Capítulo 35

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Siempre había creído que los osos eran animales solitarios, que no convivían en grupo como los lobos lo hacen. Ahora, viendo a otra gran bestia de oscuro pelaje y tamaño inmenso, no puedo dejar de preguntarme cuántas cosas hay ahí fuera que no sé.

Trato de controlar mi respiración por todos los medios. Cierro la boca dejando que el aire entre y salga únicamente a través de mis fosas nasales y así, poco a poco, el movimiento de mi pecho se ralentiza. Sin embargo, aunque haya sido capaz de recuperar el aliento, eso no quiere decir que pueda hacer lo mismo para controlar el desbocado latido de mi corazón.

Ojos azules se encuentra a mi lado con su pelaje erizado y su cuerpo vibrando ante la presencia de una amenaza. El resto de los lobos están igual. Rodean a la gran bestia sacando sus garras y mostrando sus afilados dientes. Sus ojos brillan con el único deseo de acabar con el invasor y con algo más... odio, ira, venganza... Es entonces cuando veo los cuerpos sin vida de varios lobos a poca distancia. Mi respiración se queda trabada mientras en mi pecho se crea un agujero profundo y doloroso. Esos lobos... esos lobos eran de mi manada... mi familia.

Mis manos se tornan en puños. Aprieto con tanta fuerza que mis uñas se clavan en la piel y la sangre cae tiñendo la tierra a mis pies. Elevo la mirada buscando a Vhalo y lo encuentro inmediatamente. Los lobos rodean al oso y entre ellos, encabezando el asedio, se encuentra el lobo más grande, más fuerte y más furioso. Incluso desde la distancia soy capaz de escuchar su ira convertida en bajos y peligrosos gruñidos por encima de todos los demás. Sus garras se clavan profundamente en la tierra mientras avanza paso a paso con suma lentitud hacia el oso. La enorme bestia, más grande incluso que la anterior, se mantiene firme frente a los lobos. Su redondeada cabeza se mueve de lado a lado sin perder ni un segundo de vista a cada lobo. Sus orejas se mantienen erguidas escuchando cada movimiento, gruñido o sonido.

Por delante, los lobos le cortan el paso.

Por detrás, el acantilado le impide retroceder.

Escucho el río desde aquí. Sus aguas bajan rápido y embravecidas. Las lluvias de hace algunos días han hecho crecer su cauce que apenas se contiene sin desbordarse. Con sus aguas normalmente calmadas, el río no es ningún peligro, pero hoy es mejor mantenerse alejado de su trascurso.

De repente, la mirada del oso recae sobre mí. Sus ojos son más grandes y brillantes, de color verdoso con dejes cobrizos parece notarme entre los peligrosos animales que le rodean y, entonces, ruge. Fuerte y alto... tan alto que me encojo sin pretenderlo. Ojos azules se coloca inmediatamente frente a mí convirtiéndome en mi valiente escudo y lo miro con angustia pues sé que él haría lo que fuese por protegerme, pero prefiero recibir yo un mortal zarpazo antes de dejar que lo haga él.

Quiero apartarlo. En mi pecho ruge la fiera necesidad de tirar de su negro pelaje hasta devolverlo a su posición anterior, pero me cruzo con la mirada de Vhalo. Su cabeza se gira notando mi presencia y al verme, sus ojos se llenan de temor. No soy más que una humana en un lugar lleno de bestias. Trato de transmitirle algo calma, de hacerle saber que no debe preocuparse por mí, pero no parezco lograrlo. Sus cuerdas bocales vibran fuertemente y varios lobos abandonan la formación circular, que retiene al oso a los bordes del precipicio, para venir a colocarse a mi lado.

El sonido de mi corazón se vuelve más elevado, casi retumbando en mis oídos y en el interior de mi cráneo. Ahora, por su decisión de mantenerme a salvo, hay menos lobos conteniendo a la gran bestia y temo por sus vidas.

Abruptamente, un lobo se lanza sobre su espalda. Su pelaje pardo llamea sobre el espesor oscuro que es el oso.

¡Ryker! —grito asustada cuando el oso da bruscos y violentos bandazos intentando deshacerse del animal.

Señora de los lobos © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora