Las doce criadas son muchachas de mucha belleza; las hay morenas, pelirrojas, blancas con cabellos castaños y rubias. Son damitas de bustos proporcionados, redondos y estables; cinturas curvas, piernas lisas, pieles suaves, rostros angelicales; voces dulces y energías bondadosas.
Todas son escogidas por el obispo Henríquez, quien al saber la labor que deben ejercer en casa de los Verdini, toma muy en cuenta la moralidad y castidad de las siervas.
Luego de los tres días de menstruación, Adela retorna con hermosos vestidos rosas y púrpuras para su hija. Ésta desfila uno tras otro los numerosos ropajes; deleitando a las sirvientas, insinuándose como la mujer perfecta, realzándose como la magnificencia de la naturaleza femenina. Todo ese cuarto día hace de sus vestidos exquisitas obras de arte.
Al quinto amanecer, Pedro vuelve y ejerce de nuevo sus labores de riego, siembra y limpieza del enorme jardín.
El patio de los Verdini cuenta con un riachuelo cristalino en el que se puede beber, por lo que no es necesario buscar agua en los ríos adyacentes. Grandes árboles caducifolios y coníferos que sirven de hogar a muchas aves que decoran el paisaje con sus colores y cánticos. A veces se puede ver un conejo saltando por el pasto; la señorita lo toma con sutileza del suelo, lo postra sobre sus pechos y desliza sus mejillas por el pelaje del animal.
Las flores hacen de la residencia un paraíso: hortensias rosas, moradas y azules; flores de pascua; gladiolos amarillos, blancos, rosados y naranjas; y agrupamientos de lavandas que colorean de púrpura el entorno.
En la morada más pequeña duerme Pedro con los perros. Dos pastores alemanes que cuidan la propiedad, un gran danés y un lobo siberiano. Este último, además de acompañar a Angélica, vierte sus caricias sobre la damita, que muy alegre despide risitas de satisfacción.
La casa principal es de piedra y madera, posee veinte habitaciones, una para Adela, seis para las criadas, por lo que cada una de ellas posee una compañera de cuarto, y otra que sólo puede ser utilizada por Leandro.
La alcoba de Leandro expulsa mucho polvo, causado por el agrupamiento de armas y libros viejos. Según Adela la recámara está repleta de insignias e implementos de guerra; más uno que otro tomo de estrategia y caballería. Todos estos objetos son muy importantes para el señor Verdini, por lo que el cuarto se mantiene cerrado con llave, y está prohibida la incursión de cualquier persona en él.
En las salas hay pinturas impresionistas, renacentistas y realistas. Muebles lujosos por doquier –de estilo isabelino y Alfonsino- un espacioso comedor, una inmensa cocina dotada de todos los implementos necesarios para preparar los mejores manjares. Alfombras, esculturas, ornamentos cristianos, títulos; un piano y un violín.
La casa tiene dos pisos y un cuarto por cada materia que estudia Angélica. Grandes ventanas, imponentes puertas, salones de plática. Siete baños, habitaciones para los invitados, y la recámara de Angélica. Esta última es la más grande y bella, posee paredes rosas, dibujos de pegasos y su propio baño. La cama, hecha de caoba, es confortante e inmensa, la vista da con el riachuelo, por lo que el acto de relajación previo al sueño se genera con facilidad.
La habitación está ornamentada con rosas rojas y blancas. Por la mañana una carraca se asienta en la ventana, despertando con su canto a la señorita. El aroma es una combinación entre flores, fragancias de vegetaciones y el sudor de Angélica.
El sudor supurado por las glándulas de Angélica, es una esencia que sin duda alguna podría servir de perfume a cualquier dama de la alta sociedad. Bucólico, filántropo, sublime y meloso, podría extasiar a cualquier hombre o mujer.
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Angélica
RomanceAngélica y Cornelio sentirán el más profundo amor, juntos vivirán el clásico amor de almas gemelas; sin embargo, deberán luchar contra múltiples trabas para poder consumarlo. Disfruta esta maravillosa historia romántica, sumérgete en un mar de esos...