¿Pueden dos mejores amigos arriesgarse a perderse el uno al otro por darle paso al amor?
Adrien y Marinette son amigos desde que eran unos inocentes y tiernos niños. Crecieron juntos y su amistad se fortaleció, volviéndose prácticamente inseparable...
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—Ya deberías de ir a dormir… —susurró mi chica a la cámara, robándome una sincera sonrisa. Lucía tan hermosa esa tarde, aunque bueno, para mí ya era de madrugada—. Mañana tienes clase temprano, Adrien.
—No me importa, quiero hablar un poco más contigo.
—Dices eso, pero desde aquí puedo ver como se te cierran los ojos por el sueño —suspiró—. Ve a dormir, mañana volveré a hacerte videollamada cuando estés disponible ¿De acuerdo?
—Pero…
—Te amo, Adrien —susurró, mandando un tierno beso a la cámara—. Ahora ve a descansar ¿Sí?
Asentí, correspondiendo a su beso antes de que ella diera por finalizada la videollamada. Mis ojos ardían y mis párpados eran cada vez más pesados, moría de sueño, sí, pero joder, nada valía la pena más que las efímeras horas de videollamada con mi preciosa novia.
Suspiré, coloqué el celular sobre mi mesa de noche y cerré los ojos, dispuesto a conciliar el sueño.
Habían pasado ya 7 meses desde que Marinette se fue a Londres para cumplir su sueño como estudiante y futura diseñadora de modas, mientras que yo había logrado ser admitido en una exclusiva universidad privada en california, donde cursaba la carrera de idiomas.
Si bien, había renunciado a mi orgullo al permitir que Gabriel pagara mi matrícula y gastos universitarios, yo por mi cuenta había comenzado a hacer pequeños trabajos de traductor como freelancer, lo cual me permitía ir ahorrando dinero para cuando volviera a reunirme con Marinette.
Quería cumplir mi promesa, volver a París para establecerme y recibir a Marinette convertida en toda una diseñadora de modas, vivir junto a ella, comprometernos y luego de un par de años, planificar nuestra boda y futura familia.
Sin embargo, faltaban años para que eso ocurriera, ambos apenas comenzábamos nuestras carreras y en mi caso, seguía en espera del nacimiento del bebé de Chloe y descubrir de una vez por todas si era realmente mi hijo.
Así que, por el momento, alquilaba un modesto departamento en el centro de Los Angeles, el cual me permitía estar no solo cerca de Chloe, sino también de la universidad y de mi familia.
No era lujoso, aunque tampoco barato, aún así lograba hacerme cargo de los gastos debido a mis diversos ingresos como freelancer y aunque odiara reconocerlo, tenía una considerable cantidad de dinero "Ahorrado" producto de "Pequeñas donaciones" por parte de mi madre a mi tarjeta de débito, aún así, yo no tocaba ni un sólo centavo de ese dinero, vamos, no hay que ser un genio para saber que mi pa... ¡Gabriel! estaba detrás de gran parte de este.
Con respecto a Chloe, la visitaba un par de veces al mes, más precisamente cuando su padre estaba fuera de la ciudad. Vamos, el tipo me odiaba y bueno, debo admitir que el sentimiento era mutuo.
Aun así, Chloe y yo nos llevábamos bien y dentro de mis posibilidades, trataba de estar al tanto del avance de su embarazo, así como de los gastos que este conllevaba, desde antojos y alguno que otro capricho incluido.
