El color de las almas

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Un momento después ellos se encuentran en mi balcón, no los invito a pasar ni nada por el estilo, de todos modos aunque les impida el paso ellos pueden entrar, así que simplemente dejo la puerta del balcón abierta y espero que entren, mientras tanto enciendo algunas velas aromáticas con olor a manzana y canela, después de ducharme y embadurnarme de aceites aromáticos el olor a jazmines aun impregna toda mi habitación.

De pronto puedo sentir los pasos en la alfombra de mi habitación, no volteo a mirarlos, solo espero que tomen asiento, pero entonces el ángel de la muerte que no conozco habla.

— Hmm veo que te gusta la canela — dice mientras se queda parado en medio de mi habitación.

— En realidad no. — respondo sin mirarlos, colocando las velas en diferentes sitios.

— Pero ayuda a que el olor se disperse un poco — le respondo mientras me coloco frente al tocador, comenzando a secar mi cabello con una toalla.

— ¿Olor? — pregunta algo desconcertado Julián.

¿Qué acaso el no lo nota? Bueno sería normal, los Shinigami tenemos ese olor impregnado en todo el cuerpo, todo el tiempo. Creo que con el paso de los días te acostumbras y lo olvidas, quizás ellos lo hacen. Yo no podría ni con cien, ni con mil años de condena podría dejar de percibir este olor. Suspiro resignada y procedo a explicarle mi versión sobre ese olor.

— Jazmines. Ese es el olor de la muerte — comento mientras me levanto para colocar sobre la pequeña mesa de mi habitación la charola con té y bocadillos.

— No creo que ofrecernos té sea una buena idea. Además no le encontraremos sabor ¿no es verdad Julián? — Argumenta el acompañante de Julián con un tono burlón.

Y entonces decido ponerle atención al shinigami desconocido que acompaña a Julián y no sé qué hacer, se trata de la misma alma que vi hoy cuando estuve con Vladimir.

Lo miro unos segundos y no es solo cuando escucho el tintineo de la vajilla que decido apartar la mirada de él.

Julián está colocando algo de té en una taza mientras toma asiento y comienza a beber algunos sorbos, como si eso fuera lo más delicioso.

— Pero, porque te has servido te... — comienza a decir impresionado al observando a Julián.

— Es té de jazmín — comente, mientras sorbía un poco de té.

— Pensé que no te gustaba ese olor – respondió confundido el ángel de la muerte.

— No me gusta – menciono mientras tomo asiento junto a Julián y bebo algo de té.

— ¿Entonces porque... — comienza a balbucear, pero esta vez lo interrumpe Julián.

— ¡Qué pena que beber agua no sea un pecado! ¡Qué bien sabría entonces! — comento Julián mientras seguía bebiendo pequeños sorbos de la taza.

— ¿Por qué jazmines? — pregunto confuso el chico.

— Veo que no conoce nada de tu historia ¿o sí? — pregunto con una leve sonrisa marcada en mi rostro mientras le ofrezco más de té a Julián.

— ¿Historia? — replico un poco confundido y molesto.

— Si, cuenta la historia que el primer humano condenado a ser Ángel de la muerte, fue juzgado en un prado lleno de jazmines. Al parecer esa pobre alma odiaba aquella flor, y como parte de su castigo él siempre tendría impregnada aquella esencia en todo su cuerpo y no solo eso, todos los alimentos y bebidas que esta alma probara tendrían que estar condimentada con aquella esencia de lo contrario todo lo que tomara sabría a lejía y todo cuanto comiera se convertiría en cenizas dentro de su boca — tomo un sorbo de té y continuo.

— Quizás a ti no te afecte todo esto, porque te alimentas con las almas, pero yo al igual que muchos otros que gustan de los alimentos, debemos de soportar este sabor... ese olor... por eso lo odio.

— Aunque el té de tu abuela es siempre delicioso — comento Julián, interrumpiéndome.

Gracias – respondo, inclinando la cabeza.

— Y bien, díganme quien será mi niñera esta vez—

—Yo no, gracias, ya pase por eso — replica Juliá tratando de evitar que esto suceda.

– Es él, su nombre es Balthazar, le has sido asignada como castigo—

- Valla – siento una punzada de dolor ¿soy tan molesta?. Trato de disimular y pregunto con una sonrisa - ¿y de verdad se lo merece?

Vuelvo la mirada hacia Balthazar, como todos ellos es apuesto.

Es un ser al que el nombre de Balthazar le quedaba bien, combinada con su aspecto. Examino entonces su cuerpo: tiene una delicada piel blanquizca , si pudiera ruborizarse seria más atractiva, es muy alto, quizás mida mas allá del metro ochenta, y su cuerpo tiene buenas proporciones, ni delgado, ni muy musculoso, pero eso si: cada musculo estaba bien marcado, parece tener algo de fuerza, entonces miro su rostro: ojos violetas, como todos, una nariz afilada y fina, que hace de sus facciones un deleite a la vista, labios carnoso, y toda esta hermosa cara enmarcada por una cabellera color Café que le llega hasta la altura del lóbulo de la oreja, es apuesto, muy apuesto.

Y está ahí mirándome tan fijamente como yo lo miraba, quiero decir algo pero no sé me ocurre nada, pero entonces el habla.

— Yo Solo cumplía con mi trabajo no veo porque tengo que soportar a una niña como tú por eso... — escupe aquellas palabras mientras me mira de arriba hacia abajo.

—No veo por qué sería un problema y mucho menos un castigo—

¿Acaso el cielo se abrió en dos, y dios me vio y dijo "todos molesten a Elizabeth"? ¿Qué le sucede? ¿Quién se cree que es para decirme todo esto?.

Si tan solo supiera, si tan solo el entendiera lo compleja que es mi vida, y entonces recuerdo algo, el Sí lo puede saber, él podría vivir este martirio que yo vivo. Puedo hacerlo. Si, nunca lo he hecho, pero si no hago ahora ¿cuándo?. Quiero que alguien entienda lo que tengo que vivir, así que para mala suerte esta persona será la que lo viva.

Lo miro tratando de mostrarle la misma mirada despectiva que él me muestra, no sé si lo logro o no, pero entonces le digo del modo más seco a Julián.

— ¿Niña?, dices — ¿de verdad cree que soy una niña? O solo lo dices para molestar – un shinigami tiene el poder de ver la edad del alma de una persona ¿no es así Julián? – replico mientras mi mirada aun continua observando a Balthazar.

— Así es My Lady — me responde Julián con un tono tranquilo.

— Perfecto, entonces pídele a tu joven amigo que vea que edad tiene mi alma, para que vea quien es el niño aquí.

— Con gusto. Balthazar...

— Esto es solo una pérdida de tiempo — dice mirándome fijamente.

Las almas de las personas son visibles para los ángeles de la muerte, visualizarlas era fácil. Un alma se proyecta fuera del cuerpo de una persona como una especie de sombra. Si el alma era joven el color de esta seria transparente, o casi blanca, y conforme el tiempo trascurría el color cambiaba. Entre más vieja fuera el alma el color se volverían cada vez más oscura.

Balthazar comienza a mirarme con aquellos ojos violetas que parecen destellar luz propia, sabía que en este momento estaría buscando el color de mi alma.

Tengo 17 años, no es mucho tiempo, pero tampoco me convierte en una niña, sin embargo, debido a la condición en la cual me encuentro mi alma es de un color...

— Es.... es negra—.

La condena anticipada - Angeles de la muerte (CA libro 1) ¡¡TERMINADA!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora