C A P I T U L O 04

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Cuando desperté ésta mañana en una cama que no es la que comparto con Zab y una habitación que no es la nuestra, me sentí aturdida confundida y triste, pero luego recordé todo lo que sucedió, la  discusión que tuvimos y como me sentí al saber que había enviado a alguien a seguirme sin mi consentimiento y fué ahí cuando sentí como volvía a inundarme nuevamente el enojo.

Ese momento me recordó tantas cosas que creí ya podía dar por sentadas. Me hizo sentir insegura, desprotegida, vulnerable y...

Me hizo sentir nuevamente en el principio de todo, por eso precisamente no puedo creer que Zab haya hecho tal cosa, pero lo hizo y
entonces lo primero que hice al lenvantarme, fué dirigirme a nuestra habitación. Necesitaba hablar con él y tenía que aprovechar el valor que sentía en ese momento y pedirle verdaderas explicaciones.

Anoche estaba tan alterada que prefería dejarlo solo y dejar todo para cuando estuviera más calmada, pero cuando entré a la habitación no estaba. Se había ido al departamento de investigación. No puedo culparlo por haberse marchado sin despedirse de mí y tampoco puedo culparlo por no haberme llamado en todo el día. Tal vez sólo intenta darme mi espacio así como yo trato de darle el suyo.

Esta mañana Lucy me llamó diciendo que necesitaba mi ayuda en la fundación. No es uno de mis días laborables, ya que solo trabajo tres días a la semana, pero igual acepté venir porque es una buena forma de despejar mi cabeza y olvidar el desagradable inconveniente de ayer en la tarde, aunque igual no arregla mis problemas con mi esposo.

Le doy una que otra vuelta al anillo en mi dedo anular y respiro ruidosamente, logrando que mi cabello suelto se alborote un poco.

¿Por qué haces las cosas de ésta manera, Zab? —pregunto dentro de mí, sabiendo que es justo lo que quiero preguntarle.

—¡Vila! —escucho un chillido emocionado que me saca de mis pensamientos y ya me puedo imaginar de quién se trata.

Conny.

Es una chica alegre y genial, llena de vida, emociones y energía. Por eso precisamente es la maestra de arte y los niños le tienen un cariño especial, por su forma tan única de contagiarles felicidad.

La veo aparecer con una gran sonrisa pintada de rosa, la cual luego desaparece detrás de un ramo de rosas rojas, no muy grande, pero sencillas y hermosas, las cuales son sostenidas entre sí por una bella cinta blanca decorada en lo que parece un moño.

—¿Son para mí? —pregunto en un susurro casi inaudible a la chica castaña, mientras permanezco confundida.

—¡Sí! —chilla de nuevo—Dijeron que eran para tí...

Las tomo inmediatamente de sus manos, buscando una tarjeta entre los ramos de rosas, pero no encuentro ninguna y frunzo el ceño.

—No tiene remitente Conny...

—¡Pero eso que importa mujer! —esta emocionada. Más que yo podría decir —Están hermosas y tú sabrás quien la habrá mandado —me guiña un ojo —Además lo hace más romántico y emocionante que no dejaran tarjeta, y el detalle es lo que cuenta ¿No?  —se abanica el rostro en una forma dramática —Las palabras sobran.

Asiento, dejando en mis labios formarse una pequeña sonrisa nerviosa, pero también sé que si ésta es la manera de Zab intentar disculparse por casi matarme de un susto, está equivocado. Necesitamos hablar. Necesita explicarme su reciente forma de tomar decisiones.

—¿Podrías prestarme un jarrón? —pregunto, y Conny asiente efusivamente.

—¡Claro! —responde y luego se sale dejándome sola mientras escucho como resuenan sus tacones por el pasillo.

Jamás Te Soltaré #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora