Capítulo 17

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La suave brisa que antes era fría se torna cálida conforme pasan los minutos debido a la acción de los brillantes rayos del sol. No hay ni una sola nube que manche el cielo y su color azul se observa tan claro como el de las aguas cristalinas del rio. Una preciosa y tranquila mañana que de repente es interrumpida por el sonoro disparo de la escopeta que firmemente sujetan mis manos. Acostumbrada desde pequeña al complejo manejo de las armas apenas varío mi posición tras presionar con suma suavidad el gatillo. Contrarresto el empuje del arma con mi propio peso y mantengo los brazos lo más firmes que puedo para que el disparo no se desvíe del curso que le he impuesto.

Se oyen gritos de horror y sorpresa, pero sin duda el más sonado es el de Thomas quien incrédulo observa el humeante agujero que se ha formado sobre la tierra en el espacio entre sus piernas, un hueco circular de apenas unos milímetros de profundidad en el que la bala ha quedado perfectamente encajonada. Sus ojos se despegan por fin del tan pequeño, pero mortífero objeto, y ascienden deteniéndose en mi rostro.

— Estás loca—murmura con la voz temblorosa.

— Tal vez —me encojo de hombros sin la más mera intención de apartar la mira del cañón de su dirección.

— ¡Por el amor de Dios, Amara! —mi padre se lleva las manos a la cabeza presa del pánico —. Suelta esa arma inmediatamente.

Por primera vez desde que esta pesadilla ha comenzado aparto mis ojos de Thomas, el traidor que tantas horas de sueño me ha quitado, y miro a mi padre.

— No hasta que él confiese lo que pasó realmente —mi expresión seria lo vuelve inquieto pues me conoce lo suficiente como para saber que cuanto estoy determinada a hacer algo, nadie puede detenerme.

— Entonces, cuéntame tú misma la verdad —intenta tranquilizarme al mismo tiempo que da un dubitativo paso hacia delante —. Cuéntamelo y podremos irnos a casa.

Una sonrisa triste se establece en mi rostro. Ojalá fuese tan fácil, pero no sería lo mismo que la verdad fuese nombrada por mis labios y no por los de Thomas. Debe ser él y sólo él quien cuente lo que realmente pasó aquella noche hace aproximadamente 18 meses.

— Lo siento —me disculpo mientras cargo la escopeta de nuevo —. Habla o disparo

Advierto a Thomas.

— No vas a matarme —niega él convencido.

— Tienes razón, pero estoy segura de que eres capaz de vivir sin una pierna, un brazo o, aún mejor, una oreja —voy cambiando el objetivo de la escopeta de acuerdo con mis palabras. Paso de apuntar a su rodilla izquierda ligeramente flexionada al brazo derecho más abierto y después asciendo —. Sería una pérdida pequeña.

La brisa remueve mi cabello colocando finos mechones negros sobre mis mejillas. En cualquier otra situación los apartaría inmediatamente, pero distraída con otros menesteres apenas me doy cuenta de su insidioso bamboleo.

El pecho de Thomas sube y baja rápidamente tras su chaqueta de forro oscuro. Conoce bien mi puntería, por lo que sabe que no alardeo cuando digo que puedo arrancarle una oreja con un único disparo preciso. Traga saliva y mira hacia todos los lados buscando una posible salida, una forma de escapar. Las personas se cierran a nuestro alrededor formando un muro inquebrantable. La desesperanza inunda sus facciones cuando se da cuenta de que no tiene otra opción más que la de confesar.

Thomas, sólo di la verdad, sea cual sea, y todo esto acabará —le insta mi padre dándose por vencido al intentar sin éxito convencerme a mí.

Bajo las mangas de mi jersey, las numerosas cicatrices arden ligeramente y me remuevo incómoda. Finalmente, Thomas habla.

Amara quería liberar al pequeño lobo que la partida de cazadores de aquella tarde había captura cerca de los límites del bosque —toma aire profundamente por la nariz, mientras que como el cobarde que es, observa las pequeñas piedrecitas que se extienden por el suelo en lugar de enfrentar mi mirada o la de cualquier otro —. No dejaba de repetir que era un error sacar a un lobo de su territorio por pequeño que fuera.

Señora de los lobos © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora