Capítulo 2

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16 meses después...

Corro con todas mis fuerzas. La tierra y las rocas crujen bajo mis botas de piel provocando un gran estruendo. Mi respiración es acelerada y no dejo de mirar atrás.

— ¿Qué pasa, Ojos azules? —grito divertida —. ¡Te estas volviendo lento!

Una gran bestia negra como la noche se acerca a gran velocidad. Mis piernas protestan por la intensa carrera y puedo notar como mi tobillo comienza a resentirse. Incluso después de haberse curado por completo sigo notando ciertas molestias cuando lo fuerzo demasiado. Acelero el paso, pero jamás sería capaz de correr más rápido que un lobo.

Una gran sonrisa surca mi cara mientras sorteo árboles, arbustos y todo tiempo de vegetación. Hace poco que acabó el largo invierno. No creo equivocarme si afirmo que ha sido el más prolongado desde hace 20 años y lo sé bien pues apenas supero esa cifra por un par más.

Finalmente, el lobo me alcanza y reduce el paso colocándose a mi vera. Corre tan cerca de mí que si extendiese la mano sería capaz de tocar su suave pelaje. Sin aviso alguno comienza a correr más rápido.

— ¡Eh! Eso no es justo y lo sabes —me quejo viéndolo desaparecer entre unos árboles.

A lo lejos, la luz se filtra cada vez con más intensidad. Estoy llegando a uno de los bordes del bosque. Ignorando a mis músculos, que si pudiesen estarían gritando, hago un último esfuerzo y me impulso hacia la luz. Cierro los ojos deslumbrada y al abrirlos, clavo los pies con fuerza en la tierra. Me deslizo unos pocos metros hasta que me detengo justo en el borde de un elevado acantilado. Mi corazón salta en mi pecho como un loco sabiendo que un centímetro más y estaría cayendo a las aguas del río que hay justo debajo.

— Eso ha estado cerca —las palabras salen entrecortadas mientras intento recuperar el aliento.

Ojos azules, me observa con clara burla. Pequeño rastrero. No hace tanto que era un cachorro adorable, pero en poco más de un año creció hasta su tamaño adulto. Ahora es un lobo increíblemente grande y lleno de energía.

— ¡Podrías haberme avisado! —lo acuso.

Finjo enfadarme y como siempre hace, se acerca y empuja mi cintura con su cabeza. Automáticamente mis dedos descienden entre sus orejas y me deleito acariciando su pelaje. La caída no es tan elevada y el río de aguas calmadas es bastante profundo por lo que, aunque me hubiese precipitado por el borde, probablemente no hubiese muerto. Y digo probablemente porque nunca se sabe si uno va a caer de cabeza...

— Se me acaba de ocurrir algo —anuncio al cruzárseme una idea alocada por la mente.

Ojos azules, me mira expectante.

— ¿Te apetece un chapuzón? —le pregunto colocando mis manos a ambos lados de su cabeza.

Sus ojos parecen abrirse con temor y me río.

— Miedica

Con eso último dicho, lo suelto y corro hacia el saliente. No pienso, sólo salto. Durante los segundos que permanezco en el aire dejo salir un grito de júbilo y no mucho después soy succionada por el agua. Me hundo hasta que mis pies tocan el fondo y con fuerza me impulso hacia la superficie. Tomo una gran bocanada de aire cuando al fin estoy fuera y dirijo mis ojos hacia lo alto.

— ¡Vamos, Ojos azules! ¡Es tu turno!

Poco convencido emite sonidos lastimeros. Retrocede hacia atrás desapareciendo de la vista y cuando ya estoy convencida de que se ha dado media vuelta, una bola grande de pelo oscuro se precipita hacia el vacío. Con sus patas todavía en movimiento mientras cae golpea el agua con fuerza. Reaparece en la superficie con el pelo pegado al cuerpo.

— Pareces un perro mojado —estallo en carcajadas.

Algúntiempo después, el alfa de la manada, grande, fuerte y temible, nos observaimpertérrito. Bajo nuestros pies, o patas en el caso de Ojos azules, se crea un charco con el agua que no deja de caer de nuestros cuerpos completamente mojados.

— Fue su idea —señalo rápidamente al lobo negro a mi lado.

El alfa da un paso hacia delante y sus ojos rojos me atraviesan. Un gruñido bajo asciende por su garganta.

— Vale, está bien. Fue mi idea, ¿feliz? —si pudiese estoy segura de que pondría los ojos en blanco justo igual que un humano.

El aire sale con fuerza por su nariz a la vez que emite otro gruñido. Ojos azules, se escabulle y me deja sola con el lobo blanco.

¡Traidor!

El alfa comienza a andar y lo sigo.

Muchas cosas han cambiado en todos estos meses. Desde aquel día en que roce la delgada línea entre la vida y la muerte hasta hoy. Poco a poco fui dándome cuenta de que había muchos más lobos en la zona de lo que podría esperar y no sólo eso, sino que además todos pertenecían a la misma manada de la que el lobo blanco se proclama como líder. Descubrí que ellos podían entenderme y en cierto modo yo también soy capaz de comprenderlos a ellos. Tanto tiempo sin hablar con un humano me ha llevado a entablar conversaciones unilaterales con ellos, lo que para cualquier persona en sus sanos cabales le parecerá una locura.

Tal vez, así sea.

Tal vez, estoy loca.

Lo único que sé es que toda mi vida a dado un giro de 180 grados.

— Sé que no debería haberme alejado tanto, pero Ojos azules no dejaba de saltar por todo el lugar.

Ojos azules puede llegar a ser tan hiperactivo que hasta que no agota toda su energía no consigue calmarse. Salir a correr se ha vuelto una actividad rutinaria encaminada a cansarlo, por lo que me excuso de esta manera mientras ambos caminamos frente a la zona de las cuevas.

Aquí es donde los lobos viven. Un sistema de grutas interconectadas con varias salidas y entradas. Para ellos es fácil moverse a través de sus largas galerías pues se guían a través del olfato. En mi caso es algo más complicado, dado mi falta de capacidades lobunas me veo obligada a marcar el camino con una piedra caliza dibujando grandes flechas de color blanco sobre la piedra oscura.

El lugar está lleno de lobos de todos los tamaños, colores y edades. Poco a poco, le he ido asignando nombre o apodos a cada uno de ellos, excepto a él. De repente, se detiene y me enfrenta. Su mirada es clara, dura y severa.

— Esta bien, no volveré a marcharme sin antes consultarte — cedo mirando de reojo a los lobos que con juicio evalúan todos mis movimientos.

Actuar de esta manera sumisa no me causa especial agrado, pero si quiero sobrevivir en este lugar rodeada por lobos salvajes debo acatar sus normas y, por desgracia, la jerarquía es una de ellas.

Entonces, vuelvo mí atención al alfa y algo extraño ocurre. De forma increíble sus pupilas se dilatan, expandiéndose hasta casi ocupar toda la superficie ocular, y retrocedo sorprendida.

Inmediatamente, él aparta la mirada y se aleja con rapidez.

¿Qué ha sido eso?


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Señora de los lobos © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora