Capítulo 33

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— No, Amara —niega él con una pequeña sonrisa que despierta mi ira. Cómo puede reírse cuando yo estoy sintiendo como si mi corazón se rompiese en mil pedazos. Después, Vhalo enmarca mi rostro con sus cálidas manos y me obliga a mirarlo a los ojos —. No creo que me hayas entendido correctamente.

— ¿Qué es lo que no he entendido? —me pongo inmediatamente a la defensiva.

Hay una presión en mi pecho que amenaza con aplastarme. Se siente como si me faltase el aire haciéndome difícil el poder respirar. Mi corazón late fuertemente en mi pecho mientras sus intensos ojos atraviesan mi alma.

— No voy a buscar ninguna loba... —niega con su voz rasgada y tremendamente clara —... porque ya he encontrado a mi compañera.

Mi pecho asciende de forma rápida mientras mi mente sigue negando sus palabras, tratando de darle otro significado distinto al que parecen insinuar.

— ¿Qué estás diciendo? —susurro con dificultad.

— Quiero que tú seas mi pareja, Amara — sus dedos presionan mi piel transfiriendo ese calor que lo caracteriza directamente dentro de mí —. Quiero que, junto a mí, seas la otra mitad que la manada necesita... que yo necesito.

Contengo la respiración sorprendida al escuchar sus palabras.

— ¿¡Has perdido la cabeza!? —exclamo colocando mis manos sobre las suyas para obligarle a apartarlas, pero no se mueven ni un milímetro —. No puedo ser el otro alfa de una manada de lobos. ¿No ves que hay dos cosas esenciales que fallan en esa frase? No soy un lobo y ni siquiera soy miembro de la manada.

Ahora estoy respirando como si hubiese estado corriendo durante horas a través del bosque. ¿Soy la única que ve la imposibilidad de su propuesta?

— Te equivocas en esa última parte — Vhalo suspira al percatarse de la confusión que debe estar brillando fuertemente en mi rostro y, a continuación, se explica —. ¿Recuerdas aquella vez en la que un par de lobos te acorralaron en las cuevas?

— Sí. Tú llegaste y no dejabas de empujarme para que saliese al exterior —respondo recordando el momento al que se refiere.

Estaba tratando de averiguar cuál de los pasadizos había tomado cuando dos lobos poco amistosos aparecieron de repente y comenzaron a acecharme. Tan sólo llevaba un par de semanas con la manada y ese tipo de situaciones no dejaban de suceder. Estaba sola y perdida por las oscuras galerías, aterrorizada al pensar que había conseguido evitar la muerte durante demasiado tiempo y mi suerte había acabado. Entonces, llegó Vhalo y los apartó de mí. Con un bajo y vibrante gruñido, ambos lobos retrocedieron con sus cabezas bajas. Después, el gran e imponente alfa empezó a empujar mis piernas repetidamente con su costado. Imaginé que estaba intentando decirme que quería que saliese, así que lo hice.

— No estaba empujándote —niega él haciéndome sentir todavía más confusa que antes —. Estaba tratando de impregnarte con mi olor. Sólo de esa manera los otros lobos dejarían de acecharte como a una intrusa.

— ¿Tu olor?

La presión de sus dedos sobre mi rostro se suaviza y una de sus manos desciende para colocarse en mi cintura.

— Es la forma en la que el alfa marca a otro como perteneciente a la manada.

Contengo la respiración durante unos segundos comprendiendo por fin el significado de sus palabras.

— ¿Estás diciendo que soy parte de la manada desde aquel día? ¿Desde hace dos años? — pregunto con perplejidad.

— Sí —responde Vhalo con tono bajo y algo ronco. Después, su mano sobre mi cintura se desliza por la parte baja de mi espalda y me presiona más contra él —. Lo eres.

Señora de los lobos © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora