Tres son multitud

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BAEKHYUN

Como si tener que robarle el celular a YiFan -otra vez- no fuera problema suficiente, el estómago no paraba de dolerme constantemente. Maldije un millón de veces a la enorme cantidad de comida que me había zampado en esos baños sucios frente a la gasolinera y esperé a que el sueño me quitara ese malestar que me hacía sentir pesado.

Pero, a la mañana siguiente, yo seguía sintiéndome terriblemente inflamado. Ni siquiera un laxante podría quitarme ese globo que se estaba formando en mi estómago. Estuve todo el día inquieto, pensando que podía tener alguna infección delicada por todos los lugares asquerosos en los que mi cuerpo se había sentado en los últimos meses. Ninguna respuesta se formaba en mi cabeza.

Durante la llamada con JongIn, tuve la esperanza de escuchar la voz de ChanYeol, aún si no habíamos pasado mucho tiempo lejos. Es decir, era mi segundo día libre y no podía dejar de volver a Tonalá con mi cabeza, para viajar hasta la celda en donde dormía antes e intentar imaginar al alto acostado y a salvo sobre su colchón.

Entonces, entre más necesitaba hablar con ChanYeol y llorar sin ninguna razón al otro lado de la línea, comencé a sacar mis propias conclusiones sobre lo que me estaba pasando. Yo no estaba enfermo del estómago. Ojalá fuera una simple infección. Me aguantaría con gusto el dolor por una semana entera en lugar de estar malditamente embarazado.

Lo peor era que mi cuerpo no avisaba cuando tenía un bebé adentro. No tenía nauseas ni mareos, lo que podía parecer bastante bueno, si no tenía en cuenta que en realidad no quería al feto. Ya podía tener uno o dos meses y yo apenas me estaba haciendo a la idea.

Al otro día, después de acordar con JongIn cómo sacaríamos a LuHan de la cárcel lo más pronto posible, volví a despertarme temprano debido a un dolor en el estómago. Recordé las palabras del doctor KyuHyun mientras me hacía mi primera ecografía, avisándome que en esta época del embarazo el cuerpo empieza a estirarse para darle espacio al bebé. O sea, mi estómago se estaba agrandando y por eso me estaba doliendo.

Estuve acostado sobre mi cama toda la mañana porque no tenía ánimos para luchar contra el dolor. Seguramente debía caminar inclinado y los demás se darían cuenta de que algo raro me estaba pasando. Lo que menos quería eran más problemas en el momento.

Solo me atreví a levantarme de la cama después del medio día, pero me encerré enseguida en el baño. Allí me quité la camiseta que llevaba y me miré por muchos minutos en el espejo. En todos los ángulos la barriga era plana a pesar de sentirla a punto de estallar. Ere difícil pasar por alto aquella incómoda sensación. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Era tan idiota.

Me entró el pánico después al pensar en lo que me pasaría si tenía al bebé: tendría que cargar con todos los dolores del embarazo solo, el parto seguramente sería atendido por un estúpido YiFan quien tendría que abrirme el estómago con un cuchillo de cocina y el bebé tendría que tomar agua del tubo sus primeros cinco meses de su vida.

No pensaba pasar por todo eso y mucho menos hacer pasar a un bebé por eso. Las condiciones ahora eran terribles porque no podíamos pedir ayuda de nadie, así que el riesgo de dar a luz era igual de grande que estando dentro de prisión.

Además, había algo más que me preocupaba y me dejaba con los pelos de punta...

Sin poder soportarlo más, salí del baño después de ponerme la camiseta otra vez y caminé a la sala en donde todos estaban reunidos sin decir una palabra. No tomé asiento a su lado, sino que me paré en frente de YiFan y lo miré con toda la desesperación que mis ojos podían expresar para causarle, al menos, un poco de lástima.

Margen Penitenciario de TonaláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora