que su mamá sonriera también y hasta Jarvis sonreía así que estaba bien.

Estaba en la sala con la tía Peggy viendo la tele, el documental trataba de montones de conjeturas sobre lo que pudo ser la vida personal del héroe de américa. Su tía daba algunos resoplidos en algunos puntos y le explicaba que se equivocaban monumentalmente. Cuando él le preguntó por qué no había participado si sabía tanto, ella contestaba que no tenía derecho a difundir aquello que Steve probablemente hubiera preferido mantener en privado. Luego de que muchas mujeres afirmaran haber salido con el capitán antes del suero y que por ello habían tenido una relación más íntima con él, pasaron a hablar sobre las mujeres que afirmaban haber tenido su nombre. Haber sido su alma gemela.

Le dio una mirada a su tía, pero ella seguía haciendo gestos ante cada declaración. El narrador del documental dijo 'El gran secreto del capitán américa' en donde incluso analizaron más fotos que había de cuando fue lo del suero, pero todas difíciles de diferenciar, él se había encargado de ocultarlo bien. Había quienes decían que su marca estuvo completa, quienes decían que no lo estuvo, quienes decían que ni siquiera tenía. Entonces una foto de Peggy apareció y el narrador comentó que ella era quien más se sospechaba que, o era su alma gemela o sabía quién era. Junto con Howard, los únicos conocedores. Como, obviamente, no podían sobornar a Stark, le habían ofrecido monumentales cantidades de dinero a la señorita Carter para que revelara el secreto, pero se había negado. La gente seguía haciendo especulaciones.

–¿Sabes quién era su alma gemela, tía Peggy? – preguntó Tony movido por la curiosidad.

–Sí, lo sé. Pero, incluso más que el resto de cosas, respetaré su deseo de mantenerlo en secreto.

–¿Me lo dirías a mí? – trató de poner una gran e inocente sonrisa que tuvo algo de mueca por el puro deseo de obtener información que el resto no tenía –, no le diré a nadie.

–Tal vez – le dijo ella dedicándole una sonrisa también –, si te portas bien.

–Yo me porto bien. Papá me está enseñando a armar circuitos y estoy aprendiendo rápido.

–¿Armar circuitos? Tony, podrías recordarme tú edad.

–Tengo 3 – levantó la mano para mostrar con sus dedos la edad que tenía – con siete meses. Que serían mil trescientos cinco días.

–¿Los cuentas?

–No, solo lo calculé.

Peggy acarició su cabello y lo felicitó por ser tan inteligente. Cambiaron el documental por una película. Que luego pasó a otra y terminó con una romántica ubicada en la guerra. El hombre protagonista se había separado de su pelotón en un ataque y estaba solo moviéndose entre grupos enemigos. Pero, sin importar la situación tan desfavorable en la que estaba, cada noche se descubría el antebrazo y leía un nombre completo, lo besaba y la imagen cambiaba a una mujer que esperaba preocupada en casa y que hacía lo mismo al mismo tiempo, solo con eso el soldado era capaz de seguir.

–¿Eso es cierto? – preguntó Tony después de un diálogo.

–¿Qué preguntas si es cierto?

–Con el nombre de tu alma gemela en tu piel, nunca volverás a estar solo. – Tony llevó una mano a la parte trasera de su rodilla derecha, un poco por encima de su pantorrilla. Sabía que para las personas eso era un suceso que olvidaban y terminaban creyendo que la marca la habían tenido siempre o que había aparecido de un día para otro sin más, él, en cambio, recordaba. Un extraño cosquilleo allí donde ahora estaba, una sensación de emoción e incertidumbre durante casi una semana entera y pequeños trazos que no se iban ni siquiera cuando se mojaba. Hasta que por fin unas letras se terminaron de formar.

–Es cierto. – le contestó Peggy con una ligera sonrisa.

–¿Sin importar dónde esté?

–No importará.

–¿Ni en la obscuridad más absoluta?

–Donde sea, cuando sea, tu alma gemela estará contigo. Y esa marca es la prueba de que una parte de esa persona especial ya te acompaña.

Tony bajó la mirada. Otra cosa que recordaba era la expresión de su madre al mostrárselo. Miedo, enojo, frustración y más miedo. Lo había cubierto de inmediato. Si su madre que siempre era tan buena había reaccionado así, no quería imaginarse a su padre. Con curiosidad por la reacción investigó por su cuenta a qué pudo deberse y dio con una respuesta lógica.

–¿Aunque sea un hombre?

Peggy hizo una expresión de desconcierto durante menos de un segundo, pero lo suficiente para que Tony lo notara y se sintiera mal por habérselo dicho.

–Eso no importa – le dijo ella con convicción.

–Todas las personas tienen el nombre de alguien del sexo contrario.

–No todas – afirmó ella – es solo que antes las personas lo escondían, pero ahora parece que se atreven a decirlo en voz alta cada vez más. – Tony desvió la mirada no muy convencido –. Está bien. – Prosiguió ella – Mira, el Capitán América, Steve, su marca era de un hombre también.

Tony la miró con sorpresa. Pudo ver en sus ojos que no le estaba mintiendo con la esperanza de hacerlo sentir mejor. Ella no era así, aunque era muy dulce también era bastante estricta y siempre le decía las cosas como eran. Casi quiso sonreír al pensar que el héroe de su familia había tenido el nombre de un hombre en él porque eso significaba que él sería aceptado. Pero entonces bajó la mirada otra vez.

–Él lo escondía. 'El gran secreto del Capitán América'.

–Lo mantuvo oculto de los medios, sí. Pero nunca se avergonzó de ello. Él lo amo y estuvo con su alma gemela. Incluso tu padre lo sabía.

Tony se repitió eso mentalmente. Su padre lo sabía, su padre lo sabía y lo aceptaba. Su alma gemela estaría con él, a pesar de ser hombre.

En la noche Tony volvió a tener esa pesadilla que lo llenaba de desesperación. Trató de calmarse y pasó su mano por el lugar donde estaba el nombre de su alma gemela. Para sentirse mejor intentó darle un rostro al nombre y de alguna manera terminó siendo muy similar al Capitán América. Eso lo calmó y a partir de esa noche Tony pudo dormir mejor.


Fue en su cumpleaños número siete, la primera vez que sus padres estuvieron presentes.

Su madre le había organizado grandes fiestas con muchos niños que él no conocía y un montón de postres, todos los años anteriores. Pero este, que estarían presentes, Tony le había pedido que solo fueran ellos. Y así, con demasiados regalos como para crear una montaña y subirse a la cima abandonados en un rincón, Tony sopló a las velas del pastel que estaba en medio de él y sus padres con Jarvis detrás.

–¿Que deseaste? – le preguntó María con una sonrisa.

–Estar con mi familia junta para siempre. Con mamá, papá, Jarvis, tía Peggy y Peter.

Howard levantó la mirada de los documentos que estaba revisando y que perpetuamente parecían ser más importantes que su hijo.

–¿Peter?

–Mi alma gemela – dijo Tony con una sonrisa.

María se cubrió la boca con ambas manos y miró a su marido con algo de terror.

–¿Peter? ¿Un hombre? ¿Tu alma gemela es un hombre? – miró a su esposa con enojo – ¡¿Cuándo me lo pensabas decir?!

–No tienes por qué enojarte – trató de calmarlo.

–Claro que sí ¡Esto será una vergüenza para el apellido Stark!

Tony respingó. No había pensado que pudiera ser una vergüenza. Observó a su madre tratando de tocar a su padre, según sabía el contacto entre almas gemelas era bueno para relajarse, pero él rehuía de ella y seguía quejándose y maldiciendo. De alguna manera no se esperaba tal rechazo y recordó por qué.

–Pero el Capitán América también tuvo un alma gemela hombre... – mencionó el único argumento que creyó que funcionaría. – y estaba bien.

–Para el Capitán América sí – dijo Howard –, pero tú no. Maldición, Anthony, no quiero que lo menciones nunca, a nadie.

Cuando su padre le hablaba de esa manera era intimidante y Tony solo pudo apretar los puños con impotencia mientras María y Jarvis le daban esas miradas como si estuvieran tristes por él y no pudieran hacer nada al respecto. Se enojó mucho y se llenó de impotencia.

Tony se fue sin tocar el postre que se supone lo celebraba.


–Odio al Capitán América – dijo Tony antes de beber lo que le quedaba de cerveza de un trago.

–Sí, claro – le dijo Rhodey alejando las botellas de su alcance, no importaba lo que el pequeño genio se creyera, seguía siendo un niño – trata de decirle eso a todos los mortales que tienen información errónea sobre el capitán américa y deben escucharte corrigiéndolos por media hora.

–Saber sobre él no significa que me agrade – se recargó en el respaldo del sofá resignado, tenía más pereza de alcanzar otra cerveza que antojo de una –, solo es que tenía que escuchar a Howard y a la tía Peggy desvivirse por hablar de él.

–Y a ti te molesta tanto, ¿verdad? – le dijo con un ligero rastro de sarcasmo.

–Claro, venir al MIT fue bueno para todos. Howard lanzaba flores cuando me fui de casa y apuesto que en este momento está en el ártico picando hielo. No sé qué espera encontrar.

–Esperanza. – le dijo Rhodey, la única persona del lugar que se había acercado a hablarle sin sentirse intimidado por su genio de solo trece años ni repelido por su actitud arrogante de quien está acostumbrado a obtener lo que quiere.

–Un cuerpo putrefacto – deseó Tony con todas sus fuerzas, y que cuando Howard lo encontrara se pusiera a llorar patéticamente.


La siguiente navidad regresó a casa, su madre lo abrazó y le llenó el rostro de besos. Jarvis también se veía feliz de verlo. Howard no se veía por ningún lado. Pero Tony no lo buscaba así que se sentó y le contestó a su mamá todo lo que ella quería preguntarle. Cuando dio la hora de la comida Howard bajó y el silencio inundó el lugar. Se sentó a la mesa y le dio una mirada a Tony.

–¿Cómo vas en la escuela?

–Soy el primero de todo.

–Bien.

Y Tony se enojó con sigo mismo por haber sentido una interna emoción por solo una estúpida palabra.


En una fiesta de alberca la mayor parte del tiempo se fue en sorpresa y hablar sobre los nombres que se podían ver en algunas personas.

"¡Tu nombre ya está completo!" "Oh, amiga, yo conozco a un chico que se llama así, tal vez debería presentarlos" "¿Por qué no se ve tu marca? ¿Pues en dónde la tienes?" "Que nombre tan normal, será muy difícil conocerlo"

Y más estupideces de esa naturaleza.

–Eres consciente de que esa especie de tela que pusiste en tu pierna solo evidencia en dónde está tu marca ¿verdad? – le preguntó Rhodey que había ido solo por las constantes insistencias de Tony que trataba de hacerlo socializar.

–No es el lugar lo que trato de ocultar – dijo Tony moviendo el líquido de su copa – si no lo que dice.

–Una actitud de ese tipo sólo provocará más interés. Dentro de nada tendrás a gente siguiéndote y esparciendo rumores de ti.

Tony miró a una chica salir del agua. Con la tela húmeda pegada a su cuerpo casi podía decir que estaba desnuda, bebió lentamente de su copa y ella al notarlo le devolvió la sonrisa coqueta. Tony se planteó que, si no podría evitar que hubiera rumores sobre él, les daría buenos rumores que esparcir.
Esa noche, a los catorce, Tony perdió su virginidad con una chica de la que nunca supo su nombre.


–Si hubieras tenido la oportunidad ¿Habrías elegido a Howard como alguien con quien estar? – le preguntó Tony a su madre durante las últimas vacaciones que tendría del MIT. En solo un par de meses se graduaría y se convertiría en la persona más joven que haya salido de allí.

–Yo creo sí – le contestó ella con una sonrisa.

–¿Por qué? Su relación nunca parece ir bien y tú solo sufres por su culpa.

–Sabes que no es así, cariño. Aunque tu padre tiene algunos momentos malos, he aprendido a aceptar todo de él. Es un hombre maravilloso. Esta marca podría ser solo un atajo – ella movió un poco su antebrazo donde Howard Stark se leía con claridad –, una ayuda para las personas. Pero estoy segura de que, de alguna manera, aún si las marcas no existieran, todos terminarían unidos a quienes se les designó.

Tony hizo una mueca. No le gustaba esa idea de que había un destino y que ya estaba previsto que terminarían con alguien. No quería eso, no quería nunca encontrar a nadie que se llamara Peter y mucho menos tocarlo. Ni siquiera quería estar en una relación con un hombre, gozaba bastante con las mujeres.

–¿Estás lista, María? – entró preguntando Howard – Se nos hace tarde.

–¿Y tienes prisa? – preguntó Tony mientras María tomaba su bolso – El avión es tuyo, seguirá allí hasta que tú lo ordenes ¿No?

–Obadiah está saturando el buzón de mensajes porque ya está en el aeropuerto. – le dijo levantando los hombros. A veces, cuando Howard actuaba como si algo más que sus experimentos le importara, hasta Tony sentía que parecía un buen tipo. Muy, muy a veces.

–Dale mis saludos a Obi. – fue su única despedida.

Tony casi se había puesto a escribir un discurso para su graduación. Hubo una fiesta a la que sus padres obviamente no fueron. Hubo mucho alcohol, muchas chicas. Cosas borrosas y Rhodey llegando a rescatarlo de la primera vez que perdió la consciencia por causa de la ebriedad. Y mientras viajaba a su casa con una resaca de los mil demonios se iba repitiendo en la mente lo que le diría a Howard.

"Mira, aquí, tu hijo, al que no deseas y fue solo el resultado de un maldito nombre en tu antebrazo que nos hizo sufrir a mamá y a mí. Podría crear a mi propio superhéroe ahora y no sería un ridículo hombrecito en mayas"

Pero sus padres no estaban en casa. Como siempre. Y para cuando llegaron él estaba dormido y ya había perdido toda la rabia que le tenía al hombre por no estar presente cuando le dieron todas esas menciones honorificas.

Tony y Howard habían tenido una discusión cuando se separaron. Ni siquiera había querido escuchar a su madre. Y ese se volvió el último recuerdo que tuvo cuando le llegó la notificación del accidente de auto que sus padres habían sufrido.

Tuvo que hacer mucho papeleo. Obadiah estuvo con él todo el tiempo. Todo se movía más rápido de lo que recordaba.


Llegó a la mansión, Jarvis seguía apoyando en la organización del funeral por orden suya, estaba de pie en medio de ese gran espacio. Era de noche, todo estaba silencioso. Era una obscuridad que lo rodeaba y se sentía solo. Sabía que lo estaba. Y le recordó a esas pesadillas que solía tener. No le gustó, ahora sabía que el nombre en su pantorrilla no significaba nada. Sentía algo en el estómago que le decía que estaba triste, pero no tenía ningún deseo de llorar. Como no tenía sueño ni cansancio bajó al taller de su padre y comenzó a trabajar en un viejo prototipo que su padre tenía arrumbado. El reactor Arc.

En cuanto cumplió la mayoría de edad todas las posesiones pasaron a ser suyas, así como la empresa. Tony no estuvo nervioso en ningún momento, él sabía a lo que iba. Llegó ordenándole a la gente qué hacer. Como si él siempre hubiera pertenecido a ese lugar a pesar de las pocas veces que había podido acompañar a su padre. Y quienes dudaban de él se callaron en el momento en que les mostró el nuevo prototipo de arma que había diseñado con inteligencia integrada. "No habrá errores – les dijo – Solo dará a quienes sean un blanco" e Industrias Stark se puso a sus pies.

No, Tony no se preguntaba qué es lo que pensaría Howard de él, pero cuando Obadiah apretó su hombro y le dijo que su padre estaría muy orgulloso, tuvo que aceptar el cumplido.


–Disculpe, señor Stark, hay un error en estas cuentas. – la mujer de pie frente a su escritorio le extendió unos papeles y Tony la miró con una ceja levantada.

–Yo hice esos cálculos, no hay errores.

–Hay uno – continuó ella sin dejarse intimidar por su presencia y sin perder esa pose erguida que seguro era muy incómoda – yo misma lo encontré en las cuentas de la semana pasada.

Tony entrecerró los ojos. No recordaba la semana pasada en absoluto, había estado tan ebrio que le sorprendía no haber terminado con un coma etílico. Tuvo que suponer que, quizá, solo por esa ocasión podía haber un error. La volvió a mirar, delgada y con el cabello de un pelirrojo claro, tenía lindas pecas que adornaban su rostro. Esa mujer había revisado el documento a consciencia. Él se había enterado de que casi siempre los dejaban pasar debido a que era él mismo quien los hacía.

–¿Cómo te llamas? – le preguntó y pudo notar el pequeño nerviosismo que le dio a ella, probablemente creyendo que la despediría por insolencia.

–Virginia Potts.

–Bueno, Virginia, felicidades. A partir de este momento eres mi secretaria personal.

–¿Qué?

–Ya me oíste.

–Pe-pero, por qué, quiero decir, yo no, cómo podría, ser la secretaría de Anthony Stark.

–Averígualo mientras corriges esas cuentas ¿sí?

–Pero debo volver a informar a mi jefe que-

–Yo soy tu jefe ahora, y el jefe de tu anterior jefe. Relájate, arregla eso.

–Como ordene, señor Stark. – le dijo ella visiblemente alterada. Tony sospechaba que no había avisado ni siquiera que tenía planeado ir a decirle al jefe de hasta arriba que había tenido un error, o tal vez cuando lo había informado nadie más había querido enfrentarlo.

Sonrió y pensó que, si ya tenía una secretaria allí, no necesitaba estar presente en la empresa. Salió con Happy justo detrás de él. De todos los guardaespaldas que Obadiah le había recomendado ninguno era agradable, pero la insistencia lo hizo pensar, así que buscando por su parte lo encontró a él. Le agradaba porque a diferencia de los sobreprotectores guardaespaldas que trataban de controlar su vida, él solo estaba para asegurarse de su bienestar y apoyarlo.

Llegó a su casa y fue recibido por Jarvis. Tony ya le había dicho varias veces que podía retirarse a descansar, pero su amable mayordomo insistía en querer pasar los últimos años a su lado. No le gustaba eso, 'últimos años' porque lo hacía ser más consciente de la edad que tenía la última persona de su hogar que le quedaba.

Bajó a su taller esquivando por poco un mal movimiento de Dum-E. Tony se juraba cada noche al irse a dormir que lo desarmaría y se construiría un abrelatas con sus partes. Ya estaban construyendo el reactor Arc para alimentar a la empresa. Obadiah insistía en que no perdiera su tiempo en eso, al menos no demasiado, porque lo más importante que podía hacer para elevar las ganancias de la empresa era poner a trabajar esa capacidad de crear armas que tenía, como nunca nadie lo había hecho.

Estaba dibujando los bocetos de unos planos cuando Jarvis bajó.

–Hay una mujer llamada Virginia Potts que lo busca.

–Ah, sí, pásame la llamada.

–Ella está aquí, señor. En la recepción.

Tony lo miró solo para asegurarse de que había escuchado bien. Se levantó y subió. Si ella tenía deseos de darle una buena mirada a su casa como el resto de personas que entraban allí por primera vez, lo disimuló muy bien.

–Señor Stark. – fue lo primero que le dijo, y Tony tuvo que contener una sonrisa.

–¿Sí? – dijo él.

–Me gustaría hacer la transferencia formal, así que traje los papeles que se requieren para que, en cuanto los firme, me convierta oficialmente en su secretaria. – en esa ocasión dejó que la comisura de su labio subiera para formar una sonrisa ladeada. Tomó los papeles que ella le ofrecía y los leyó. Conforme con lo que decía los firmó con un bolígrafo que ella misma tenía.

–Bienvenida a mi vida, señorita Potts.

–Es un placer, señor Stark. – ella le sonrió suavemente y Tony creyó haber hecho la elección correcta – Aquí están las cuentas arregladas y verificadas del mes, unos permisos para pruebas que llegaron mientras usted no estaba y también organicé su agenda con las citas más próximas.

Tony observó cansado lo que le ofrecía y al verla al rostro, ella tenía la misma expresión. Sí, Tony ahora estaba seguro de que había hecho la elección correcta.

Después de tu alma gemelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora