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Llevaban media hora ahí, parados frente a las amplias pizarras, haciendo anotaciones y borrándolas, sacando conclusiones y descartándolas. De hecho, llevaban demasiado tiempo para haber logrado tampoco, y la verdad era que ninguno tenía idea de lo que estaba haciendo.

Mereditte daba vueltas por toda la habitación, mordiendo las tapas de los plumines y ocasionalmente las puntas. Los dos dientes frontales se le habían puesto de una ligera coloración azul y no parecía importarle en lo más mínimo. Visto desde el punto que fuera, estaban contra un callejón sin salida. Creían haber encontrado algo y cuando menos se lo esperaban, resultaba que tenía un error innegable.

Para cuando Chat Noir llegó a la galería, la pelirroja ya había empezado a desmantelar la información que tenía que, por cierto, no era suficiente, por lo que el felino se vio obligado a contarle su versión de la historia, resaltando hechos como que Hawk Moth estaba implicado, que las cintas habían desaparecido y que ni él mismo tenía idea de dónde podía estar la pequeña catarina. No se tomó la libertad de mencionar nada del incendio pues, en primer lugar, ella creía saber todo y, en segunda, él no pensaba delatar a la chica que últimamente llenaba su mente.

Después de trazar un círculo en la pizarra, el cual no tenía sentido alguno, Mereditte arrojó el plumón que tenía en las manos contra el otro lado de la habitación y dio un grito de frustración al cielo. Acto seguido, la chica se dejó caer en la silla del escritorio y recargó la cabeza contra la superficie.

—¡Esto no tiene caso, Chat!—gritó desde su escondite.

El gato rodó los ojos, divertido, y se le unió, acuclillado a la altura de la mesa.

—Vamos, Mer, lo tiene—la consoló y colocó su palma bien abierta sobre la espalda de la chica.

—¡No!—gritó ella alzando la cabeza de la mesa y mirándolo a los ojos—Lo vimos desde cualquier perspectiva, al inicio todo cuadra y al final todo se derrumba.

—Debemos tener esperanza, Mer, tenemos unas cuantas pistas—intentó tranquilizarla él.

—No, no es así. Estamos en un punto muerto. ¿Cómo vamos a poder solucionar esto si no tenemos nada?

—Encontraremos la manera...

—Creo que tenemos que hacernos a la idea de que no la encontraremos—le interrumpió la pelirroja al tiempo que se cruzaba de brazos en la silla.

Y, de cierta manera, Chat sabía que ella tenía la razón. Le dolía admitir que tenían muy poca información como para cosntruir un panorama creíble de lo que había sucedido en realidad, sin embargo, su corazón deseaba con tanto anhelo y desesperación encontrar a su pequeña compañera que dejar el caso de lado no era una opción.

—Vamos a encontrarla, no te rindas. Encontraremos una posibilidad viable y luego...

—No hay posibilidades. Ella desapareció y no podemos hacer nada para encontrarla—aseveró.

—Ella no desapareció...no aún. No puedo quedarme aquí con los brazos cruzados y una actitud fatalista.

—¿Y qué piensas hacer?—inquirió ella con voz solemne e intocable. Mereditte podía ser una persona de sangre y rostro amable, pero si se sabía en un apuro como aquel, también sabía aceptar la inminente derrota.

Chat se lo pensó un segundo, dio un par de vueltas sobre su eje y, por fin, cuando las ideas comenzaron a caer en su posición, rígida e incorruptible, le plantó cara a la chica y habló fuerte y claro, sin quitarle los ojos de encima.

—Voy a encontrarla, con tu ayuda o sin ella.

—¿Cómo estás tan seguro?—regresó ella con la misma expresión.

En mi memoria. (Adrienette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora