XXV

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KATE

   Hace ya dos meses salí del hospital, temí tanto por mis hijos ese día... saber que están a salvo es un gran alivio. En cuanto a mí, la herida ha cicatrizado perfectamente. La cabaña está rodeada de policías desde aquel suceso. Me gusta la seguridad, pero ésto llega a molestar bastante. Nos informaron que están tras Trevor, y a los demás, ya los han encarcelado.
Estoy de ocho meses de embarazo, todo va de maravilla; el doctor me dijo que los bebés ya están en posición, lo cual puede significar un parto prematuro, espero que no sea así, quiero que a mis bebés no les pase nada... ese tema me tiene bastante nerviosa.
No queremos saber sus sexos hasta que nazcan, aún así compramos ropitas para ambos géneros.

—Kate, ven a desayunar cariño, debes alimentarte bien —James me llama desde la cocina, yo me encuentro acostada aún.

Cuando intento levantarme un fuerte mareo me vuelve a sentar, no debería marearme de ésta manera. Me asusto de inmediato y vuelvo a intentarlo, pero ésta vez me invaden unas fuertes contracciones, apenas puedo respirar. Intento gritarle a James pero el dolor me lo impide, las contracciones se hacen cada vez más largas y dolorosas. Tomo una gran bocanada de aire y grito a todo pulmón.

—¡James, ven! ¡Ya vienen! —No se hace esperar y aparece como loco en la habitación.

—¿Tan pronto?, ¿estás segura? Te llevaré al hospital. ¿Ya tienes todo preparado? ¿Dónde están las cosas? Respira hondo Kate —dice nervioso sin saber qué hacer primero, dando vueltas por toda la habitación.

—Sí, el bolso con todo lo necesario está en el armario, tómalo rápido —digo como puedo.

—De acuerdo, aguanta cariño, iré a avisar a los policías y vuelvo por ti. No tardo. —Toma el bolso y corre afuera.

Intento pararme pero el dolor se vuelve más intenso, siento las piernas mojadas y miro hacia abajo con temor, definitivamente ya vienen.

—¡James, ya he roto bolsa! —le grito cuando entra.

—No, no, no, espera cariño, ven —Me toma en sus brazos— Aún no salgan bebés, lleguen al hospital por favor, háganle caso a papá —le habla a mi vientre mientras corre al auto.

Me coloca recostada en el asiento trasero del auto, no creo resistir mucho, siento cómo intentan salir. Otra contracción me invade, ésta mucho más aguda que las demás, automáticamente me dan ganas de pujar, no resisto más.

—James están naciendo, haz algo por favor —le suplico sintiendo como se asoma la cabeza de uno de mis bebés por mi entrepierna.

Él se detiene, se baja del auto y abre la puerta de atrás de manera que pueda acceder con facilidad a los bebés.

—Muy bien cariño, no sé hacer ésto, así que espero no equivocarme... —Posiciona sus manos cerca de mi entrepierna, mientras los policías llaman a una ambulancia al ver la escena.

—No resisto James, debo pujar. ¡Más te vale hacerlo bien!, ¿me has oído? —le grito desesperada, ésta situación me puede.

—Sí cariño, vamos, puja, ya se asoma la cabeza... —Hago caso de inmediato—Detente y respira... —Estoy segura de que hace lo que suele pasar en las películas, pero hago caso de todos modos— Bien, puja de nuevo, ya está saliendo... —Pujo con todas mis fuerzas y un hermoso llanto me informa que uno ya ha nacido bien, faltan dos más.

—Es una niña amor, ¡es hermosa! —Ata el cordón con un hilo y lo corta con una tijera esterilizada que traía en mi bolso para cortar las etiquetas de las ropitas en caso de olvidarme de alguna.

—Sí, tienes razón, es hermosa —afirmo cuando la deposita en mi pecho— ¡James viene el otro! —Pujo inconscientemente.

—De acuerdo, pero aún no se asoma —dice extrañado, yo siento que está saliendo.

—Yo lo siento James, mete las manos, no sé pero ¡haz algo!

—De acuerdo, todo sea por mis hijos... —Con una gran cara de asco mete ambas manos por mi entrepierna, yo no puedo evitar pujar.

—¡Carajo, James! ¡Eso duele demasiado!

—¡Espera cariño, no pujes! Ya veo el problema, el bebé viene dado vuelta, lo debo acomodar... —Siento como lo mueve dentro de mí, duele mucho pero lo aguanto con tal de que nazca bien mi hijo y temo por el tercero— Listo ahora sí, puja... —Hago caso, y nuevamente, un llanto me informa que el segundo ha nacido bien— Es un niño, y por supuesto, ¡es tan guapo como su padre! —exclama mientras corta su cordón y lo deposita sobre mí junto a su hermanita.

—Es mucho más hermoso.

—Bien, veo la cabeza del tercero cariño, puja... —Mira extrañado al bebé un momento y me asusto— ¡Detente, no pujes! ¡El bebé se está tornando morado! Debe tener el cordón enredado en el cuello —dice sin saber qué hacer ahora.

—¡Dios mío, intenta hacer algo! Tal vez si pujo despacio... Vamos James, hay que intentarlo, no puedo aguantar... —Y es cierto, las ganas de pujar son inmensas.

—De acuerdo, despacio, yo lo iré moviendo para que se vaya desenredando —asiento y obedezco.

Siento como sale pero no lo oigo llorar, puedo ver el rostro de James más pálido de lo normal y me desespero.

—¿¡James, qué sucede!? ¿¡Por qué no lo oigo llorar!? —Intento ver pero la posición me lo impide.

—Le he desenredado el cordón, pero el bebé no respira Kate, su corazón tampoco late...

—No, eso no es cierto... ¡Haz algo maldita sea!

Veo como James intenta hacerle reanimación. Pasan los minutos y me desespero aún más, hasta que al fin oigo su llanto.

—Está bien cariño, está aquí con nosotros —suspira aliviado— Ahora que ha pasado lo peor, déjame decirte que es otra hermosa niña —dice sollozando, la deposita también en mi pecho y nos toma una foto.

—No llores amor, ya están a salvo —consuelo a James, él me regala una sonrisa sincera y nos acaricia a los cuatro.

—Oye, podría ser obstetra, ¿no crees? Luego de esto no necesito siquiera estudios... —bromea James y yo asiento cansada.

Llega la ambulancia y nos lleva al hospital, deben terminar el trabajo, me limpian por dentro y revisan a los bebés.
Nos darán el alta mañana, al ser un parto prematuro y con complicaciones, los bebés deben estar unas horas bajo vigilancia.

—Y bien papis, ¿cómo se llamarán estas preciosuras? —pregunta una enfermera para poder registrar sus nombres.

James me mira pidiendo permiso para hablar y asiento, ya sabemos perfectamente cómo les pondremos.

—Sus nombres serán Will, Josie y Crystal Houghton —contesta orgulloso.

—¡Unos nombres hermosos! —exclama con una sonrisa— ¿Y quiénes serán sus afortunados padrinos? —pregunta.

—Matt McColin y Lindsay Raimon, ellos se encuentran en la sala de espera —esta vez contesto yo, la enfermera asiente y se retira.

—Todo será diferente a partir de ahora cariño, prometo que mientras yo esté vivo, nada malo les sucederá a nuestros hijos ni a ti.

Miro hacia mi derecha, donde se encuentran nuestros bebés durmiendo plácidamente en las cunitas, por suerte no han necesitado tratamiento especial al estar muy bien desarrollados.
Oigo llorar a Will, debe tener hambre. James lo toma en brazos y me lo entrega para darle el pecho.

—Mi niño hermoso, prometo que nada les faltará —susurro mientras le doy el pecho y veo un flash.

—Debo comprar varias memorias para el teléfono, las llenaré de fotos suyas, son mis obras de arte... —Limpia una lágrima de felicidad que rueda por su mejilla y yo lo miro embobada.

—Tú y nuestros hijos son lo mejor que me pudo haber pasado, cariño —confieso sinceramente. Él se acerca, me da un beso en los labios, besa la cabecita de Will y luego besa a las niñas.

Intento grabarme esa imagen para siempre. ¿Acaso hay algo más tierno que ésto? No lo creo.

Mi Profesor de ViolínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora