Prólogo

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— ¡Tienes treinta y dos años! — Mikey y yo hemos tenido la misma discusión casi a diario. — ¿Por qué no consigues un empleo y te largas de aquí?

— No tienes derecho a echarme si mamá y papá no lo han hecho aún.

— ¡Ninguno de los dos tiene las agallas para echar de la casa a su "hijito mayorcito"! Agradece que yo sí tenga esas agallas y no tengo ningún problema en decirte que eres patético. Apenas terminaste la universidad, no trabajas...

— ¡Tuve un gran empleo!

— ¡Y lo dejaste para seguir viviendo de vago todo el día en internet! Por Dios, incluso yo superé esa etapa. Dentro de poco cumpliré veintiuno y me mudaré solo, además de que me habría mudado antes si nuestros sobreprotectores padres no me hubiesen rogado para que me quedara aquí un tiempo más ¿Eso no te hace sentir patético?

— En lo absoluto. — Me encogí de hombros despreocupadamente. Mi hermanito suele ser muy pesado algunas veces y sinceramente, ya no me afecta.

— Es que no tienes remedio... ¡Consigue una vida!

— Cuando me lo dices más de cien veces al día, deja de perder la fuerza. Tus palabras ya no me afectan Michael, me das muy igual. — Mantengo mi indiferencia en alto.

— Veamos si te dará igual cuando cumplas cuarenta y te des cuenta de que desperdiciaste tu vida ¿Sabes? Al menos consigue pareja ¿O todavía sigues siendo gay del clóset?

— Ya superé eso.

— Qué mal que ha sido lo único que superaste. — Rodó los ojos. — Como sea... No debería ser tan buen hermano y preocuparme tanto por ti cuando es obvio que jamás madurarás... Hace mucho que debiste hacerlo.

Me dejó solo en mi cuarto y al salir, cerró de un portazo con la triste intención de hacerme sentir mal pero la realidad es que hemos peleado por lo mismo tantas veces, que ya no puede hacerme sentir mal: Mi hermano no me tiene respeto y me dice siempre en mi cara que soy un inútil despropósito/parásito, he escuchado a mis padres decir las mismas palabras que Mikey a mis espaldas... Y aun así, me da igual.

Cuando era adolescente, era el cliché de friki asocial al que todos "temían" por su mal aspecto. Digamos que siempre he sido un desprolijo (aunque hubo una época en que no, pero digamos que siempre). Por aquel entonces, mi vida estaba hecha en el internet; en los juegos de rol multijugador como World Of Warcraft, aunque a veces prefería jugar juegos menos conocidos. El punto es que todos mis días se basaban en eso; en estar pegado todo el día tecleando frente al ordenador, la vida era mucho más interesante para mí siendo los personajes de mis juegos. También me la pasaba viendo anime, leyendo cómics, y en esas actividades se me iba tanto el tiempo, que apenas quedaba espacio para la escuela.

Mi hermanito Mikey nació cuando yo tenía once años y apenas estaba entrando al mundo de los juegos online. Fue triste no haber tenido con quien compartir mis gustos por estas cosas durante la adolescencia, pues tuve que esperar a que Mikey cumpliera por lo menos nueve años para poder inducirlo al mundo del anime y mostrarle algunos juegos como el buen hermano que soy.

De pequeño, Mikey me idolatraba, me veía como el tipo más increíble del mundo, como el dios de los videojuegos, el que más sabía de anime, el que tenía las mejores estrategias en Calabozos y Dragones y Magic: The Gathering... Todo iba bien hasta que el niño cumplió dieciséis, desarrolló razonamiento propio y se dio cuenta de la realidad: Su modelo a seguir, su hermano mayor, no era el gran héroe que veía a través de sus ojos de niño, sino un tipo que no cuidaba su aspecto, era intolerante a la luz del sol por tanto tiempo que pasaba encerrado y tenía más ojeras que cara debido a que entre mi vida online y mis estudios no tenía tiempo para dormir, aparte de que para ese entonces, ya me estaba haciendo un poco mayor para esas cosas.

Life Online; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora