Escena extra (Vhalo y Amara)

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Hay un lugar que suelo visitar cuando sueño, el riachuelo. La hierba de intenso color verdoso es increíblemente suave bajo el peso de mis pies descalzos. Acaricia mi piel con cada paso causando una agradable sensación que asciende por mis piernas para inundar todo mi cuerpo. Inspiro el dulce olor de las pequeñas flores cuyos pétalos, dorados por los rayos del sol, ondean con la suave brisa que remueve mi cabello. Me detengo junto a la orilla y, acompaña por el apacible sonido de la cascada rompiendo la superficie del agua, me despojo de la ropa que cubre mi cuerpo.

Completamente desnuda, introduzco un pie en el agua. Un escalofrío me recorre al sentir su tibieza contra mi cálida piel. Después, meto el otro pie y, pronto, las aguas del riachuelo me cubren hasta la cintura. Acaricio la superficie con mis manos mientras avanzo hacia la cascada y me coloco debajo.

Mi cabello negro se pega contra mi piel debido a la fuerte presión del agua fría sobre mi cabeza, hombros y espalda. Cierro los ojos y paso las manos por mi pelo disfrutando del confortable baño.

Entonces, escucho un ruido. El sonido de otra persona entrando en las aguas del riachuelo y al abrir los ojos descubro a Vhalo, en su forma humana, avanzando lentamente hacia mí. Sus ojos de un suave tono vinoso, en lugar del rojo intenso que caracteriza su mirada lobuna, recorren mi cuerpo desnudo bajo la cascada. No hago el amago de taparme pues no hay vergüenza alguna entre nosotros. Sólo la comodidad de una pareja que se quiere y se respeta.

El deseo inunda su mirada con cada paso hasta que se detiene frente a mí. Su cabello blanquecino se mantiene completamente seco a diferencia del mío empapado por el agua de la cascada.

— No me has esperado —murmura él distraído con la visión de mis caderas bajo el agua cristalina.

— Estaba cansada —me disculpo algo distraída también pues pequeñas gotitas de humedad cubren los músculos de su torno encendiendo mi necesidad de lamerlo.

Por las noches suelo esperar a que vuelva a las cuevas, nuestro hogar, para irnos a dormir juntos. Sin embargo, hoy ha sido un día muy largo y estaba realmente cansada. Apenas apoyé la cabeza sobre las cálidas pieles perdí el conocimiento.

Finalmente, Vhalo acorta la distancia que nos separa y rodea mi cintura con sus brazos. Una de sus manos asciende por mi espalda causando un hormigueo en todo su camino hasta mi rostro, donde se detiene para acariciar mi mejilla con dulzura. Aparta un mechón de mi cabello y lo coloca delicadamente tras mi oreja.

— Esta bien —susurra él haciéndome saber que no le molesta que no lo haya esperado esta noche y, después, me besa.

Sus labios se presionan contra los míos, mojados por el agua que ahora también cae sobre su cabeza y que empapa todo su cuerpo. Su otra mano asciende para enmarcar mi rostro y yo deslizo mis manos sobre su duro torso arrancándole un bajo gruñido. Sus insistentes labios consiguen abrir mi boca para así deslizar su lengua en el interior encontrándose con la mía. El beso es hambriento y desesperado después de estar todo el día sin poder tocarnos de esta manera. Sólo en las noches, cuando ambos soñamos, tenemos la oportunidad de estar juntos... de ser uno.

Siento la misma necesidad que lo consume y deseo tanto esto, pero... los pensamientos no dejan de dar vueltas en mi cabeza sin control alguno. De repente, él se separa interrumpiendo el beso.

— ¿Qué pasa? —pregunta con duda en sus ojos.

— Nada —niego rápidamente e intento besarlo de nuevo, pero Vhalo me detiene.

— Te conozco, Amara, y puedo ver las ruedas girando en tu mente a toda velocidad —insiste él —. ¿Qué es lo que pasa? — aparto la mirada de repente nerviosa y él se da cuenta. Mi corazón se acelera bajo el peso de su mirada llena de preocupación —. Amara, cariño. ¿Qué ocurre? —mi silencio incrementa su preocupación —. ¿Soy yo? ¿He hecho algo mal o...

Señora de los lobos © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora