Capítulo 47

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—Ainhoa —grito siguiendola escaleras arriba—. Ainhoa por favor.

Llega a nuestro cuarto y abre la puerta precipitadamente. La sigo.

Veo a los dos chicos sentados en mi cama, mi amiga también los ve, justo antes de entrar al baño y encerrarse allí.

—Ainhoa. —Llamo a la puerta pero no oigo respuesta—. Ainhoa, déjame pasar por favor.

Espero unos segundos, pero lo único que distingo son sus sollozos (casi inexistentes) y mi respiración. Entonces recuerdo quien más sigue en la habitación.

—Vosotros dos. —Me giro hacia ellos notando como el enfado va aumentando en mi interior—. LARGO, ¡ya!

Pegan un salto al oír el grito que pego, pero no me detengo y ando hacia ellos.

—¡No quiero que nos volváis a hablar! NUNCA —grito lo último y les agarro a cada uno de un brazo, levantandolos—. ¡A ninguna de las dos! Como me entere de que en algún momento habéis intentado decirle aunque sea un mísero "Hola" a mi amiga daros por muertos.

Abro la puerta y les echo de la habitación.

—¡No quiero volveros a ver en la vida!

Parecen querer replicar, pero al ver mi cara de enfado, deciden callarse y les estampo la puerta en su cara.

Me doy la vuelta y vuelvo a llamar a la puerta el baño.

—Abreme por favor, ya se han ido. —Apoyo mi frente en ella, esperanzada, pero no obtengo respuesta.

Oigo el ruido de unos nudillos chocando contra la puerta del cuarto y la abro furiosa, lista para insultar a quien fuera.

—Ah —digo relajandome—. Sois vosotras.

Gisella, Cristina y Anaís están enfrente de mí, con cara de preocupación.

—¿Está bien? ¿Podemo... ? —no les dejo acabar.

—¿Podéis dejarnos a solas un rato, por favor? —Ellas asienten, poco convencidas—. Cuando todo esté bien voy a vuestro cuarto y así me dejáis algo de ropa.

Vuelven a asentir.

Les doy un abrazo a cada una y se alejan por el pasillo.

Cierro la puerta.

—Ainhoa —susurro con el pecho lleno de impotencia—. Sal del baño por favor, no puedes alejarte de todo el mundo.

No recibo respuesta.

Me siento en el suelo, apoyando la espalda sobre la puerta del baño, intentando estar lo más cerca posible de ella.

—Recuerdas —intento hablar—. ¿Recuerdas esa vez, con siete años, que estábamos en clase de gimnasia y un niño me dió un balonazo en la cara? Tú estuviste allí para consolarme mientras lloraba en medio del pabellón. ¿O esa vez, con diez años, que estábamos de albergue con el colegio y una niña me tiró un vaso de batido encima? Yo no paraba de gritar entre sollozos, me había manchado mi camiseta favorita, pero tú estabas allí para secarme las lágrimas y decirme que no pasaba nada, que eso con un poco de detergente se limpiaba. ¿Te acuerdas de cuando, con trece años, mi perrito murió y me pasé el día encerrada en mi habitación, llorando? Tú estuviste allí, te escapaste de clase y viniste a mi casa. Recuerdo que no dijiste nada, simplemente te metiste en mi cama conmigo y me abrazaste, durante horas. Tú siempre has estado para mí, déjame estar para ti, por favor.

—No seas tan poética, me das náuseas. —Oigo un tic, que me indica que ha quitado el seguro, así que me levanto y entro en el baño. Sonrío ante su comentario irónico pero enseguida dejo de hacerlo y la veo sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la bañera pero sin llorar. Más que nada en su cara lo que veo es impotencia. La abrazo—. Oli, entiéndelo, intento pedirle perdón a Joel y él me lo paga así. Intento ayudar a que Alex no se mate peleando, y me lo devuelve así. Mi vida es una mierda.

Hey Dj!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora