Capítulo 23

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Vhalo nos separa del tronco del árbol y se arrodilla sobre el suelo. A continuación, se inclina ligeramente hacia delante y me deja caer con cuidado sobre la abundante hierba. La frescura de las finas briznas alcanza mi espalda al descubierto y cortos escalofríos recorren mi piel causando el endurecimiento de mis pezones, que se marcan de forma visible bajo la fina tela del vestido. Los ojos de Vhalo se quedan fijos en el lugar y con suma lentitud sus pupilas se van agrandando en la inmensidad vinosa de su circunferencia. Observo con la respiración acelerada como su lengua sale pare humedecer sus labios hinchados por nuestros apasionados besos.

Su gran cuerpo cubre el mío, pero mantiene su torso alejado de manera que puede estudiar cada una de mis reacciones. Su pulgar delinea el borde de mi mejilla y desciende hasta acariciar mi labio inferior. Después, continúa deslizando sus dedos sobre mi piel morena hasta alcanzar el borde de mi pronunciado escote. Agarra la tela, pero en lugar de tirar de ella se queda inmóvil.

— ¿No me quieres? —pregunto dudosa cuando permanece en silencio con la mirada fija allí donde sus dedos afianzan el fino tejido del vestido rojo.

Sus ojos se alzan y la intensidad con la que me atraviesa inunda de calor cada parte de mi cuerpo.

— Podría devorarte —advierte.

Ese calor que había comenzado como pequeñas llamas acaba convirtiéndose en grandes lenguas de fuego que se remueven fuertemente en mi interior. Especialmente en la parte baja de mi abdomen donde giran sin control.

— Entonces, hazlo —susurro con la voz entrecortada.

Su pelo de color blanquecino cae frente a su rostro cubriéndolo de sombras mientras mi visión se llena de las retorcidas ramas del árbol que se extienden tras nosotros. El aspecto es salvaje y depredador. De repente, me siento como si no estuviese frente al hombre sino ante el lobo que parece querer comerme. Mi corazón late desbocado por la ferviente anticipación.

Por fin, sus músculos se ponen en movimiento y tira muy lentamente de la tela liberando así mis pechos. Sus ojos, esta vez, no están fijos en ellos, sino que observa con atención mi rostro mientras deja al descubierto todo mi torso. La tela arrugada queda olvidada a la altura de mi cintura.

Su mano asciende sobre mi abdomen hasta englobar uno de mis pechos. Cierro los ojos y arqueo la espalda cuando su boca lo cubre. El toque de su lengua sobre mi sensible piel aviva aún más las llamas que en mi interior intentan consumirme. Después, se separa para atrapar mi boca y deleitarse con la humedad de mis labios. Sus besos son duros e intensos. Mis labios son presionados con fuerza y desesperación mientras nuestras lenguas se enredan.

Un deseo asalta de repente mi mente.

Quiero tocarlo.

Yo también quiero sentir las reacciones de su cuerpo bajo mis dedos, así que suelto los puñados de hierba que sujetaba fuertemente en mis puños y agarro la parte baja de su camiseta. Con un movimiento rápido la deslizo hacia arriba y Vhalo se ve obligado a interrumpir el beso para permitirme despojarlo de la tela. Recorro, con la mirada embelesa, las marcadas líneas de su duro abdomen y su torso. Jamás había tenido delante un cuerpo tan musculado como el suyo. Mis dedos pican mientras me aventuro delineando sus bordes.

Cuando alzo la mirada hacia Vhalo, quien parece haberse detenido, descubro la sonrisa que llena su rostro.

— ¿Qué? —pregunto curiosa al ver las dos esquinas de sus labios alzadas mientras sus ojos siguen los movimientos de mis manos sobre su piel.

— Esto es mejor de lo que había imaginado —susurra.

Río divertida.

— Mi dulce lobo... —murmuro acariciando el lateral de su rostro con una pequeña sonrisa.

Señora de los lobos © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora