Capítulo 26

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Mis dedos se deslizan muy lentamente delineando la forma perfecta de sus pectorales y después descienden para seguir con sus marcados abdominales. La camiseta que cubría su torso ahora desnudo yace olvidada en suelo junto a la cama.

— Te gusta este cuerpo —comenta él no como una pregunta sino como una afirmación.

A pesar de escuchar algo de diversión en su voz, me percato de un tenue matiz que me hace detener mi meticulosa exploración y alzar mis ojos para encontrar los suyos.

— También me gusta el otro —un enorme lobo de espeso pelaje blanco y unos ojos penetrantes que podrían cautivar el alma de cualquier incauto.

La mano de Vhalo abandona mi cadera, donde descansaba, y se eleva acariciando mi rostro.

— Sería ingenuo de mi parte pensar que algo de esto hubiese ocurrido de no ser por la forma humana que parezco adquirir mientras duermo —me doy cuenta entonces de que lo que su voz rasgada y grave esconde es un sentimiento de impotencia.

Vhalo... —suspiro sin saber que decir.

— Lo sé —contesta él fingiendo una pequeña sonrisa. Sus ojos rojos siguen el movimiento de su pulgar que delinea con lentitud mi barbilla —. No debería pensar en ello, pero no puedo acallar los demonios que no dejan de susúrrame al oído.

Conozco bien esos demonios de los que habla. Yo también los he escuchado. Se esconden en lo más profundo de tu ser y a pesar de que cierres los ojos y te tapes los oídos sigues escuchando su insidiosa voz repitiendo todo aquello que no quieres escuchar.

— Ignóralos —exclamo presionándome más contra su costado e inclinándome hacia delante para depositar un corto beso en sus labios —. No vale la pena pensar en lo que hubiese pasado si las cosas hubiesen sido diferentes. Estas aquí conmigo y eso es todo lo que importa.

Presiono mis labios sobre su mejilla, justo donde una de sus grandes cicatrices termina, y después continúo depositando pequeños besos por su cuello. Su piel es cálida bajo la humedad de mis labios afectados por un leve hormigueo debido a su contacto. Retiro mi pelo hacia un lado dejándolo caer sobre mi hombro y continúo por su fuerte pecho. Cuando elevo la mirada descubro sus párpados cerrados y su expresión en parte libre de las preocupaciones que hasta hace sólo un momento parecían querer contaminar su alma.

Sonrío al ver el placer que inunda sus facciones con cada toque de mis labios sobre su piel.

— ¿Sabes? Hay algo que he estado preguntándome durante un tiempo —comento entre beso y beso —. ¿Por qué cubres tu cuerpo con ropa? Imagino que te debe de resultar incomoda.

Después de todo, lo único que cubre el imponente cuerpo de un lobo es su abundante pelaje. Yo misma me sentí algo incómoda cuando tuve que enfundar de nuevo mis brazos cubiertos de cicatrices tras casi dos años al descubierto, así que no quiero ni imaginar lo extraño que debe resultar para alguien que nunca ha usado vestimenta alguna.

— Pensé... —murmura él tomando una profunda respiración cuando mi lengua sale para dejar un rastro húmedo alrededor de su ombligo —...que si me presentaba completamente desnudo frente a ti te resultaría incómodo.

Tiene razón, creo que me hubiese muerto de la vergüenza. No hubiese sabido donde colocar mis ojos. En cualquier sitio que no fuesen sus grandes brazos, sus largas y anchas piernas, su torso exuberante... Aunque ahora la idea de tenerlo desnudo todo el tiempo me resulta tentadora.

— Tal vez —comento, distraída, mientras sigo el fino camino de bello que desciende desde su ombligo desapareciendo bajo los pantalones.

La excitación recorre mis venas al tenerlo tan cerca. Así pues, no lo pienso demasiado cuando deslizo mis dedos bajo la desgastada tela vaquera y los cierro alrededor de su prominente erección. Vhalo emite un sonido bajo desde su garganta similar a un gruñido, pero en lugar de detenerme, yace con los ojos cerrados disfrutando de mi atrevimiento.

Señora de los lobos © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora