El máximo poder de condenar

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YOONGI

A pesar de que mi oficina quedaba ubicada en el centro de la capital, las gruesas ventanas de vidrio y la distancia que tenía con el suelo debido a la altura hacían que aquel lugar se convirtiera en un buen rincón de meditación. Las carpetas y hojas con diferentes casos o libros legales se apilaban sobre el escritorio, pero debido a la calma sabía que conseguiría la paciencia necesaria para terminarlo.

Me la había pasado un par de días intentando disminuir el trabajo pendiente, y ese día pude sentirme orgulloso al solo encontrarme con tres folders. Puse un café caliente sobre la mesa y seguidamente me senté con calma para agarrar la primera carpeta que estaba a mi alcance. Le di un sorbo a mi bebida, y luego me dispuse a continuar.

Al abrirlo, la información y fotografía de Park ChanYeol me recibió. Un mal sabor se instaló en mi boca. Tomé un sorbo de mi bebida y me obligué a mantener la compostura profesional. No podía dejarme afectar sentimentalmente a lo que pudiera pasar durante el proceso de mis clientes. Aunque, para ser sinceros, desde hacía un par de casos no podía evitar que aquello pasara. Me involucraba tanto en ellos que al final terminaba perdiendo el caso debido a la ira que me provocaban aquellos criminales.

Sacudiéndome momentáneamente las pesadumbres de encima continué leyendo cada uno de los puntos descritos en aquel currículum, aún si ya me sabía de memoria cada uno de ellos.

ChanYeol tenía 24 años -aunque estuviera cumpliendo años ese mismo día-. Estudiaba en la Universidad de Seúl, en su colegio tuvo buenas notas e incluso fue becado un semestre por destacarse en desempeño. Irónicamente, su carrera de derecho se había quedado estancada cuando comenzaron una investigación en su nombre. Él mismo consiguió la manera de probarse inocente por un buen tiempo, todo debido a sus grandes conocimientos como futuro abogado, pero luego le fue inevitable caer tras las rejas.

En su declaración se repetía un par de veces que él se había declarado inocente, diciendo que no había cometido ningún delito, pero jamás argumentó aquello. Me extrañé demasiado, porque las cosas raras habían comenzado a suceder desde aquel primer juzgado, pero nadie lo había notado. Por mi parte, sabía que debía dejar aquel caso de lado, pero la incertidumbre me estaba consumiendo desde que ChanYeol se había escapado (todo culpa mía). Yo estaba perdido en curiosidad.

Seguí leyendo hojas enteras con información, como testimonios de su madre o incluso cartas de recomendación de profesores, cada uno asegurando que ese chico no sería capaz de cometer un acto tan violento como por el que lo estaban acusando. Claro, no habían pruebas, así que nadie pudo dar veracidad a aquellas palabras.

Creyendo que no había tenido suficiente, entré a mi computador para buscar imágenes de los ingresados hacía cinco años. Encontré una de ChanYeol, pero estaba individual y no había demasiado que ver. Continué explorando en la red hasta que di con el nombre del colegio en donde había cursado bachillerato, y allí, defectivamente, sí encontré algo que me dejó sorprendido.

En la foto de graduación junto a sus compañeros, el chico estaba sonriendo. Por ese lado, ya era una imagen bastante extraña. Pero lo estaba haciendo junto a un chico que, indudablemente, me pareció conocido. Sobresaltado, alcancé la siguiente carpeta para ver la cara de Wu YiFan en la primera página. Una investigación en su nombre fue abierta en cuanto notaron que se había fugado con tres reclusos, pero desistieron de ella hacía unos días, cuando lo encontraron muerto en una casa abandonada en el norte.

En su folder encontré que él, después de graduarse del colegio, no pudo encontrar una universidad donde fuera aceptado y terminó siendo guardia en el Centro Penitenciario de Tonalá. Un par de años después, ChanYeol fue ingresado al lugar con cargos por asesinato doloso.

Margen Penitenciario de TonaláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora