III

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KATE

  Han pasado dos días, hoy debo volverlo a ver, no he dejado de pensar en él desde que me marché. Cuando estoy por salir hacia mi clase, recibo una llamada de un número privado; decido contestar.

—¿Hola? —digo insegura, hay silencio del otro lado y me tenso.

Hola cariño. ¿Me extrañaste? Yo sí. Salí de la cárcel hoy mismo, me gustaría verte pronto pequeña, tú y yo tenemos algo pendiente después de haberme metido en ese espantoso lugar, ¿no te parece? —Respiro con dificultad, tengo miedo. ¿Mi padre salió de la cárcel y quiere verme? Esto debe ser otra maldita pesadilla.

No tengo nada pendiente contigo y no quiero verte —respondo rápido armada de valor y cuelgo.

Decido dejar de lado ese tema, son las doce del mediodía, debo apresurarme si quiero llegar a horario ésta vez. Tomo mi violín, el cuaderno de música y el libro que me dio el profesor. Salgo disparada de mi departamento, tomo un taxi y llego justo a tiempo.
Toco el timbre, pero ésta vez tarda en abrir. Miro mi celular y sí, hoy debía venir, eran las doce y cuarto justo, pero él aún no abría; comencé a impacientarme bastante.

Decido retirarme y llamar luego para avisar que estuve allí. Doy media vuelta y logro divisar un Ford Falcon bastante deteriorado con una persona dentro observándome, como si me vigilara. Intento ver bien a la persona y al darme cuenta de quién se trata, se me heló la sangre. Era él, mi padre estaba allí pero, ¿cómo supo dónde estaría? Él se baja y se dirige hacia mí, comienzo a tocar el timbre de mi profesor desenfrenadamente pero nadie sale, siento que voy a desmoronarme. Mi padre llega hasta mí, lo único que puedo hacer es cerrar los ojos y pensar que despertaré tras otra de mis horribles pesadillas, pero al abrirlos, veo que estaba equivocada. Su rostro se encontraba a escasos centímetros del mío, su semblante era completamente serio, estaba molesto y lo peor era que la calle estaba totalmente vacía.

—Hola cariño, dije que quería verte pero fuiste muy grosera conmigo y vas a lamentarlo.

Me toma del cabello y lo jala hacia arriba, logrando que apenas pueda sostenerme con la punta de los pies, saca su cuchillo y acaricia mi cicatriz con él.

—Suéltame —dije con un hilo de voz, estaba aterrada.

—No te haré nada aquí. ¿Piensas que soy idiota? No pienso volver a ese lugar por tu culpa, me acompañarás a otro sitio —dijo con una sonrisa en su rostro.

Sacó una jeringa del bolsillo de su chaqueta, comencé a removerme y a gritar, pero fue en vano. Inyectó el líquido de ésta en mi brazo y vi todo nublado, pero sin llegar a desmayarme. ¡Me había drogado!

—¡Suéltala bastardo!

Logro oír la inconfundible voz de mi profesor, podía ver como estampaba su puño una y otra vez en el rostro de mi padre. Éste se fue tambaleando, antes de entrar a su auto miró hacia nuestra dirección con una sonrisa hipócrita y habló.

—Ésto no quedará así Kate, eres mi hija y volveré por ti cariño. —Dicho esto, subió al auto y se marchó.

Sentí los fuertes brazos de mi profesor que me levantaban de la fría acera para adentrarme en su casa y apenas me depositó en lo que parecía ser su cama, vi todo negro.

—¡Kate, quédate conmigo, por favor!

Creí escuchar su voz, me llamó Kate y parecía desesperado... No, sin duda debe haber sido el efecto de la droga.

JAMES

   No puedo creer que le haya dicho eso, espero que no lo oyera. ¿Qué sucede conmigo? Supongo que luego de haberme quedado sin todo lo que amaba, al tenerla conmigo, tuve miedo de perderla también... Pero... ¿cómo pierdes algo que no te pertenece?

La veo dormir; vino un doctor apenas se desmayó y dijo que estaría bien, que apenas despierte beba abundante agua. Me siento muy mal por haberme quedado tan dormido esta mañana, de no haber sido así podría haber evitado todo ésto, aunque pensándolo mejor... ¿Qué hubiese pasado si ese idiota esperaba a que finalizaran las clases, la seguía y ahora... ? Me prohíbo seguir pensando en eso. Una solitaria lágrima recorre mi mejilla y sacudo mi cabeza para despejar mi mente de esos pensamientos tan perturbadores; lo importante es que llegué relativamente a tiempo y ahora ella está a salvo aquí conmigo.

Es hermosa cuando duerme, ¿verdad?

¿Puedes callarte consciencia? Gracias.

Pero qué malhumorado eres. Consciencia fuera, amor y paz.

—Debo estar volviéndome loco —susurro.

Voy a la cocina a buscar un vaso de agua, vuelvo a mi habitación dejándolo sobre mi mesita de noche y me adentro al baño por una aspirina, seguro le dolerá la cabeza al despertar. Dejo la pastilla junto al vaso de agua y la contemplo unos minutos más.

—¿Por qué me preocupo tanto por ti, Kate? Debe ser la culpabilidad de haberme dormido... Sí, eso es... —me repito una y otra vez hasta convencerme de que así es.

Mi Profesor de ViolínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora