VII

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KATE

  Abro los ojos lentamente y comienzo a recordar todo. La pelea con James, mi padre, el golpe... ¿Dónde estoy? Miro a mi alrededor y cada vez siento más temor. Es un cuarto pequeño, todo de negro; está muy asqueroso aquí dentro, huele a podrido y hay mucha humedad en las paredes. Estoy recostada en una cama; mis pies y manos están atados, las cuerdas me lastiman; intento gritar pero estoy amordazada, ¿qué voy a hacer ahora? Se abre la puerta de metal y mi padre aparece tras ella, tiene ese maldito cuchillo en su mano, se acerca lentamente y acaricia mi mejilla.

—Hola cariño, veo que has despertado. ¿Tienes hambre? —Asiento despacio— Que pena, no hay comida para ti —dice en tono burlón.

Quita la tela de mi boca y tomo una gran bocanada de aire, él pasa su cuchillo por mi mejilla y por mis labios, cuando lo aleja me armo de valor y suelto lo que le quise decir hace mucho tiempo.

—Eres un idiota. ¡Tú nunca serás mi padre! —grito con lágrimas saliendo sin filtro alguno de mis ojos, tengo tanta bronca. ¿Cómo puede hacerme esto a mí?

—Te enseñaré a hablarme bien, jovencita —me regaña y comienza a cortarme la piel de los brazos con el cuchillo.

Una, dos, tres cortaduras; mientras yo grito y lloro desconsoladamente.

—Basta, por favor, detente —rogué con la poca voz que tenía luego de los gritos desgarradores de dolor.

—¡No hables! —grita y me golpea en la cara, yo sólo lo miro, no puedo hacer nada.

Se va sonriendo y da un portazo, me sobresalto por el ruido. Estoy sangrando, y el dolor es inaguantable. Me deslizo como puedo por el colchón, intentando no hacer ruido al caer al suelo, tomo el cuchillo que dejó tirado, comienzo a cortar la cuerda pero ésta es muy resistente y casi no tengo movilidad.
En eso él entra, me jala del cabello y me golpea hasta quedar inconsciente.

JAMES

   Ha pasado un día desde que se marchó, siento una horrible opresión en el pecho que apenas me permite respirar; debo saber si ella está bien. Como si la hubiese contactado telepáticamente, recibo una llamada suya y descuelgo sin dudarlo, pero una voz que reconocí al instante hizo sonar todas las alarmas en mi cabeza. Era su padre, si él tenía su teléfono, eso significa que... No, retiro esa idea de mi mente, tal vez se le haya caído, él lo encontró y llama para preocuparme, nada más.

Hola, princesito —dice en tono burlón. La sangre me hierve, debería haberlo matado a golpes aquel día.

—¿Qué quieres? No tengo tiempo para tus idioteces —respondo intentando ocultar mis nervios, sólo espero que Kate esté bien.

Yo que tú no me faltaría el respeto de esa manera, después de todo ella está aquí conmigo, tranquilo, la estoy tratando como se merece —informa soltando una risa hipócrita. ¿Qué le habrá hecho? ¿Como se merece? Lo que ella se merece, él no se lo dará, eso está más que claro.

—¿Cómo sé que no es un engaño? —pregunto y de inmediato se oye un estruendo seguido de la inconfundible voz de Kate gritando que se detenga.

—¿Me crees ahora? —dice socarrón.

Déjala en paz —gruño, no puedo perderla.

—¡Eso nunca! Ella me puso en ese sucio agujero, ahora me las pagará. Sólo te llamo para comunicarte que si no quieres verla muerta, ten listos cincuenta mil dólares para mañana; te llamaré y te diré dónde dejarlos —dijo y mis ojos se abren de par en par. ¿Cincuenta mil dólares? Puedo conseguirlos, pero no confío en él, sé que no la liberará de todos modos— Ah, otra cosa, nada de policías o muere, ¿entendido? — cuelga sin dejarme responder.

Si tan sólo no la hubiese dejado ir no estaría pasando todo ésto. No sé qué hacer, corro y me subo a mi auto. En menos de cinco minutos ya estoy en la comisaría denunciando el secuestro de Kate, por suerte siempre grabo mis llamadas.

—Hemos oído todo, si nos permite, iremos a su casa con un equipo especial, cuando vuelva a contactarlo lo localizaremos, ¿de acuerdo? Hay que estar atentos —me informa el oficial, asiento y nos encaminamos hacia mi casa.

Pasamos toda la noche esperando llamadas, pero nada. Mientras los policías hacían su trabajo y me rogaban que descansara, yo sólo le daba más vueltas a la situación. A las nueve de la mañana suena mi teléfono, es él.

Hola —contesto, tengo ganas de asesinar a ese bastardo.

Conseguiste el dinero supongo, así que ve subiendo a tu autito y dirige tu trasero con mis billetes al callejón que está a dos cuadras de la estación de trenes. Deja todo en un bolso negro junto al basurero y lárgate. Repito, nada de policías o tu querida Kate muere en un segundo —advirtió y colgó sin siquiera dejarme contestar, espero haya sido el tiempo suficiente para poder localizarlo.

—¡Lo tenemos! —grita un policía y todos nos dirigimos a los autos para ir a toda velocidad hasta donde ese bastardo la tiene. El sólo pensar en qué le podría haber hecho en todo este tiempo, hace que llore de la bronca.

Mi Profesor de ViolínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora