El molesto sonido del despertador indicaba que debía levantarme. Le di un golpe mientras ponía mis pies en el suelo y comenzaba a estirarme aún un poco somnolienta. ¿Por qué siempre las vacaciones de invierno han de terminar tan rápido? Pareciera como si hubiese sido ayer cuando recién comenzaban. Como detesto tener que ir al colegio.
Abrí la ventana de mi habitación esperando encontrar un sol radiante o un día precioso que me diera las ganas de continuar este día pero no, la nieve se había apoderado de la ciudad llevándose mi última esperanza de comenzar un día positivamente.
Suspiré mientras sacaba unos jeans ajustados, algo gastados, acompañados por sweater rojo oscuro, "Hakuna Matata Bitch" era su estampado, era tibio el cual me mantendría a salvo de aquel día gris y unas Vans negras, talvez tenga una obsecion por las Vans.
Me metí al baño e hice lo de siempre. Agarré mi mochila y bajé rumbo a la cocina. Mi madre estaba ahí preparándose una taza de café.
—¿No vas a comer nada? —preguntó mi mamá mientras me miraba con dedicación y se servía un poco de café.
Negué con la cabeza.
No me dijo nada, sólo me dio un beso ruidoso en la mejilla y me dejó ir.
Miré hacía el patio pero me sorprendí al verlo vacío. El auto de mi madre estaba en el mecánico... ¿Tendría que caminar? Por desgracia, sí.
Me estaba congelando, el día estaba horrible, no había ninguna señal del sol que se asomara por entre medio de las nubes. Nada. Este día será horrible.
En momentos como estos, siempre surge aquella pregunta en mi mente ¿quién mierda inventó el colegio? De seguro ha de estar en el infierno, condenado a estar ahí por inventar un infierno al que no llegamos muertos, si no vivos y en nuestros mejores años de la vida.
Respiré profundo, estaba en la puerta de entrada del colegio, me estaba arrepintiendo de haber venido. Odio, odio con todo mi ser tener que levantarme temprano y más aún tener que hacerlo para venir a esta cárcel.
Di un paso firme y entre, había una inmensa gente insoportable de gritos emocionados que se apoderaban de mis oídos. ¿Por qué esto pasa todos los años? ¡Sólo fueron unas malditas vacaciones de invierno! ¡No fue más de un mes! Y actúan como si no se hubieran visto hace años.
A medida que caminaba me encontraba con algunos rostros conocidos que me sonreían de manera emocionada esperando mi misma reacción. Algunos me abrazaron, pude sentir su afecto, pero no estaba de ánimos cómo para abrazarlos con el mismo querer.
Saqué la llave de mi casillero que traía en mi mochila y rápidamente comencé a guardar todos los libros, algo viejos, que tenía que usar los meses que quedaban de clases.
Boté un suspiro al sentir como unas manos tibias cubrían por completo mis ojos y una voz dulce susurró en mi oído: "¿Quién soy?"
—¿Un secuestrador? —pregunté mientras soltaba una risa traviesa.
—Puedo ser eso sí quieres —respondió sacando sus manos de mis ojos y yo giré lentamente para quedar frente a sus perfectos ojos marrones, con su tipico brillo en ellos y su brillante sonrisa. Pasé mis brazos por su cuello y él puso sus manos en mi cintura mientras nos fundíamos en un tierno beso— Te extrañé amor.
—Yo también, Erick —susurré mientras recostaba mi cabeza en su pecho.
Erick es mi novio oficialmente hace tres meses, aunque estuvimos saliendo sin ser novios oficiales durante dos meses. Prácticamente estamos juntos hace unos cinco o seis meses. Nos conocimos hace dos años, casi dos años, aquí en el colegio. Se convirtió en mi mejor amigo... Hasta que ambos comenzamos a sentir cosas especiales que no involucraban sólo sentimientos de amistad, era algo más y… Somos novios ahora.
—¿Te sucede algo? —pregunté inquieta. Erick estaba muy callado, más de lo normal, además de que estaba abrazándome de manera fría, un poco tenso a mi parecer.
—Tengo que decirte algo importante.
Su expresión era seria. Parecía angustiado y yo ya me estaba esperando lo peor.
Se colocó nervioso mientras se frotaba las manos, típico acto de él. Lo quedé mirando a los ojos mientras ponía una pequeña distancia entre ambos para poder escucharlo.
No decía nada aún, miraba hacia los lados como hallando la manera de decírmelo con las mejores palabras posibles.
—Me estás asustando —dije preocupada.
—No es nada tan grave amor, es que no encuentro la manera adecuada...
—Dímelo como sea —mostré una sonrisa algo fingida pero Erick no la notó.
—Me voy de viaje con mis padres.
Musitó de forma rápida y cerró sus ojos por un momento.
—¿Por cuánto? —pregunté pasiva y con una sonrisa para calmarlo— Un fin de semana, una semana completa, un par de días...
—Por tres meses —me miró preocupado.