Capítulo 19

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Cornelio se dirige de nuevo al regato, recolecta los rastros de Valeria, encuentra una rosa, y observa el cadáver desnudo de una bella mujer, por lo que intuye que la homicida a conseguido atuendo.

Sigue los pasos de la mujer por los arbustos, troncos y pisadas que deja en el boscaje. Se topa con una manada de lobos, lucha por unos minutos y luego huye. La persecución se torna férrea, pero el entrenamiento de Cornelio elude la ferocidad de los lobos.

Las huellas se direccionan a Amacra, Valeria lo está invitando al lugar donde muy probablemente lo colgarán. La valentía de Tovar es intachable, se encamina hacia el poblado sin titubeos.

La calzada se vuelve áspera, viaja durante varias semanas, duerme sobre el oscuro camastro que proporciona el suelo. Al finalizar el tercer septenario llega a Amacra, siempre guiado por las marcas de la asesina. Le sorprende la actitud serena de la muchedumbre, no se abalanzan contra él, es como si no lo hubiesen reconocido o no tuvieran la temeridad de hacerlo.

Circula cerca de un piquete que no le presta atención. Reflexiona que quizás haya asuntos más importantes en Amacra que los supuestos crímenes que ha cometido, o la gente ya ha olvidado a Angélica, y se desinteresan de todo lo relacionado con ella.

Cornelio habría querido enfrentar a Ricardo, pero sabe que no posee tiempo, puede perder los pasos de Valeria si se distrae. Los rastros de la asesina culminan justo en la entrada del baptisterio. Cornelio se persigna, da suaves pasos por el recinto –que en esos momentos está vacío- y se dirige hacia los bancos de la tercera fila del centro, donde se encuentra rezando Valeria.

La joven, hincada sobre la tablilla, con sus manos entrelazadas y los ojos cerrados, masculla oraciones. Cornelio se sienta a su lado, esperando que termine con sus blasfemias. Al cabo de quince minutos, Valeria descompone su postura y se sienta en el banco.

· Valeria: al fin me has encontrado. La pregunta es ¿qué vas a hacer?

· Cornelio: te acompañaré, no pasarás toda tu estancia en este lugar. Personas como tú no le va bien la plegaria y la presencia santa.

· Valeria: en el confesionario está el obispo, no tiene a ningún penitente, nos está observando.

· Cornelio: no profanaré este lugar sagrado con tu sangre, esperaré manchar otro lugar, uno digno de tu alma.

· Valeria: ¡Cornelio, Cornelio, no te engañes, yo soy lo único que te ata a ella! Al igual que tú, la he sentido. Vive como un fantasma en pena, esperando que decida arrebatarte la vida, y así estar juntos de nuevo. Pero yo no soy así, dejaré que vivas todos los años del mundo, para que sufras el calvario de su ausencia.

· Cornelio: tienes razón, la he sentido. Pero tú no eres la que me une a ella, es el pálpito de mi corazón y la afluencia de mi espíritu.

· Valeria: el pálpito de tu corazón ¿cuál pálpito? has estado viviendo un romance con una fulana. ¡Ah, estoy enterada de eso! que has sustituido a tu amor verdadero.

· Cornelio: ¡calla mujer!

· Valeria: te gustó el sabor de sus labios, el manjar que derretiste en tu boca. Mi ama debe estar retorciéndose en el infierno por tu alevosía.

· Cornelio: ¡tú eres la única que la ha traicionado!

· Valeria: a mi manera de ver, y juzgando por tu mujerzuela, bien hice en quitarle la vida. Le evité el sufrimiento de estar con un tenorio como tú.

· Cornelio: es mejor que cuides tus palabras.

En ese momento Cornelio apretuja su mano en la barbilla de la mujer. Ésta sin proferir ninguna palabra, señala la proximidad de Henríquez. El joven la suelta y escapa.

AngélicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora