Príncipe azul 15

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Termino de componer y me llega un mensaje de Cinder que ya llego de haber salido con su abuela, le digo que en cinco estoy en su ventana. En estos momentos desesperados la única forma de verla es por su ventana. Guardo mi guitarra y me dirijo a mi cuarto.

Antes de haberme mandado el mensaje estaba terminando la canción que tengo para ella, está es la primera vez que escribo para alguien y espero que le guste.

Al llegar me dirijo hacia la ventana. Me encuentro a Cinder recostada en su cama con sus ojos cerrados. Ella no escucha mis pasos si que me recuesto suavemente a su costado y ella se sorprende por mi repentina aparición. Observo sus ojos azules que me miran  con ese brillo tan característico de ellos. Ella se acerca hacia mi para abrazarla y yo no pierdo la oportunidad.

-¿Y como te fue?

-Fuimos a visitar a mis padres.

-¿Y por eso tienes esa cara?

-Si. Pero también por la situación de mi abuela.

-No te presiones tanto por ello, tan solo paso por paso ¿De acuerdo?

-Si. No sabía cuánto te he extrañado.

Me dice abrazando más fuerte y yo paso mi mano por su cuello para poder verla mejor.

-Ya estoy aquí y no pienso dejarte.

-Así me gusta.

Me dice cerrando los ojos. Pero alguien abre la puerta lentamente y yo enciendo las luces para sorprenderme de ver a su abuela viéndonos fijamente.

-No están haciendo nada, ¿Cierto?

-Si.

-Quédense como están.

-Claro.

Ella nos recuerda para luego cerrar la puerta lentamente, pero antes que cierre yo le pregunto:

-¿Usted me dejaría dormir con ella esta noche?

-¿Dormir?

-Nada más, se lo prometo.

-Bueno.

-Gracias.

Le digo para que ella cierre la puerta como corresponde. Cuando me giro me encuentro ha Cinder riéndose y por primera vez luego de horas puedo verla sonreír. La veo por unos largos segundo como su risa contagia su rostro y luego a la habitación. Tiene una risa de esas que hacen que tu corazón explote de alegría al escucharla. Al verla de esta forma todos podrían decir que ella no tiene problemas, pero si pudieran ver un poco más allá de esa sonrisa curvada y el sonido de su risa se podrían ver lo rota que está.

Ella se detiene para luego verme a los ojos y acercarse a donde estoy. Ella coloca su rostro en mi pecho y se queda ahí. Yo no hago nada tan solo paso suavemente mi mano por su cabello. Esto es perfecto y no lo cambiaría por nada.

Cenicienta después de las doceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora