Corre, corre, que te pillo

1.7K 321 40
                                    

CHANYEOL

Me bañé, por primera vez en mucho tiempo, en un baño privado. Allí estaba solo, y no había nadie que pudiera violar mi intimidad con miradas, comentarios o sencillamente con su presencia. Duré más de lo necesario bajo el chorro de agua tibia para relajar mis músculos. Los pequeños golpes que recibía sobre la piel me hacían sentir bastante tranquilo, hasta el punto en que pensé quedarme allí por el resto de mi vida.

Pero no podía perder más tiempo. Tenía un largo trecho que recorrer ese día. En un par de años, sería uno de los más agitados que tendría.

Salí de la ducha, hice tronar mis dedos e hice una mueca al escuchar aquel fuerte sonido. Hasta las articulaciones de mis dedos se estaban tensionando por la anticipación de lo que podría pasar en la tarde. Mientras intentaba imaginar qué carajos hacer, comencé a vestirme con una camisa blanca de botones, un pantalón elegante de lino y unos zapatos negros. No eran finos, pero eran mil veces mejor que ese puto uniforme café de Tonalá.

En cuanto estuve listo, me miré al espejo y me sorprendí al encontrarme extraño con aquella ropa. Ya estaba tan acostumbrado a esos colores pálidos que un traje me hacía ver raro. Hasta parecía un idiota. En fin, que no le di demasiadas vueltas al asunto y salí para encontrarme con los guardias que me llevarían hasta el juzgado. Me esposaron las manos en la espalda y luego me dirigieron por unos pasillos grises, unos por donde los reclusos no tenían acceso, a menos que de alguna manera legal se les permitiera.

Frente a una puerta pesada me estaban esperando varias personas: más guardias armados, mi nuevo abogado y el director Lee. Una vez me pararon frente a ellos, les sostuve la mirada desde arriba.

—Confío en que harás las cosas bien —dijo el director antes de entrar al auto.

Quise rodar los ojos ante aquellas palabras, porque ese hombre estaba esperando mucho de mí y yo no se lo iba a poder dar. A pesar de que yo no era un verdadero criminal, no estaba haciendo las cosas bien y estaba a punto de incumplir con las expectativas que todos ellos tenían sobre mí. Era bastante frustrante tener que lidiar con todos aquellos prejuicios, tanto buenos como malos. Creo que al final eso me terminó convirtiendo en la persona que en realidad no era.

Me subieron al auto por la parte trasera y me pusieron en el centro. Tal vez querían prevenir que me lanzara del auto en movimiento. Tan desesperado estaba que lo había considerado la noche pasada, pero estos imbéciles me habían hecho descartar la posibilidad. Suspiré cansado, y cuando el carro se puso en marcha dejé caer la cabeza atrás. Cerré los ojos, tragué duro e intenté tranquilizarme lo máximo posible. En ninguna circunstancia podía perder los estribos. El pánico no le servía a nadie.

Ya llevábamos un tiempo en silencio. Ni siquiera fueron capaces de poner música para romper la tensión, esos hijos de puta. Tal vez por querer llenar ese extraño vacío, el director se giró desde su asiento del copiloto para comenzar a explicarme detalles sobre qué hacer delante del juzgado.

—¿Tienes claro lo que debes hacer frente al juez? ¿Cuándo y cuándo no puedes hablar?

—Sí —respondí de manera seca.

—No creo que sea muy complicado —apoyó YoonGi. Él estaba en las sillas frente a mí y sus rodillas tocaban las mías. Parecía estar incómodo con el detalle, pero fue inteligente y no dijo nada al respecto—. Según lo que me ha dicho, tiene muchas posibilidades de una preventiva. No hay pruebas y tiene un culpable. Todo va a estar bien.

Asentí, sintiéndome más asustado que antes. Es decir, me estaban garantizando la salida lenta pero segura, cuando yo tenía claras intenciones de escapar. ¿Debería quedarme para hablar con el juzgado y cumplir con la pena reducida que me impusieran? ¿O debería continuar con mi plan, porque era la manera más rápida de largarme de ese maldito infierno?

Margen Penitenciario de TonaláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora