Capítulo 6

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Al día siguiente, Valeria inicia las labores de la difunta Bianca. Se levanta cuando la alborea cubre con sus rayos la ventada, y la carraca comienza a cantar. Toma de las manos a Angélica, la ayuda a cambiar su ropaje, le cepilla los dientes y acomoda su estancia.

La energía de amor que emana la nueva criada es irreconocible, siempre ha sentido desprecio por todo lo que la rodea, y ha tratado a sus allegados como meros objetos que deben ser aprovechados.

Luego de cepillar los dientes de Angélica, Valeria abre el lavamanos, combina agua con jabón y limpia el bello rostro de su ama. Angélica disfruta de los cuidados, sin entrever que es Valeria que los ejerce.

· Angélica: eres tú ¿cómo es que te llamas?

· Valeria: es un placer conocerla señorita. Me llamo Valeria y me disculpo si en el día de ayer, le causé incomodidad –dijo con dulzura.

· Angélica: yo fui la que actuó indebidamente. He perdido a mi mejor amiga, y eso me ha afectado. Me siento mal por lo antipática que fui contigo. Ruego me perdones.

· Valeria: acepto sus excusas señorita–dijo Valeria mientras perdía su mirada en los ojos grises de Angélica.

· Angélica: me da gusto verte vestida con normalidad. La sencillez es como el aire que sostiene el sonido, quizás pase inadvertida, pero sin ella, no puede haber una belleza completa. Tengo fe que tendré una buena amistad contigo, pero nunca quiero que me veas por encima de ti; soy tu igual. Si quieres vestirte con bellos ropajes, hazlo, no tengo ninguna objeción.- aseveró la señorita mientras dibujaba una sonrisa en su rostro.

· Valeria: no es necesario. Seré austera, lo prometo.

Esta conversación empapa de pureza el alma de Valeria. Sin duda acaece algo de santa en Angélica; una niña que a sus 16 años es capaz de realzar la bondad a una persona ladina, no puede ser considerada un ser común y corriente.

Para la asistente, estar junto a Verdini, es la manifestación más cercana de Dios. La energía que irradia, la belleza de su semblante, el color de su aura; la dulzura de las frases, los gestos que enriquecen el pálpito y el reflejo del alma que se muestra en su mirada, es sin duda alguna, la expresión divina del Señor a través de una dama.

Al concluir el desayuno, Angélica sujeta con ligereza la mano de Valeria y la conduce al closet de su recámara. Una vez allí, Valeria descubre los hombros, el abdomen, los glúteos y los pies de la señorita. Cuando Valeria ve el cuerpo despojado de Angélica, siente un sinfín de reacciones explotar en su interior. Para la sierva esta sensación es como pasar las puertas del cielo, mirar al ángel más hermoso y vivir en las tierras eternas.

Horas después, la señorita avisa a Valeria que se aproxima el momento en el que debe bañarla. Valeria duda de tener la capacidad de lavar el cuerpo desnudo de la mujer más hermosa que ha postrado sus pies sobre la tierra. Al imaginar tal acción, el corazón se le acelera, los músculos se le tensan y la piel se le enrojece.

Angélica infiere el malestar de su virgen con rareza, nunca ha denotado el desequilibrio de una de sus asistentes por el simple acto del baño.

· Angélica: ¿qué tan exorbitante puede ser un baño? ¿será que a ella no le agrada el agua? Debe estar nerviosa por ser su primer día. –pensó Angélica-.

Angélica se aleja con dilación del cuerpo exánime de Valeria, camina hacia el baño, tranca la puerta, y comienza a enjabonarse. Al ver la independencia de Verdini, Valeria decide dejarla sola y dirigirse a su recámara. Una vez allí, la joven se acuesta sobre la cama, experimenta contracciones en su bajo vientre, aceleración de su ritmo cardiaco y respiratorio. Posteriormente, una sensación placentera le deviene en una profunda relajación.

AngélicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora