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JAMES

   Hoy es el día, han pasado tres semanas desde que Kate despertó, le ha costado pero al fin le dieron el alta, ya tiene mucha movilidad, casi ni parece que hubiese estado tanto tiempo en ese lugar.
Vamos en mi auto hacia mi casa, cuando llegamos la miro, se encuentra pensativa observando el lugar desde la ventanilla del coche y no ha dicho nada en todo el camino.

—¿Qué sucede, Kate? —pregunto con cautela.

—Nada, es que siento como si volviese a nacer. Vivir contigo... es extraño —responde y siento miedo de que me rechace, hasta que voltea con una gran sonrisa— Estoy feliz, cariño. ¡Te amo! —grita y se me infla el pecho de la alegría.

—Yo también te amo, muñeca.

Nos besamos, amo sentir sus labios, son suaves y carnosos, nunca me cansaré de besarla. Rozo su labio inferior con la lengua pidiendo permiso para profundizar el beso y ella abre la boca gustosa, nos besamos con pasión, era un beso lleno de sentimientos, quería hacerle sentir cuánto la amaba. Nos separamos por falta de aire, pero mantenemos nuestras frentes apoyadas y los ojos cerrados unos minutos.
Salgo del auto, le abro la puerta, entramos a mi casa, y se queda parada con los ojos cerrados aspirando el aroma.

—¿Qué sucede? —pregunto divertido.

—Intento grabarme tu aroma por siempre —confiesa y le doy un beso rápido.

—No hace falta porque siempre me tendrás a tu lado para aspirarme —le digo subiendo y bajando las cejas; ella suelta una carcajada.

La ayudo a subir las escaleras para recostarse y la obligo a quedarse allí mientras ordeno todas sus cosas que pasé a buscar por su antiguo departamento.

—Descansa un tiempo, ¿sí? —le aconsejo depositando un beso en su frente.

—Sólo si duermes conmigo, no quiero estar sola...

Asiento con la cabeza y me acuesto a su lado pasando un brazo sobre su cabeza y con el otro atrayéndola hacia mí. En un par de minutos oigo como respira serenamente, la contemplo un tiempo más, no tengo idea cuánto tiempo llevo así y quedo profundamente dormido.

KATE

   Despierto sudando, estaría muy cómoda si no fuera porque tengo el brazo de James aplastandome, además de que es una estufa humana. Me muevo despacio intentando librarme de su agarre; cuando al fin lo logro, él se mueve, estira sus brazos y me abraza aún más fuerte.

—James, cariño, despierta... —Lo muevo muy suavemente— James, me estás asfixiando, despierta... —Lo sacudo más fuerte y no se inmuta— ¡Que despiertes, joder! —le grito y no funciona, suspiro resignada.

Miro hacia un lado divisando un vaso con agua en la mesita de noche, me estiro lo más que puedo y logro tomarlo.

—¡Despierta he dicho! —grito y le lanzo el agua fría en la cara a lo que él salta de la cama cayendo al piso, llevándose con él la sábana y las cobijas.

—¿Qué pasó? ¿Kate, estás bien? —pregunta confundido mirando hacia todos lados, yo sólo río, fue demasiado cómico.

—No te despertabas y me asfixiabas, tuve que tomar medidas drásticas —respondí sonriendo malvadamente.

—Ya me desperté, señorita. ¿Tienes hambre? —pregunta sonando todos los huesos de su espalda.

—Sí, tengo a pie grande rugiendo en mi estómago, será mejor que te apresures si no quieres que salga y te devore a ti —remarco esas últimas palabras señalándolo con el dedo.

—Me gustaría que tú me devores a mí, si eso sucede, entonces no haré de comer —dijo subiendo y bajando las cejas con una sonrisa de lado, me ruboricé de inmediato.

—¡Ya cállate y aliméntame! —grito tirándole una almohada a la cabeza, la cual esquiva sin problemas.

Luego de comer unas ricas milanesas napolitanas con papas fritas decidimos hacer alguna actividad en pareja que nos gustara a ambos. Por lo tanto pasamos toda la tarde mirando películas en su habitación; algunas eran cómicas y otras de terror.
Cayó la noche y con ella la hora de cenar y dormir, lo cual intentamos hacer pero al acostarnos para descansar no teníamos sueño, así que James se levanta y cierra todo con llave. Se da la vuelta mirándome con una media sonrisa muy sexy en el rostro, camina a paso lento y se para frente a mí bajando y subiendo las cejas.

—Al fin solos, muñeca... —Pero al ver mi cara de horror continúa— Tranquila, no te haré daño, sabes que te amo. —Dicho esto comienza a besarme con pasión, profundiza el beso y continuamos hasta que nuestros cuerpos se unen siendo uno solo.

Mi Profesor de ViolínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora