Capítulo 14

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· Ángela: no puedes permanecer a su lado

· Angélica: ¿por qué? Dime por qué mi corazón no puede regocijarse con sus cariños. Es azaroso mi estado, aún rodeado de la divina gracia, si mi amado no está a mi lado.

· Ángela: perderías tu identidad y existencia. No puedes unir tu alma a la del señorito Tovar.

· Angélica: mi alma no está unida a Cornelio. Su espíritu es la morada donde reside el mío, pero no como lo ajeno, ni como un foráneo que se siembra en la arena, sino como el espacio que se llena con lo mismo.

· Ángela: No debes quedarte Angélica, el dulce paraíso te aguarda. Te ha sido regalada la vida eterna, la realización de tu ser. Nadie puede despreciar dicho título, es el mayor de todos los créditos.

· Angélica: no quiero ningún título. Estar en el cielo sin mi amado, es como si el gato viviera sin su sigilo, como si la música no llegara a ningún oído, o la corriente no posibilitara el traslado. No hay edén sin Cornelio. Todo es una inmolación; la dulce miel, la nutritiva almendra o el ineludible oxígeno.

· Ángela: el apego te debilita. Debes aprender a dimitir del pasado. Cornelio forma parte del ayer, no puedes traerlo a tu presente. Si así lo hicieras trasgredirías las leyes universales y las consecuencias serían aciagas.

· Angélica: déjame rezar, permíteme rogarle al Señor. No puedo vivir sin mi única esperanza, sin la idea de que algún día, pueda prodigar en sus mejillas mis más sinceros mimos.

· Ángela: Angélica, has traído un pegaso que debe retornar, has caminado por un sendero que ya no te pertenece. Si te quedas las consecuencias serán atroces. Tú no eres un ángel, no estás armada de nuestro valor, sapiencia y fortaleza; márchate.

· Angélica: sin Cornelio mis pulmones dejan de respirar, mi aliento se ahoga en su nombre y mi alma se pierde en el limbo.

· Ángela: muchas pasiones obnubilan tu juicio. Usa la razón, no puedes quedarte, no eres un ángel. Estás indefensa. Si ellos vienen no podré hacer nada; te llevarán.

· Angélica: ¿quiénes vendrán, de qué hablas?

· Ángela: hay luz y sombra, bien y mal, amor y odio; todo es un perfecto equilibrio. Ellos forman la equidad con nosotros, nos dan razón de ser ¿Por qué crees que debemos proteger a los humanos? Apresúrate, toma las bridas del pegaso y escapa.

· Demoniaco: -ríe- ¡qué tenemos aquí, una humana sin físico! Suave manjar para mis garras. Toda una novicia.

· Ángela: aléjate de ella espectro.

· Demoniaco: tus armas no sirven, tu escudo te protege a ti y a él, pero no a ella – emite con jolgorio- ¡vaya pero si es la mismísima Angélica, la agraciada Angélica! Tu madre consuela tu ausencia en la cama del obispo. Tu padre enterado, prefiere vivir con la pena del adulterio que con el chismorreo de los vecinos.

· Angélica: qué cosas dices, vi a mi familia, todos están bien.

· Demoniaco: tu padre mira por la lucera, la forma como el obispo derruye el vientre de donde provienes. Tu adúltera madre sólo despide gemidos de satisfacción. Dime ¿cómo se siente ser la hija de una meretriz?

· Ángela: ¡no lo escuches Angélica, vete pronto, huye. Toma al pegaso, él te protegerá, ¡escapa!

· Demoniaco: Cornelio jamás será tuyo. Te encerraré en el infierno, y nunca se volverán a ver. Te odiará por dejarlo solo, te odiará por morir y escapar. Te dejará por Francisca. La desea Angélica, la desea tanto que tiene fantasías sexuales con ella.

AngélicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora