Hablar con la verdad puede llegar a ser temible. Imaginas cientos de escenarios en tu mente, cada uno peor que el anterior. Te preguntas cómo reaccionará esa persona. Podría tomárselo bien o, por el contrario, podría acabar de forma desastrosa. Así pues, decir la verdad puede ser temible, horrible, incómodo... pero, la mayoría de las veces, necesario.
— Entonces... ¿qué pasa? —pregunta Milo cruzando los brazos frente a su pecho. Es como si presintiese que mis siguientes palabras no le van a gustar.
Toma toda la fuerza que llevo dentro para mantener mis ojos fijos en los suyos y no apartarlos debido a los nervios que siento. Apenas quedan unas pocas personas que se alejan en dirección a sus casas. La puerta de la taberna se abre de vez en cuando para dejar salir a algún rezagado mientras nosotros nos mantenemos junto a la fachada y bajo el sol que se va elevando.
— Es sobre lo que pasó entre nosotros el otro día...
— Cuando me besaste —completa él sabiendo perfectamente lo que trato de decir.
— Sí —asiento y algunos mechones de mi cabello oscuro se escapan de la trenza para caer sobre mis mejillas —. Te besé.
Los ojos de Milo recorren mi rostro y, finalmente, me dejo llevar por la incomodidad y aparto la mirada.
— Amara, por favor. No hagas esto —suplica él vaticinando lo que ocurre.
El tono de su voz provoca una punzada de dolor en mi pecho. Cierro los ojos durante unos segundo y suspiro. Cuando los abro de nuevo, el dolor se incrementa al ser consciente de que no soy la única que lo está sintiendo.
— Milo, lo siento —doy un paso hacia él y agarro una de sus manos entre las mías —. No debió ocurrir. No debí haberte besado.
Él se zafa de mi agarre dejando una sensación fría que recorre mis manos y asciende por mis brazos arremolinándose en mi pecho. Mis brazos caen laxos a ambos lados de mi cuerpo y miro con impotencia como Milo retrocede manteniendo la distancia.
— Entonces, ¿por qué lo hiciste, Amara? — ahora está enfadado y sus manos temblorosas convertidas en puños son prueba de ello.
Sé que él jamás me haría daño y por ello me aproximo de nuevo no queriendo que se lleve la impresión equivocada.
— Yo... estaba confusa y sé que esto va a sonar muy mal, pero elegí el camino fácil y por ello te besé —elegí creer que Vhalo no era más que un mero producto de mi trastornada imaginación, tal vez un anhelo, tal vez... un deseo.
Milo contiene la respiración, después deja salir el aire muy lentamente.
— Tienes razón, eso ha sonado terriblemente mal —su cabeza se inclina e observa el cielo. Parece agotado cuando vuelve a hablar —. Me besaste porque era cómodo y seguro.
Ríe sin humor cuando sus ojos caen de nuevo sobre mí.
— No es eso lo que quiero ser para alguien, Amara. No quiero ser la opción más sencilla. Quiero ser el fuego de alguien. El calor que la otra persona necesita. Quiero ser emoción, pasión, aventura...
Con cada palabra, la imagen de Vhalo sobre mi cuerpo desnudo se reproduce en mi mente. Sus fuertes manos presionando mis curvas y sus penetrantes ojos clavándose en los míos. Para mí, él es todo lo que Milo está describiendo. Un fuego que se enciende en mis sueños. El calor que abrasa cada fibra de mi ser. La emoción, la pasión, la aventura... Al saber que Milo no es nada parecido para mí ahora ni lo fue en aquel entonces, mis ojos se llenan de lágrimas.
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Señora de los lobos © #1
WerewolfMi insensatez e imprudencia casi me cuestan la vida en territorio dominado por lobos. ¿Quién pensaría que hay algo de compasión en su naturaleza animal? ¿O es que acaso hay mucho más oculto tras sus garras y fauces? Ahora estamos enlazados de una fo...