LXIII

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Por más vueltas que he dado no encuentro mi mochila deportiva. 

Buscaba mi pequeña mochila donde guardaba mi ropa que utilizaría hoy en educación física, siempre la traía este día y nunca antes la perdí. Estoy seguro de haber ya recorrido todo (casi) el colegio tratando de encontrarla, no recordaba el lugar exacto donde la deje olvidada. Tenía que encontrarla, iba a recibir un regaño monumental cuando llegará a casa si no era así.

No recordaba haberla sacado de mi salón pero no estaba cerca del colgador donde solía dejarla temprano. Entonces debí dejarla en alguna otra parte.

Este era el tercer recorrido que le daba al segundo piso en busca de mi mochila. Yein también estaba ayudándome con la búsqueda en otra sección del colegio, por separado era más efectivas.

—Sunhee —me llaman interrumpiendo mi minuciosa búsqueda. Era una de nuestras profesoras parada en la entrada del salón de maestros, tenía una pila de cuadernos y hojas sujetas en sus brazos.

Imaginaba el porque de su llamado, me dirijo hacia ella con pesar, casi arrastrando los pies.

—Necesito que lleves esto al salón de informática. Tengo un turno de clase ahí y debo repartir los cuadernos revisados. Hazme ese favor —sin que pueda excusarme o aceptar puso rápidamente la pila de cuadernos y hojas sobre mis brazos. Con las mismas se metió nuevamente sin siquiera decir gracias. Aprovecha su condición de maestra para dejar la amabilidad de lado.

Estaba pesado.

Le doy una ojeada a la primera hoja por pura curiosidad. Se trataba de una práctica. Continúo leyendo. Mi mirada se queda fija en una frase.

"Él le escribía cartas de amor para que supiera siempre existía alguien pensando en ella"

Mis pensamientos viajan rápidamente a mi chico anónimo. Mis cartas.

Era viernes. La vacaciones comenzaban, años anteriores hubiera estado eufórica por está fecha, este año era diferente, los días libres significarían no recibir ninguna carta. Posiblemente de igual forma no recibiría ninguna. Fui clara diciéndole que sería mejor si no volvía a escribir, aunque él volvió a escribir una carta. Tenía un sentimiento que marcaba que lo mejor sería dejarlo las cosas sin resolver.

Él deja de enviar cartas. Yo dejaba de leerlas. Los dos olvidamos que esto paso. 

Una parte mía lo quería y extrañaba, pero él no se animaba a dar un siguiente paso. En estos últimos días una tristeza me embargaba cuando aparecía en mis pensamientos. No quería tener acompañándome ese sentimientos a diario.

Tan metida iba en aquel mundo de cartas e identidades que tropiezo casi tirando la mitad de hojas al suelo.

Genial. Otro éxito para mi lista de triunfos.

Suspiro con muchísima frustración agachándome a recoger hoja por hoja luego de poner la pila de cuaderno en un lugar accesible. Hago un trabajo veloz, y sin esperar volver a enfrascarme en otro lío de pensamientos dirijo mi caminar hacia el aula de informática que se encuentra en el mismo piso siguiendo recto en el mismo corredor y dejar finalmente los dichosos cuadernos pesantes.

Tan pronto me asomo en el área de informática alguien se esconde detrás de unos de los soportes del CPU de una las computadoras del camino central del aulo. Debe ser algún alumno que teme que lo vea y fuero acusarlo por usar el servicio de internet fuera del horario permitido. No le tomo importancia de todas maneras no iría nunca acusarlo. 

Los cuadernos y hojas se vuelve cada vez más pesadas. Un esfuerzo más y podría dejarlos en el escritorio principal. 

Determinada a que mis brazos no cedan ante el peso sigo avanzando. Esta segura de lograrlo, la infortuna interfiere. 

Sin que pueda evitarlo esta vez tropiezo con mayor dificultad. A la par un leve quejido se puede escuchar. No puedo sostener mi cuerpo y este no tiene más opción que ir de golpe hacia adelante. Todo lo que traigo en las manos sale volando en diferentes direcciones. Algún objeto golpea unos centímetros debajo de mi abdomen. El dolor es intenso en esa zona. Descarto el dolor de mis rodillas, palmas de mis manos y en la zona superior de mi cabeza que impactó con el borde de una mesa cercana para centrarme solo en ese.

—Te lo buscaste. No es mi culpa —irritada se escucha una voz. La voz de la muchacha que estuvo fastidiándome. 

Ella no me importa ahora. No puedo soportar el dolor que sigue extendiéndose. Aprieto lo ojos, intentando levantarme. Tengo la suficiente fuerza para lograrlo.

Mi cuerpo pesado, débil y desorientado por el  fuerte dolor sigue quejándose cuando estoy de pie. No estoy segura de soportar un segundo más. Mis manos también adoloridas viajan hasta la zona que recibió mayor daño. Mi respiración se vuelve inestable.

Yoongi aparece como un rayo de esperanza. Hacemos contacto visual. Mi expresión de dolor no se esfuma en ningún momento.

La conciencia de la realidad no puede seguir siendo una opción para mí. Mi entorno se convierte en una negrura absoluta.

 Mi entorno se convierte en una negrura absoluta

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Love Letters《》 Min Yoongi (COMPLETA) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora