Si fuera capaz de volver al momento en el que me rompieron el corazón... probablemente hubiese dejado que hubiese sucedido igualmente.
Llevaba unos vaqueros grises, una camiseta rosa, y sudadera también gris para cubrir del templado invierno que nos azotaba. En los pies, unas zapatillas moradas que no le había visto antes. Probablemente nuevas, de "Papá Noel". Aunque, claro, hacía más de 4 años que no la veía. Y estaba hermosa. Había sustituido sus monas gafas por unas lentillas, y dejaba que sus ojos ocupasen su cara, pareciendo aún más bonitos sin ningún complemento que los entorpeciesen. Llevaba el pelo un poco más largo de lo habitual, y me pregunté si ya habría sucumbido a la espantosa moda juvenil que ella tan bien ignoraba. Aún a pesar de todo eso, le quedaba fenomenal. Aunque, a decir verdad, siempre estaba fenomenal. Se tocaba constantemente un anillo plano de plata que llevaba en el dedo anular de la mano izquierda. Llevaba dos más, uno en el dedo corazón de cada mano. En la muñeca izquierda llevaba un reloj de plata con los colores de los números de un tono pálido, probablemente rosa. En la otra muñeca llevaba una gomilla verde y una pulsera de esas de nudos de color azul cielo. Noté que en la oreja derecha, a parte del bonito y sutil aro de fina plata, llevaba una bolita, un pendiente medicinal, me pareció, y supuse que su madre le habría dejado hacerse el segundo agujero. O no. Con esta chica nunca se sabía. La camiseta dejaba entrever entre su fina tela un sujetador de color carne que marcaba sus pechos a la perfección y hacían que el pequeño y recatado escote de la maravillosa camiseta estuviese perfectamente colocado. Dibujé sus piernas con mis ojos y acabé en sus tobillos descubiertos por las vueltas del tan ajustado pantalón que tan tremendamente bien le quedaba. Entre el fin de la pernera del pantalón y el borde de sus zapatillas apenas había mucho, pero conseguí vislumbrar una tobillera de cuero alrededor de su tobillo derecho.
Estaba tan guapa que apenas escuchaba nada, tan concentrado como estaba en quedarme con una fotografía mental de todas y cada una de las curvas de su cuerpo. "¡Y ojalá fuesen todas!", pensé con un suspiro acalorado mientras mis mejillas enrojecían. Debió de darse cuenta de ello, porque también se sonrojó levemente y, tras bajar la vista a sus estudiadas zapatillas, me miró y sonrió de lado. Solo un poco. Pero, ¡joder! No la recordaba así. Y es que, aunque ya lo haya mencionado, estaba maravillosa. Espléndida.
Entonces su voz dijo hola, y sus labios se movieron, el hueco de su garganta vibró, sus pechos subieron y bajaron, y ella se balanceó suavemente. Y mi corazón se rompió. Juro que mientras veía toda esa escena a cámara lenta, su pelo balanceándose con ella, sus manos apretadas con los dedos entrelazados, y el miedo de sus ojos; escuché a mi corazón romperse. Sonaba como si un elefante gigante estuviese aplastando una casa con una familia dentro. Escuché los gritos, los platos y ventanas rotos, los muebles astillados, los colchones crujiendo, y la respiración lenta de la familia. O quizás fuese sólo la mía. Y cuando ya creí que no lograría recuperarme de aquella catástrofe, el elefante me obligó a sonreír, y de entre mis labios, con aliento entrecortado, salió un "hola".
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Mis pensamientos
RandomMomentos en los que solo un papel y un boli te libran de la cruda realidad. Aquí algún que otro par de palabras salidas de mis pensamientos.