12."Claudia"

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Mikey entró como perro por su casa porque a Gerard nunca se le ocurría ponerle el seguro a la puerta. A simple vista, la casa parecía vacía, todo se sentía en silencio y calma, normalmente, cuando llegaba y no veía a Gerard, la música o los videojuegos con mucho volumen daban el indicio de que sí estaba en casa, encerrado en su habitación, pero esta vez sólo había silencio. El Way menor fue directo al cuarto de su hermano, donde lo encontró acostado en su cama, estaba dormido, abrazando su delfín de peluche de toda la vida, se veía asquerosamente tierno, durmiendo con la boca abierta, babeando al pobre peluche.

— ¿Será que lo despierto o...?

Su instinto malvado lo llevó a tomar la decisión de aprovecharse de que Gerard estaba durmiendo para irse y hacer algo más productivo con su tarde, así que se dio la vuelta y apenas dio unos cuantos pasos, sintió que alguien apareció velozmente a abrazarlo por detrás, Gerard había despertado.

— ¿A dónde crees que vas? — A veces Gerard podía ser como un maldito ninja.

— ¡¿En qué momento te despertaste y llegaste hasta acá?!

— Hermanito... — Gruñó. — ¡Pensabas dejarme! ¡Y en nuestro día sagrado!

— Querrás decir TU día sagrado... Yo me siento culpable por procrastinar tanto.

— Hoy no vamos a procrastinar, vamos a tratar una de mis crisis existenciales.

— Me interesa, ¿De qué se trata?

— Wooaah, no esperaba que te interesara.

— Aprovecha que estoy de buen humor, idiota.

Gerard tomó a su Mikey de la manga de su chaqueta y lo llevó hasta el sofá, lo obligó a sentarse primero y luego él se acostó en el mueble, colocando su cabeza sobre el regazo de su hermano, aparentando una terapia psicológica.

— Muy bien, doctor Way. — Dijo el mayor. — Hablemos de mis problemas; todo comenzó el día en que nací...

— Estás pendejo. — Mikey soltó una carcajada sincera, Gerard adoraba hacer reír a su hermanito porque verlo reír era algo tan bonito, así como también inusual. — ¿Qué es lo que realmente ocurre?

— Pues verás, ayer me pasó algo de lo más extraño. Estaba comprando algo para cenar en el mini-mercado y...

— ¿Qué te he dicho sobre la comida chatarra? Es malo para tu salud, Gee. — Comenzó a sermonearlo. — ¿Qué te cuesta ponerte a cocinar?

— ¡No actúes como si fueras mi padre! — Bufó. — Te estaba diciendo... Que estaba comprando mi cena y de la nada apareció un ex-compañero de trabajo.

— Y... ¿Se trataba de algún viejo amigo?

— Nunca tuve amigos en el trabajo, Mikey, sólo compañeros con quienes salía obligatoriamente los fines de semana para tener "vida social", no porque me cayeran bien o porque realmente me la pasara bien en esos ambientes de fiesta.

Esa explicación fue muy nueva para Mikey, quien nunca llegó a conocer a fondo la vida de su hermano, no sabía lo que Gerard verdaderamente pensaba, qué había en su cabeza, cómo se sentía con respecto a su estilo de vida, su trabajo y sus compañeros, porque en todo ese proceso, nunca llegó a quejarse. Tanto para Mikey como para sus padres todo fue muy sorpresivo, como si de un día para otro, Gerard, quien siempre estaba "bien", hubiese decidido tirar su vida al caño por capricho, pues el mayor nunca les habló sobre lo que implicaba ser él.

— En fin. — Prosiguió el mayor. — Este sujeto que me encontré ayer ni siquiera llegó a formar parte de ese grupo de personas con quienes iba de fiesta, o al menos eso creo, es un hombre joven llamado Robert McCracken, a quien solía supervisar cuando comenzó a trabajar en la firma, todo el tiempo hablábamos por teléfono, era nuestro único medio de comunicación.

Life Online; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora