Enemigos imaginarios

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KYUNGSOO

—Voy a ir al pueblo —dije de un momento a otro.

La sala había estado sumergida en un mutismo angustiante. El palpitar de mi corazón acelerado, el constante movimiento en el pie derecho de ChanYeol, el carraspeo en la garganta de JongIn y la respiración entrecortada de BaekHyun mientras miraba con sorpresa al más alto me lo recordaba a cada instante.

Nadie se movía demasiado, o se miraba a los ojos por mucho tiempo. ¿Qué hacíamos libres cuando no íbamos a aprovechar nuestro tiempo fuera de esa pocilga? Me dije que no debía quedarme sentado como un idiota, mirando hacia el techo con preocupación por el resto de la tarde, sino que debía salir para estar en control de la situación.

Siempre había algo pendiente por hacer.

—No te vas a ir a ningún lado. —Me cortó JongIn con voz dura, pero su cambio súbito de posición me mostró lo nervioso que mis palabras lo habían puesto.

—Voy a ir adonde a mí se me pegue la maldita gana —respondí molesto. Me levanté del sofá y me dirigí a la cocina.

Pensaba llevarme algunos billetes en caso de que se me antojara alguna cerveza o un plato de comida elaborado, pero la mirada atenta de BaekHyun me contuvo. Sabía que él no se levantaría a golpearme con una bandeja en la cabeza de nuevo por dos razones: se veía pálido y débil, y no habían bandejas metálicas disponibles en algún lugar cercano.

Aún así, lo que me impidió tomar algunos palos para mí fue. esa mirada escudriñadora. El tema del dinero parecía alterarlo bastante cada vez, y por eso insistió volver en medio de una fuga para recuperar esa plata, o incluso perder la cabeza cuando notó que faltaba una de sus maletas. Como sicario digno de respeto, dejé aquel monto intacto, sabiendo que si me daban antojos en el camino, debía pagarlos con mi propio dinero.

—¿Qué piensas hacer en la ciudad? —preguntó ChanYeol, haciéndome tensar de nuevo al saber que aún había gente molesta con mi presencia.

—Eso no te puede importar demasiado. Solo tengo que encargarme de unos asuntos —dije cortante, esperando acabar la conversación allí mismo.

Al parecer los demás no se iban a rendir tan fácil. El único que parecía no tener problema con mi salida al mundo fue BaekHyun. Su pelo negro estaba liso sobre su frente, cubriendo sus ojos y dándole un aspecto un poco melancólico.

—No vas a salir. —Volvió a prohibirme JongIn.

Se paró frente a la puerta con los brazos cruzados y la espalda derecha, esperando sacar ventaja de su estatura sobre mi mal genio. Yo estaba acostumbrado a su tamaño. A su puño cerrado cada vez que se enojaba demasiado. A su mirada desaprobadora en mi dirección.

Había logrado sacarlo de prisión como tanto se lo había prometido, pero al parecer nada bueno había salido de eso. ¿Estar encerrados en esa casa era mejor que estar encerrados en Tonalá? Tal vez sí, pero era tan aburridor que mataba mi cerebro.

—¿O qué? —reté cruzando mis brazos de la misma manera.

La respuesta de JongIn fue muda, como era de esperarse. Siempre fue un hombre de pocas palabras, pero acciones tan rotundas que muchas veces me dejaban sin aire. Como en ese entonces, cuando le hizo una seña a ChanYeol para que se parara como roca a mis espaldas. Por un momento pensé que estaban a punto de golpearme entre los dos.

—Ahora me van a matar a mí —bufé con sarcasmo—. ¿Así es la cosa? ¿Quieren terminar esto como un círculo vicioso? A LuHan lo mata YiFan, a SeHun lo mata él, yo mato a SeHun después... ¿Y luego qué? ChanYeol me mata a mí, JongIn lo mata a él y quedan dos en la casa. ¿Qué sigue a continuación? —Nadie me respondió, así que me giré hacia BaekHyun, quien me miraba con un poco de miedo y sorpresa—. Queda mi novio en el suelo rodeado por un charco de sangre.

Margen Penitenciario de TonaláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora