Cap 36: El Mundo Sin Ella

970 75 7
                                    

Su corazón se paralizó en un instante, sus irritados ojos azules se abrieron como platos y su alma se estrujó al oír las crueles palabras que llamaban a una noticia aterradora. Una noticia que sin dudas no se esperaba ni se predecía en ningún contexto. Cada latido se hacía cada vez más lento, como si estuviera a punto de colapsar, mientras que su rostro se empalidecía frente a todos sus compañeros. El dolor no le dejaba pensar con claridad, su mundo se había partido en mil pedazos en tan solo un instante.

-Lo lamentamos mucho... - dijo apenado el médico, para luego dejar pasar a los seres queridos de la paciente, quienes lloraban sin control alguno, abrazándose entre ellos para apaciguar el gran dolor que sentían mutuamente.

- ¡N~no! ¡No puede ser! ¡Tienen que seguir intentando! ¡F~frisk no está muerta! ¡¡Lo sé!!- balbuceaba el chico desconsolado, intentando mantener la cordura. Las palabras del hombre le atravesaban el pecho, el nudo en la garganta impedía articular bien las palabras y el sentimiento destruído se hacía cada vez más fuerte.

- De verdad, lamentamos mucho su pérdida, señor. Hicimos todo lo que pudimos. - su voz sonaba triste, como si todos sus esfuerzos hubieran sido en vano.

- ¡¿Pérdida?! ¿De verdad? ¡No me jodas, no puedes decir eso frente a todos ellos!- reprochó alejándose con furia de sus amigos mientras señalaba a la madre de la niña. Se sentía indignado frente al hecho que afrontaba, no podía simplemente aceptar que su mejor amiga haya partido de esa forma tan inesperada, algo había salido mal.

- Esto... Esto no puede terminar así. Mi n~niña. - La señora de cabellos blancos y platinados sollozaba ante la muerte de su hija adoptiva menor. Mientras era consolada por su esposo, que siempre estaba para ella. Ambos llorando a mares y maldiciendo a cualquiera que haya estado cerca de su niña antes de morir, y Sans era el primer culpable de todo. Toda la culpa y dolor recaía en él, quién la había visto alegre y llena de vida por última vez.

- Ya olvídalo, no vale la pena pelear contra ellos. No es su culpa que Frisk se haya ido. - dijo Undyne, intentando calmar las aguas colocando su mano sobre el hombro del ojiazul, quien, como de costumbre, ya había perdido toda la cordura que le quedaba.

Papyrus tomó bruscamente el brazo de su entrenadora, acercándola a él. Sabía que si se le acercaba, el comportamiento de su hermano solo empeoraría. Era de esos momentos en los que es mejor estar solos, sin nadie en absoluto.
En un ataque de ira, el ojiazul se abalanzó al doctor gritando como un niño caprichoso por su amiga, juzgándolo de no ser lo suficientemente determinada como para salvar a la humana. Ya nada tenía sentido, ya no había nadie en quien confiar, ni humanos ni monstruos.

Sus amigos intentaron controlar la situación, pero fue en vano, sólo lograron salir lastimados. En un brusco golpe hacia uno de los médicos, llegó una jeringa que decidió acabar con todo de una vez, sedando al comediante de inmediato mientras que sus amigos maldecían el hecho. Sus golpes se hacían cada vez más débiles, y le era difícil mantenerse de pie. Lentamente, todo se volvió negro...

El albino abrió los ojos, una sala blanca y utensilios típicos de un Hospital lo hicieron reconocer donde se encontraba de inmediato, unos momentos antes de poder incorporarse, una señora de cabello albino y largo vestido morado, se queda parada frente a él. Ambos se miran fijamente, la mujer parecía muy deprimida aunque este gesto era imposible de reconocer por Sans, ya que sus ojos recién abiertos le impedían ver con claridad.

- ¡SANS SKELETON! Sin dudas me defraudaste, estoy muy decepcionada de ti. Sabía que no podía permitir que un flojo como tú cuide de mi pequeña niña...

Las palabras de la mujer sonaban entrecortadas y frías, como si estuviese a punto de romper en llantos. Sans la observaba adormilado, pero con mucha intriga, verla de esa forma lo hacía sentir terrible, pero de alguna manera podía sentir algún tipo de "calidez" al ver el amor de una madre.
De repente, su figura se disolvió como si de polvo se tratase y todo volvió a ponerse en negro.
Al adentrarse en el Hospital de nuevo, apareció como por arte de magia, una niña castaña de cabellos cortos, grandes ojos color rubí y mejillas coloradas. Lo que llamó la atención del comediante fue no poder apreciar la gran sonrisa psicópata que estaba acostumbrado a ver en ella. La mirada fija que se enfocaba en él, le daba escalofríos y una sensación extraña que Sans solo conocía como "miedo".

Luego de un tiempo de profundas y asesinas miradas, la castaña se decidió a hablar.

- Idiota... TE DIJE QUE LA CUIDES. - En ese momento, sus ojos se volvieron negros y comenzaron a desprender un líquido espeso, parecido a la sangre tras maldecir al albino hasta más no poder. Y de repente, todo se volvió negro.
Nuevamente despierto, deseando que todo se terminara, pudo observar a Jennifer frente a él riéndose a carcajadas. Sus largos cabellos rizados danzaban sobre sus pechos, mientras que su seductora sonrisa sólo se ensanchaba más y más. Su mirada fría y creída reflejaba gloria y victoria, por fin obtendría lo que buscaba.

- Ya deja de preocuparte mi amor, todo terminará muy pronto... - se veía muy decidida, pero ahora verla contenta a Sans solo le causaba ira. No podía seguir pretendiendo que la amaba, después de todo lo que le había hecho a su amiga. Pero tampoco le apetecía vender su alma, ya que de esa forma dejaría millones de cosas pendientes, además de no poder asegurarse si Frisk estaría bien, y si Jennifer cumpliría su promesa.

Entre centenares de pensamientos negativos, volvió a cerrar los ojos esperando despertar de nuevo. Efectivamente así sucedió, pero lo primero que le pasó por la cabeza, fue lo primero que fue a revisar.
Se levantó bruscamente de la camilla y corrió lo más rápido que pudo hacia la habitación de su amada, la cual seguía sin conocimiento alguno.
Se sentó a su lado, sollozando su nombre sin ninguna respuesta. Balbuceaba pidiendo en llantos un reinicio, diciendo que no se molestaría con ella. A pesar de sus lloriqueos, por dentro sabía bien que Frisk no iba a romper su promesa. Luego de un par de horas de llantos y lamentos, el chico estrujó su mano en su pecho y al alejarlo, un latiente corazón blanco con tonos azulados, o más conocido como su "alma", apareció flotando sobre su mano.

Al instante, supo que debía hacer algo al respecto, en vez de seguir con sus lloriqueos y ataques de ira, que lo habían llevado a golpear a un médico. Con un bufido nervioso, se levantó y fue a hacer lo que menos quería. Fue en busca de su padre a su laboratorio, a recurrir por ayuda y un nuevo método para traer a su amada de nuevo.
Antes de cualquier cosa, tomó uno de sus atajos hacia su hogar sin alertar a su hermano menor, y subió las escaleras hacia su cuarto, abrió su armario, y observó con mucha nostalgia una sucia bata de laboratorio blanca. La jaló con firmeza y la abrochó por encima de su sudadera al darle flojera quitársela primero. Tomó unos lentes de un cajón, los limpió con su camiseta y se los colocó. Observó a ambos lados y salió de su casa obligado, rumbo al laboratorio de Gaster, quien desde hace rato ya había comenzado con sus experimentos para salvar a la niña.

HUMANTALE "Mi Trabajo Es Protegerte" (FRANS) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora