¿Pueden dos mejores amigos arriesgarse a perderse el uno al otro por darle paso al amor?
Adrien y Marinette son amigos desde que eran unos inocentes y tiernos niños. Crecieron juntos y su amistad se fortaleció, volviéndose prácticamente inseparable...
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Una vez que llegamos al auto, senté a Marinette en el cofre de éste mientras yo me quedé de pie frente a ella, obligándola a separar las piernas a la vez que me posicionaba entre éstas, estaba tan tentado a...
— Adrien... T-traigo falda, tonto.
— ¿Y? — Me encogí de hombros — Como si no te hubiera visto las bragas antes.
— ¡¿Qué?!
Marinette intentó cerrar las piernas, yo la sujeté de la cintura y la atraje hacia mi cuerpo provocando que su pelvis y la mía quedaran peligrosamente cerca.
— ¿Qué pasa bichita? ¿Tienes miedo de que me sobrepase contigo esta noche?
No sabía si era el hecho de estar tan lejos de todo y de todos, o tal vez la penumbra a nuestro alrededor apenas iluminada por la inmensa luna sobre nosotros, pero algo en ese momento, me hizo deshinibirme un poco con mi amiga. Marinette apoyó sus palmas sobre mi pecho y extendió sus brazos para alejarme de ella, cosa que inexplicablemente provocó una aguda y dolorosa punzada en mi interior.
— Si intentas algo...
— Sólo bromeo — Me aparté rápidamente — Eres el tipo de chica que jamás...
— Te follarías — Concluyó mi frase — Lo sé, me lo has dicho hasta el cansancio.
Simulé una sonrisa, la jodida sonrisa más falsa y vacía de toda mi vida.
— Pues tu eres el tipo de chico del que jamás me enamoraría — Masculló mientras se recostaba en el parabrisas.
— Lo sé.
Me subí al cofre del auto y me recosté junto a ella, cruzando mis brazos por detrás de mi cabeza mientras fijaba la mirada en las estrellas que decoraban el cielo nocturno. Sabía mejor que nadie que ella jamás se fijaría en un hijo de puta como yo, a Mari le gustaban los príncipes azules como el tal Luka, respetuosos, caballerosos, atentos, románticos y toda esa mierda junta, cosa que yo jamás podría ser para ella... ¿Qué puto caso tenía entonces engañarme a mi mismo?
— ¿Porqué te molesta tanto que yo tenga pareja? — Preguntó finalmente volviendo aún más incómoda aquella situación, yo negué, no tenía caso darle explicaciones que no entendería... O mejor dicho, que ni yo mismo podía entender.
— No me molesta, me da igual.
Creo.
¿Donde había un maldito auto cuando se necesitaba? ¡Quería largarme de allí!
