Tú, yo, Satán en medio

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JONGIN

KyungSoo no estaba durmiendo cuando llegué.

La casa era un lío de gritos, llantos y sangre. Todos se amenazaban con todos y mi llegada no fue bien recibida como lo esperaba. Yo también estaba malherido y alterado, pero se sintió demasiado inferior el problema en cuanto tuve que enfrentarme a la situación que se estaba desatando dentro de ese lugar. No entendía nada de lo que YiFan gritaba con el arma en alto manejado por la rabia, como amenazando a los demás chicos. 

Antes de salir, solo podía escuchar los murmullos de los reclusos quienes eran testigos de la escena pasada, hacía ya tres días. Si antes tenían rabia con nosotros por haber sido responsables del aumento de la seguridad, esa noche seguro tenían ganas de matarnos a patadas. Al menos a mí, porque había creado un alboroto mientras los demás intentaban descansar.

Y lo siento mucho por ellos, pero tenía que hacerlo para lograr salir de ese maldito lugar. ChanYeol iba a estar bien. Es decir, seguramente le estaba doliendo como la mierda toda su cara y su abdomen, porque la golpiza que le había dado no fue cualquier cosa. Hasta mis puños estaban doliendo y mis nudillos estaban en carne viva.

Y los demás reclusos me miraban con odio, mientras dictaban la sentencia que estaba a punto de caer encima mío: máxima seguridad. Esa era la idea desde un principio, pero no pude evitar sentir un miedo terrible. Porque ChanYeol estaba moribundo en el suelo de la celda mientras yo no sabía si todo aquel plan iba a funcionar.

Así que el miedo hizo que el tiempo pasara como en un cuento, porque solo pude quedarme quieto y dejar que la historia pasara frente a mis ojos. Yo era el protagonista de aquella película, pero no podía actuar por cuenta propia. Me arrastraban, me golpeaban y me gritaban. Y entonces recuerdo haber encontrado una camioneta negra en el patio, mientras los otros presos se colgaban del otro lado de las rejas y me deseaban lo peor.

¿Qué podía ser peor que Tonalá? ¿Un lugar aún más denigrante y angustiante que ese gris y bochornoso lugar?

Alguna vez, uno de los yonkies que se hacen en los baños durante las tardes para meterse droga me contó todos los mitos que máxima seguridad guardaba: una distancia de 20 metros cuadrados por persona al día, imposibilidad de comunicación tanto interior como exterior, castigos inimaginables por la mínima falta, sentimiento de desolación profunda, entre otros. Me contó que solía tener un hermano con el cual compartía celda, pero fue mandado a máxima seguridad. Jamás lo volvió a ver y asegura desde entonces que se trata de un hoyo negro del cual nadie es capaz de escapar.

Y aún así, ChanYeol me había dicho que me lanzara de cabeza en ella. Por unos momentos pensé que estaba loco y por eso luché con los guardias en un intento de evitar que me llevaran lejos. Pero eso no pasó y, en cambio, caí tumbado en los asientos traseros del auto. Los brincos que pegaba debido a los saltos de la carretera hacía que pensar fuera más complicado.

Una bolsa negra tapó mi cabeza. Mi respiración se agitó y sentí muchas ganas de gritar por ayuda, cuando claramente nadie estaba dispuesto a ofrecerme una mano. Sencillamente no me lo merecía.

Todavía con la cabeza repleta de conclusiones dispersas, intenté recordar el plan de ChanYeol. Debía pensar las cosas con calma si quería salir vivo de esto, así que aguantando las lágrimas hasta que mi cabeza dolió, eso fue lo que hice: pensar.

«Salir de máxima seguridad va a ser imposible. Si entras, no sales, JongIn. Pero tú no vas a entrar allí, ¿me oíste? Vas a hacer lo que te diga si no quieres que eso pase»

Maldito ChanYeol. ¿Por qué siempre tenía la razón? Siguiendo cada una de las instrucciones dadas, me puse manos a la obra. Comencé por localizar el asiento del conductor por medio de la audición. Estaba adelante a mi izquierda, bien.

Margen Penitenciario de TonaláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora