—Creo que su hijo me odia.
—¿Qué?
Eran las seis y cuarto de la tarde y Marinette estaba construyendo moldes especiales para un saco que el señor Agreste le estaba enseñando a elaborar. En cuanto el hombre oyó a la chica dejó de lado su cuaderno de notas y se volvió hacia la chica.
—¿Qué dices, Marinette?—preguntó el hombre, confundido. Había dado vuelta a la página y se disponía a corregir el modelo de la chica.
—Sí. Llevo dos semanas en este lugar y la única vez que hablé con él—dijo recordando la extraña escena—, salió pirado de la cocina. Desde entonces no me habla, ni siquiera me dirige la mirada.
Tenía la cabeza gacha, sin separar los ojos de su molde. Había hecho varios ajustes, así que fingió concentrarse en eso. Gabriel la observaba por el rabillo del ojo, sin dar mucho crédito a lo que oía.
—Él es así, Marinette. Adrien es un chico distraído. A veces ni siquiera sé si está en casa.
—¿Y no le preocupa?
Gabriel lanzó una carcajada y se volvió en dirección a su alumna. Recargado contra la mesa en que ambos trabajaban, uno en cada extremo.
—Es un chico libre, indomable como lo era su madre por aquellos tiempos— Se detuvo ante la idea, con la sonrisa quemándole los labios.
Marinette sonrió melancólicamente y siguió con su trabajo. El hombre todavía la observaba.
—Cuando era pequeño, Nadine y él tomaban largas vacaciones en Londres. Se escapaban un día, me dejaban una nota y no regresaban hasta dentro de tres días—Dijo el diseñador entre risas. Sus lentes se movieron de su puente nasal y él los empujó con el dedo—Nadine siempre lo llevaba a cabalgar.
—¿A qué se dedicaba su esposa?preguntó Marinette con un atisbo de sonrisa.
—¿Nadine? Ella era una mujer excepcional. Era patronista en mi compañía. La conocí ahí. Fue en la colección del noventa y cinco—recordó orgulloso—Era muy buena en su trabajo.
—¿Se puede ser diseñador y patronista?
—¡Por supuesto, Marinette!—exclamó el hombre, emocionado ante la idea—Yo siempre he sido un simple diseñador—agregó tomándola por los hombros—Pero tú, Marinette, tú tienes una habilidad vertiginosa para ambas profesiones.
Lo miraba con ojos grandes y exaltados. Gabriel se había portado como un segundo padre para ella, incluso cenaba, ocasionalmente con ella y la chica de servicio que se había hecho su amiga. Era un hombre justo y honorable. La chica nunca se cansaba de tomar clases con él.
—Pero sí que es tarde—observó el señor Agreste soltándola de su agarra y mirando su costoso reloj de oro—Será mejor que vayas a descansar. Dejaremos el proyecto del saco de satín para mañana.
—Pero si no he avanzado.
—Créeme, Marinette, de ahora en adelante las cosas serás más duras que nunca. Es mejor que vayas a descansar. Come algo, haz ejercicio, platica con Christine.
Dejó el cuaderno forrado de cuero sobre la mesa de trabajo y salió del extenso cuarto. Marinette se quedó atrás, recogió sus cosas y se dirigió a su habitación.
En la misma casa, pero en diferente lugar, Adrien Agreste jugaba videojuegos con un pequeño gato volador—Jaja, qué gracioso— después de un arduo día de tareas. Había salido de la escuela una hora tarde. Había estado cubriendo otra hora de castigo gracias a quedarse dormido. Por primera vez desde lo ocurrido en la galería, Adrien había terminado con todas sus tareas, esto debido a que su investigación estaba truncada. Maurice no había sido gran ayuda y desde entonces sus ánimos por resolver su caso quedaron reducidos en un frío pasatiempo.
ESTÁS LEYENDO
En mi memoria. (Adrienette)
FanfictionElla está del lado incorrecto de la ecuación, ayudando a quien desea su fin y odiando a aquél que daría su vida por salvarla. Ella está atrapada en un punto en que no logra recordar a quien más ama y trabajando para quien antes era su enemigo.