C A P I T U L O 22

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Tres semanas después

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Tres semanas después...

Despierto empapada en sudor.

Mi respiración agitada y el corazón desbocado, tanto que duele mi pecho y trato de respirar correctamente, sin embargo todo lo que consigo es reprimir más el aire en mis pulmones haciéndome daño a mí misma cuando siento como quema no soltarlo así que me concentro en hacerlo, pero
solo con reproducir en mi mente la horrible pesadilla que acabo de tener mi estómago se revuelve.

Esas manos sobre mi cuerpo.

El sudor asqueroso de ese hombre pegarse a mi piel.

Su estúpido olor.

Su rostro

sus ojos.

Su voz.

Salgo de la cama corriendo, sintiendo tanto asco que mi estómago se contrae más con brutales arcadas. Desesperada me lanzo hacia el retrete, golpeando mis rodillas con el suelo cuando caigo ante el e intento retirar todo mi cabello hacia atrás.

¿Por qué no puedo olvidarlo?

¿Por qué es tan difícil hacerlo?

Cada pesadillas es como si estuviera en ese lugar nuevamente, ese hombre frente a mí haciendo nuevamente todo lo que hizo. Cada cruel amenaza y esas palabras engañosas que si pudiera devolver el tiempo preferiría la muerte antes que haberle entregado mi cuerpo. Todo parece tan real que a veces creo que nunca salí de ahí y es que tal vez no lo he hecho. Parte de mí se quedó en el mugriento suelo de ese lugar.

Hecha pedazos.

Añicos.

Y esas partes fueron mi dignidad de mujer, mis ganas de volver a sentir todas esas cosas que siempre he sentido con Zab, cosas hermosas que me permití sentir después de Jack, pero tengo miedo de no sentir lo mismo si lo dejo tocarme.
Tengo miedo de no volver a sentir esas chispas dentro de mí cuando me besaba, mi piel arder de deseo con solo tocarme o el latido de mi corazón zumbando duro con solo mirarme con sus ojos verdes.

Tengo miedo de que todo aquello haya desaparecido y no regrese más.

Tengo miedo de no amarlo del mismo modo y con la misma fuerza.

Abro mis ojos llenos de lágrimas queriendo ser la misma, retroceder el tiempo y volver a aquel día cuando me desperté en sus brazos, bajo sus besos, sus caricias y ese último beso que nos dimos aquella mañana, que si hubiera sabido que hasta ahora sería el último no me habría ido, son tantas cosas las que hubiera hecho diferente si tuviera la oportunidad, pero como dicen: "el hubiera no existe"

Me alejo del retrete cuando siento que he terminado y me levanto sosteniéndome del lavadero al sentirme débil y un poco mareada, pero liberada de la opresión pulsante que minutos antes estaba en mi estómago. Luego caminando contra la pared abro el grifo de la ducha y me meto bajo el chorro de agua caliente que sale de la misma cayendo sobre mi cuerpo que tiembla ligeramente.

Jamás Te Soltaré #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora