Es realmente tarde cuando llego a casa. Apenas faltan un par de horas para que amanezca. Los párpados me pesan y mis músculos se sienten como gelatina líquida. Me dejo caer sobre el colchón que en estos momentos me parece lo más cómodo del mundo. Cierro los ojos durante un segundo demasiado corto y cuando vuelvo a abrirlos todo se siente distinto. El ambiente que me rodea, a pesar de seguir en mi habitación, es una mezcla de quietud y paz. No se escucha absolutamente nada salvo mi respiración y el roce de las sábanas cuando me incorporo.
— ¿Me he dormido? —pregunto confusa.
— Sí —responde una voz en la esquina junto a la ventana.
La oscuridad del cielo nocturno parece invadir cada rincón de la habitación. El único espacio que se salva de su asedio es la cama sobre la que permanezco con los ojos puestos en aquel lugar de donde la voz procede. Una voz que podría identificar en cualquier parte.
— ¿Por qué no estamos en el bosque?
Los últimos sueños siempre se han desarrollado en aquel siniestro bosque de árboles infinitos. ¿Por qué ahora de repente el escenario parece haber cambiado y, para colmo, eligiendo mi habitación como su reemplazo? Una habitación pequeña y sencilla, con suelo y pareces de madera al igual que el resto de la casa. Los muebles son de estilo rústico y los únicos toques de color son la colcha que cubre mi cama, tejida con lana de color naranja, y una alfombra gris-verdosa sobre el suelo.
— No lo sé —murmura de forma escueta.
Parece estar poco hablador esta noche teniendo en cuenta lo suelta que tenía la lengua la última vez. Aunque no me sirvió de mucho y no puede conseguir ninguna respuesta que pudiese explicar lo que está pasando.
Como viene siendo habitual, la oscuridad de la habitación parece concentrarse especialmente en la esquina en la que se encuentra. Sólo soy capaz de distinguir su voluminosa silueta tras el espeso velo. Aparto las sábanas y la colcha que me cubren de cintura para abajo y gateo sobre la cama en su dirección. Me detengo justo en el borde sin la intención de poner un pie sobre el suelo.
— ¿Ocurre algo?
No me había dado cuenta antes, pero ahora que estoy más cerca soy capaz de sentir las extrañas ondas que parecen emanar de él. Se sienten pesadas y cortantes obligándome a permanecer alejada. Un extraño sentimiento de pesar me invade al estar expuesta a ellas.
— Lo siento — dice sorprendiéndome.
— ¿Por qué?
— He cometido un error — las palabras salen entrecortadas como si estuviese apretando los dientes con fuerza —. Te vi con él y... me deje llevar por mis instintos, lo siento.
Sólo puedo imaginar que cuando dice que me vio con él, se refiere a Milo. He estado prácticamente toda la noche con él, así que no puede ser otra persona. Pero, ¿qué quiere decir con eso de que ha cometido un error?
— ¿Qué es lo que has hecho?
Sí, nos vio... ¿eso significa que vive en el pueblo? No, de ser así hubiese reconocido su voz. Pensando justamente en esto busco entre los recuerdos de mi mente. Escucho la música que sonaba en la Fiesta de la Llama junto con los murmullos de los que yo era la protagonista principal, pero no consigo hallar ningún sonido tan bajo y grave como el suyo.
— Casi nos pongo en peligro a todos
Percibo la rabia en su voz. Un sentimiento de ira dirigido hacia sí mismo y conforme habla las cortantes oleadas que se desprenden de su cuerpo se vuelven más intensas. Me remuevo incómoda ante la extraña sensación causando que mi camiseta se deslice de un lado dejando al descubierto la piel de mi hombro.
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Señora de los lobos © #1
WerewolfMi insensatez e imprudencia casi me cuestan la vida en territorio dominado por lobos. ¿Quién pensaría que hay algo de compasión en su naturaleza animal? ¿O es que acaso hay mucho más oculto tras sus garras y fauces? Ahora estamos enlazados de una fo...