XVI

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KATE

   Siento como tocan la puerta de la habitación de forma insistente y miro a la enfermera que algo aturdida camina para abrir, tras la puerta aparece un desesperado y despeinado James. Él corre hacia mí y me abraza, yo lo miro sin comprender su actitud, al darse cuenta de que no entiendo nada, me cuenta lo que ocurrió anoche con Verónica, y sin querer un escalofrío recorre todo mi cuerpo.

—No puedo creerlo —susurro llevando las manos a mi vientre en un acto reflejo.

Una lágrima sale sin permiso y recorre mi mejilla, pensar en lo que podría haber sucedido si James no hubiese olvidado su teléfono y vuelto por él, me pone muy nerviosa.

—Tranquila cariño, todo está bien, estoy aquí y nadie volverá a hacerte daño, lo prometo —Lo miro reprochando el que haya hablado en singular cuando ahora somos cuatro—Lo siento, hacerles daño, todavía no logro hacerme la idea —finaliza y me queda mirando con cara de horror.

—¿Qué? —pregunto divertida ante su expresión.

—¿Cómo es posible que entren tres personitas allí dentro? ¿Hasta dónde te crecerá el vientre? ¿Te dolerá mucho? —habla rápido y nervioso.

—No lo había pensado hasta ahora, gracias por haberme dado tantas dudas. Ahora acércate para que pueda propinarte un golpe por eso —respondo, él se acerca y como puedo le doy un ligero golpe en la nuca.

—Me lo merecía —dice y no puedo evitar reírme.

—Debo admitir que no logro creer que seamos cuatro en mi propio cuerpo —confieso entrecerrando los ojos, y él ríe.

—Tengo una sorpresa para ti cariño —comienza sonriendo— Me informaron que podías levantarte unos minutos, así que mandé a hacer algo especial sólo para ti en el jardín —continuó mientras me ayudaba a levantarme de la cama.

—¿Cómo has conseguido hacer algo así?

—Como te dije, la empresa de mi padre, bueno mía, es muy famosa; por lo tanto, yo soy muy famoso ahora —comenta con el ego por los cielos, yo sólo ruedo los ojos y me dejo llevar hasta el jardín.

—¡Oh por Dios! ¡Eres tan tierno James! ¿Todo eso lo mandaste a hacer sólo por mí? Jamás había visto rosas como esas, con tantos colores a la vez, ni sabía de su existencia —digo sin poder creerlo, parecían pintadas a mano, tenían muchos colores juntos.

—Veo que te gustó, fue difícil de encontrar, se llaman rosas arcoíris.

—Me encantó, James.

—Bueno señorita, vamos a la cama que me van a matar si sigues levantada -dice y le hago un puchero que sé que funciona siempre— Nada de pucheritos señorita, a la cama —finaliza reprobatoriamente y obedezco.

Al llegar a la habitación se encontraba el doctor mirándonos con cara de pocos amigos, nosotros sonreímos a modo de disculpa y él hace un gesto restándole importancia. Entramos y al fin me acuesto ya que me canso demasiado rápido.

4 horas después

—No quiero hacer todo esto hasta que me den el alta, es agotador —me quejo.

—Es por tu bien y el de los bebés, lo han dicho los doctores —contesta James acariciando mi pelo.

Acaba de retirarse la doctora que me hizo una ecografía y no sé cuántas otras cosas más que ya olvidé sus nombres para ver cómo se encontraban mis bebés, al parecer son de rutina. Antes vino un doctor de cada especialidad para revisarme y ver que todo estuviese en orden e hicieron que haga algunos ejercicios, aún me duele todo pero los aguanté... quejándome todo el tiempo... pero los aguanté.

—Estoy muy cansada, mis bebés piden comida y más les vale dársela de una vez o hago una masacre aquí mismo —advierto de mal humor y las enfermeras corrieron a traerme algo de comer mientras James me mira con mala cara— ¿Qué? —pregunto con falsa inocencia y él rueda los ojos.

—Vas a hacer que nos echen a patadas de aquí —responde negando con la cabeza, yo sólo río.

James se acerca a mí y comienza a besarme de manera tierna, me encantan sus besos, me transportan a otro mundo. Nos separamos por falta de aire, pero quedamos con nuestras frentes apoyadas y los ojos cerrados por unos segundos que parecieron eternos.

—Te amo —dice James mirándome a los ojos.

—Yo también te amo —contesto y nos volvemos a besar.

Entra una enfermera, deja un plato de sopa con un vaso de jugo y se vuelve a ir; yo sólo me quedo mirando el plato, no se ve nada apetecible pero no me queda de otra.

—Todo sea por los bebés —susurro cerrando los ojos y conteniendo el aire. Me llevo la primera cucharada de sopa a la boca y abro un ojo sorprendida al ver que tiene buen sabor.

—No seas tan exagerada y admite que no sabía tan mal como lo esperabas.

—¡Claro que sí sabe mal!... Bueno no, está rico... ¿Contento? —pregunto y le saco la lengua, él ríe e imita mi gesto haciendo que me ahogue con la sopa y ésta salga por mi nariz.

—C-creo que t-tienes sopa ahí. —James apunta hacia mi nariz sin parar de reír, apenas si lograba hablar debido a las carcajadas que hacía resonar por toda la habitación.

—¡Cállate y trae algo para limpiarme! —grito tapando mi cara, estaba totalmente avergonzada.

—Lo siento, ten —se disculpa tendiéndome unas servilletas de tela.

—No vuelvas a reírte así de mí.

—De acuerdo, no me mates.

—Eres increíble.

—Lo sé. —Sube y baja las cejas de manera arrogante.

—No fue un cumplido; más bien todo lo contrario.

—Muy bien señor, le voy a pedir que se retire, el horario de visitas ya ha concluido —avisa el doctor apenas entra y se retira.

—Hasta mañana preciosa, los amo —dice James depositando un suave beso en mis labios y dirigiéndose a la puerta.

—Hasta mañana James, nosotros también te amamos —me despido y se va.

Cierro los ojos, pero el miedo de que algo malo ocurra no me permite dormir. Tras una hora de dar vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, comienzo a hablarle a mis bebés, les cuento cómo van a ser las cosas cuando nazcan; les hablo de su padre y comienzo a imaginarnos dentro de unos años, cuando ya sean más grandes, llamándome mamá... Hasta que al fin, con esas imágenes, me voy quedando profundamente dormida gracias a los sedantes que acaba de colocarme una enfermera...

Mi Profesor de ViolínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora