Capítulo 36

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Corro.

No me importa que Ojos azules se encuentre en mi camino, lo aparto bruscamente y corro. Apenas escucho el sonido de mi corazón o mi acelerada respiración. El mundo parece haberse quedado en silencio para mí y soy incapaz de mirar otra cosa que no sea el borde del barranco por el que Vhalo acaba de caer.

Mis pies se mueven y a mi cerebro le pasa algo extraño, no soy capaz de controlarlos. La tierra se acaba y el borde del barranco cada vez está más cerca. Mis ojos lo ven, mi cerebro lo registra, pero la información no se procesa y mis pies no se detienen.

Voy a caer...hasta que unos brazos rodean mi cintura desde atrás haciéndome parar bruscamente. El fuerte tirón me deja sin aliento.

¡Amara!Milo me sujeta con fuerza contra su pecho —. ¿¡Estás loca!? ¿Acaso pretendes saltar?

Me retuerzo entre sus brazos intentando soltarme. Lucho contra su agarre, pero sus manos inmóviles me mantienen anclada.

— Dios mío —escucho la voz de Letha cargada de horror al llegar y ver la terrible escena que se despliega frente a ella.

La sangre, los cuerpos sin vida de varios lobos, las heridas y laceraciones de aquellos que han conseguido sobrevivir.

— Necesito llegar al borde —murmuro una y otra vez mientras sigo luchando por liberarme.

¡Amara! ¡Basta!

Ignoro la voz angustiada de Milo.

— ¡Suéltame! —grito —. Vhalo acaba de caer.

La desesperación en mi voz le lleva finalmente a deshacer su agarre. Me lanzo hacia delante con tal intensidad que acabo cayendo al suelo. Me arrastro sobre la tierra sin importar los arañazos que las pequeñas piedras causan en mis piernas. Avanzo hasta que mis manos tocan el borde. Entonces, miro hacia abajo.

No veo nada.

Nada salvo las salvajes aguas del río que bajan con fuerza apenas contenidas por sus orillas. No hay rastro de la gran bestia de pelaje oscuro, más denso que la propia noche, ni tampoco del alfa de la manada, mi compañero... Vhalo.

Jadeo incapaz de controlar mi respiración. Mis pulmones parecen tener dificultades para conducir el aire de dentro a fuera. El calor abandona mi cuerpo y siento frío mientras mis ojos están clavados en las aguas del río varios metros hacia abajo.

Amara —la voz de Milo suena a mi lado, pero soy incapaz de apartar la mirada del curso del río —. Amara, por favor. Es peligroso estar tan cerca del borde. Tienes que retroceder.

Vhalo debe estar en alguna parte —murmuro con mis pensamientos girando sin control en el interior de mi mente —. Tengo que encontrarlo.

Milo se arrodilla a mi lado. Su mano toca mi brazo y me sobresalto. Nuestras miradas se cruzan y veo la confusión en su rostro. Él observa las lágrimas que surcan mis mejillas con angustia.

— Nadie podría sobrevivir a esa caída, Amara. El río baja con demasiada fuerza.

— No —niego sintiendo una fuerte presión en mi pecho —. No.

Sus manos agarran mis hombros intentando apartarme con cuidado del peligroso borde del barranco que en cualquier momento podría hundirse vencido por el peso.

Amara, por favor —suplica Milo.

— No, no, no... ¡No! — grito apartando sus manos —. ¡Ryker! — me giro buscando al lobo pardo y no tardo demasiado en ver sus ojos ambarinos brillando entre el desastre. Su cabeza se alza alertada por mi llamada —. ¡Vhalo ha caído! Tenemos que encontrarlo.

Señora de los lobos © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora