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—¿Has pensado alguna vez en lo lindas que son las chicas de nuestra clase?

Nino y Adrien estaban en la casa del moreno, sentados en la sala jugando una buena partida de video juegos, mientras el primero se esforzaba al máximo en no dejarse vencer y el segundo intentaba conseguir información sumamente valiosa.

—¿Eh?

Adrien bufó. Llevaban ahí cerca de dos horas, la escuela había terminado y ninguno de los dos tenía especial placer en empezar el trabajo en equipo para la clase de mates, así que habían quedado de jugar para despejar la mente y ya después, si daba tiempo, encargarse del proyecto.

—Las chicas de la clase. Son bonitas, ¿no crees?

Y aunque el rubio llevaba una de esas dos horas tratando de convencer a su amigo de platicar sobre chicas y esas cosas que el otro tomaba de a mariconadas, nada había salido de la boca de su mejor amigo con respecto a eso. Muy en el fondo, Adrien comenzaba a pensar que su amigo era o un cabeza dura o un tanto...

—¿Qué quieres decir con "las chicas de la clase"?

—Sólo digo que todas son muy simpáticas.

—Eso díselo a la señorita Burgeois—se burló Nino al tiempo que se llevaba un puñado de palomitas a la boca.

Él lanzó una carcajada y continuó con la partida sin renunciar a su misión.

—Tal vez Chloe no es la chica más simpática del instituto, pero eso no quita que las demás chicas sean agradables.

—¿Sabes lo nena que suenas con eso?

—Soy modelo, una parte de mí tiene que ser una nena.

La respuesta les dejó riendo por un rato, hasta que el rubio se ahogó con una de las botanas y se vieron obligados a pararse e ir a beber un poco de agua.

Adrien no podía decir que era trabajo lo que estaba haciendo, pues tanto tiempo pasaba con el chico que esa casa se había vuelto un hogar más para él. Adoraba pasarse las tardes enteras simplemente jugando, comiendo o viendo un estúpido programa de televisión, eso siempre y cuando fuera al lado de la única persona con quien podía ser poco modesto y no lamentarse de ello. Además, tomando en cuenta que era su primera tarde libre desde la noche del trágico incidente, esas palomitas con agua le estaban sabiendo a la gloria.

—¿Entonces?—Preguntó sentándose en la mesa de la cocina para dar un largo trago de agua a su vaso con estampado de animalitos.

—¿Entonces qué?

—Vamos, Nino, es obvio.

—¿Obvio qué?

—¡Nino!

Bien, era un cabeza dura.

El moreno lanzó una risotada y se dejó caer al frente de su amigo en un movimiento pesado contra la silla. A veces el rubio sentía miedo de que el piso se rompiera.

—Vale, ya entendí—respondió el aludido. El muy desgraciado sonreía de oreja a oreja, y i no fuera porque estaba bebiendo, ya habría estallado en risas estruendosas—Sí, supongo, son monas.

—¿Sí? ¿Hay alguna de ellas en especial que te llame la atención?—Preguntó lo más discreto que pudo.

—¿Qué si alguna me gusta?

Bueno, al menos ahora sabía que eso de ser discreto no se le daba.

—Eh...sí...bueno...no...pero sí.

En mi memoria. (Adrienette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora