Cuando Cornelio retorna con Francisca, la muchacha lo colma de zalamerías, le prepara su comida preferida y le pregunta cómo se ha desencadenado la problemática. El joven tratando de eludir el llanto, cuenta a su ama los aspectos de menor importancia. Francisca lo comprende y evade ahondar.
A la mañana siguiente el mancebo retorna a sus labores, acompañado del buen ánimo de Federico y la mirada enamorada de Francisca que lo observa desde las ventanas altas de la casa.
La muchacha no reclama el amor de Tovar aún cuando éste se lo había prometido justo antes de partir. Está enterada del dolor que revolotea por sus venas, la tortura que las ideas gestan en su mente y la destrucción de su corazón en cientos de fragmentos que se derraman en la resignación.
Cornelio evita los roces, siquiera un ligero palpar de manos o una vista que dure poco más de lo normal. Los sentimientos de Francisca se entorpecen, siente una profunda zozobra, un punzante aguijón que hiere su pecho.
Por las noches le cuesta dormir, se acuesta a las ocho y el insomnio se apodera de ella por tres o cuatro horas. Durante este tiempo las probabilidades torturan su juicio, a veces se llena de impotencias, otras de cólera y en la más de longanimidad. Tener a Cornelio entre sus brazos, no como su ama, no como su amiga o consuelo, es como si el río dejase de correr, o la lluvia volteara su dirección al cielo, mojando las estrellas y menguando su fulgor.
El sonido del jaco interfiere en el silencio porfiado de los dos. El leve movimiento de la flor es una algazara, la brisa es gris; suspiro de melancolía, imposibilidad y voluntades rotas.
El destino de Tovar es su amor por Angélica, trasciende la deidad del ángel, la dulzura de la belleza femenina que acompaña con su delicadeza, o el sabor del manjar en un plato lleno de coloraciones.
· Francisca: vuela la mariposa que recién ha abandonado su capullo, divierte con su gama, transitar y trabajo, a unas sonrisas escondidas, cubiertas por la suntuosidad del sufrir. Transparente viento que sirves de oxígeno a los pulmones y de danza a las plantas, sólo tú conoces la interioridad de Cornelio. En mi grito suplico su mansedumbre ¡desaparece dolor! Mi vientre se desgarra con el ahínco que le improperas.
· Cornelio: la fiera está suelta en la jaula de mi corazón. Clava sus garras antes de roer su suelo. Sulfura el sonido del rebenque que se desliza por la espalda del deudor. Es como el leve moviente que hace el cambio entre la niñez y la adolescencia. Infancia de fantasía e imaginación, mocedad de reproches y rebeldía.
· Francisca: cuando el sol se esconde y reina la oscuridad, el Creador nos regala la luna, que mueve las mareas y escribe promesas invisibles de ternura. Cantan los grillos, vuela la lechuza en su presencia; y las estrellas reemplazan la luz solar con su belleza.
· Cornelio: en la oscuridad la sombra del árbol no es opacidad. El vuelo del ave no deleita, pues poco se vislumbra. El río se esconde y las olas nada más suenan. Duerme el humano cansado de la actividad, de la única energía que revivifica su esencia; la luz solar.
La dama desacomoda su postura, vocifera palabras en silencio, mira fijas las pupilas de su amor. Tensa sus labios, ciñe sus cejas, respira fuerte, se voltea y deja a Cornelio en la oscura noche que sirvió de canal a su diálogo. El hombre se recuesta sobre una peña, mirando las estrellas que se inventan bocas para pronunciarle el nombre de Angélica, que se inventan espejos para proyectar su imagen, o cuerdas vocales para emitir canciones de su voz.
Llanto renuente que dices lo que las palabras no logran, en tu arte, Cornelio es un maestro, el barón del dolor. En tu forma derramas sus átomos, haciéndolo chiquito como una bacteria. Guerra de emociones en la que gana el dolor.
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Angélica
RomanceAngélica y Cornelio sentirán el más profundo amor, juntos vivirán el clásico amor de almas gemelas; sin embargo, deberán luchar contra múltiples trabas para poder consumarlo. Disfruta esta maravillosa historia romántica, sumérgete en un mar de esos...