Capítulo 26

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Estela de muchos colores, agua que corre y tropieza con las piedras, chapoteo del oso que caza. La música natural que asciende, el leve rose de las hojas, el sonido imperceptible de la rama, la travesía del descenso, y la gama de marrones, amarillos y rojizos que cobija el suelo.

Un ciervo que se incomoda, levanta su cabeza, observa expectante, ve menguar el peligro y come el pasto. Las hormigas que trepan los árboles llevando sus poderosas reservas.

Un cuento que se conjunta en miles de actos, un todo natural. Suenan las cuerdas de la guitarra, la cama se mese por el amor de las nupcias, se guarda el velo en el closet, amantes envueltos en los embozos.

Un grano de tierra que se confunde, movimiento de polvo, mezcla de porciones. Polvareda que trae el viajero en sus suelas, la que se desprende de la piel del mozo o la que la brisa traslada en su carril.

Una mirada que se pierde en la aurora, otra que ve la muerte. Un corazón que se exalta de ansiedad, otro que se agita por el esfuerzo.

La concha de la banana en el suelo, y la que arropa al fruto. El oxígeno en los pulmones, en la sangre, o sobre el viento. El fuego del sol que como hoguera calienta el fogón que hornea al cerdo.

El pincel del pintor, el clavicémbalo del músico, el cincel del escultor, los planos que traza el arquitecto. Danzas de pueblo, actos teatrales, libros que se leen cuando el escritor lo está componiendo.

Las curvas de la cordillera, la acequia, los árboles en las cimas y zonas inclinadas. Las nubes que ayudan a las plantas filtrar los rayos solares.

Los verdes claros, los oscuros. Las zonas de dable transitar y las peliagudas. Aquellas montañas que están próximas, y las que bordean el horizonte.

Todo lo que aparece en la meditación de Angélica, lo que rodea su mente y su consciencia.

La espada que desprende la extremidad del sediento. El frío que carcome la piel cuando el abrigo se ausenta. El fuego que quema.

Un sayón que acaba con su presa. La hiena mascullando carne podrida. El rayo y terremoto que parten en mitades. El río seco y el desierto que asesina de sed.

Lava que consume huesos, conjuros de magia negra, veneno, hambre, perdición. La hojilla que afila el verdugo en la tarima adornada de víctimas. La política que vacía los bolsillos y no aprovisiona de alimentos.

El páncreas que no produce insulina, las últimas fuerzas que se aferran. La apetencia del pirata y su trampa, el mar picado que hunde sus bajeles, y la ballena que mata por diversión.

La fusta que da muerte al colibrí, el pedrusco que instiga el derrumbe. Gritos de desesperanza, lujuria sexual, dictámenes tiránicos e ignorancia.

Demonios que surgen en la mente de Cornelio. Aún estando cerca del cielo no consigue su puerta.

La triste condición del humano, dale un escudo y lo usará como ofensa, una tierra y codiciará, sírvele belleza y será infiel; dale poder y hará esclavos, facilítale dinero y acumulará.

La bella circunstancia angelical, no le des y amará, mándale problemas y rezará. Su belleza es la sencillez, su poder el amparo. 

AngélicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora